VUELTA AL CUBISMO IDEOLÓGICO - BURÓ FANTASMA
En el México del siglo XXI la palabra violencia se utilizó por primera vez a gran escala durante la campaña electoral del 2006 para la Presidencia. En el tenaz enfrentamiento mediático entre los partidos de izquierda y de derecha —enfrentamiento que polarizó a la población—, los grupos de derecha comenzaron a calificar a los de izquierda como «los violentos», presentándose a sí mismos como «los pacíficos». Fue una campaña sucia, verbal, que perversamente usó la palabra violencia de forma violenta, acusando al bando opuesto de serlo y dejándolo sin posibilidad de defenderse a riesgo de confirmar, efectivamente, la acusación. Complicado, ¿no es así?
Algunos meses después comenzaron a aparecer en las calles cadáveres mutilados acompañados de mensajes pintados a mano sobre lonas. Con su ortografía brutal, con las denuncias y, sobre todo, con las amenazas casi incomprensibles —de un localismo apabullante—, las mantas son la táctica de acceso mediático que hasta hoy utilizan los narcos: un oráculo que anuncia la muerte o la desaparición de miles de personas. Pronto aparecieron nuevos términos en los medios masivos de comunicación: las narcomantas, los levantados, los encobijados, los pozoleados. Los mensajes en las narcomantas no se quedaron fijos en las avenidas ocarreteras. Fueron reproducidos miles de veces por los medios masivos de comunicación virtuales e impresos, oficiales o no; sus frases se volvieron parte de nuestro vocabulario, un nuevo caló que se ha vuelto popular entre todos. Los cadáveres nunca hablan por sí mismos… solamente ríen «la gran risa de la violencia».
El cubismo ideológico es una construcción puramente mental. Establece que el arte futuro no podrá ser manual, debe ser solamente un producto de la mente, hecho a partir de las palabras.
Hace un año, influido por la imagen de la estrella rapada en la cabeza de Duchamp hecha por el caricaturista mexicano George de Zayas y fotografiada por Man Ray, el Buró Fantasma escribió el Manifiesto del cubismo ideológico. Hoy, ahora a la sombra delos eventos públicos que conmueven a la sociedad mexicana tras la violenta desaparición de los alumnos de la escuela rural de Ayotzinapa, el cabello de Duchamp ha seguido creciendo en su tumba y la estrella se ha desvanecido de nuestras ideas. También hoy, ahora mismo, los cinco picos de la estrella se esparcen por los cielos del mundo como una señal escrita que compila en un poema las siglas de todos los movimientos revolucionarios olvidados y las agencias que los asesinaron. Los partidos de los pobres transformados en franquicias provincianas, máquinas para hacer dinero y guerra a menor escala.
Hoy la palabra violencia es la nueva transfiguración de la estrella… palabra que se echan unos a otros, acusadores: victimarios a víctimas para aparecer en los medios masivos de comunicación, para invertir el orden y ser ellos mismos víctimas, y así justificar la represión desde las casas blancas en las que no viven. La estrella se esconde encriptada en una palabra banal, se trasmite inadvertidamente de cabeza en cabeza, latente hasta el día en que aparece vuelta imagen, vuelta llama, y desplegando nuevamente sus picos como corona en las cabezas de los anarquistas. Advierten: «Si para eso tenemos que infiltrarnos en las manifestaciones recientes con palos, explosivos, fuego, incluso armas de fuego, que quede claro que lo haremos». Pero ¿quién carajos escribió este comunicado en realidad?
En la política del enésimo mundo son sus agentes intercambiables de un partido a otro, de manera indistinta, lo que demuestra la validez social del cubismo ideológico. Las cosas no tienen un valor intrínseco posible y su equivalencia poética solo florece en un sector interno, más emocionante y más definitivo que una realidad desmantelada. Las condiciones del material de las cosas no vienen determinadas por una posición política, y, sin embargo, reflejan todas las existentes. El materialismo histórico es solamente una cara del poliedro. No sirve la jerarquización discursiva ni de la derecha, ni del centro, ni de la izquierda.
El Buró Fantasma —entonces un secreto de cinco personas— se articuló como los dedos de la estrella colados clandestinamente durante siete semanas en uno de los principales periódicos nacionales, publicando para los lectores mexicanos —sin el conocimiento de la dirección— una serie de siete notas sobre la fugaz aparición de la vanguardia artística en Chile tras el golpe de Estado de 1973. Un recuento histórico sobre cómo el lenguaje quebrado de Antonin Artaud resonó en las cabezas de un grupo de artistas y poetas para aparecer posteriormente en forma de estrella rapada en la cabeza del artista Carlos Leppe en 1978; y, ese mismo año, en la tapa misteriosa del libro La poesía chilena de Juan Luis Martínez, una tumba. Chile es unsilencioso escuadrón de la muerte armado con corvos. En las palabras se establece el futuro de cada ser y de cada cosa. Si está escrito, existe; si te cae del cielo, no existe, aunque se vuelva parte de la historia (del arte). Un + seguido por un no + y luego por un no + sangre.
Mirara mirara mirara
Mapuru mapuru kaypurup
Mapurup mapurup kada
Dinara dinara konara
Dinona dinona dinona
Cadabura cadabura cadabura
Cadabata cadabata kayna
Fach mir kaytantum cadara
Fach mir kaytantum kaytara
Por lo tanto: lo bueno y lo malo son condiciones de intensidad vital, jamás de moral dogmática.
¿Dónde quedó el rostro arrancado al estudiante Julio César Mondragón? ¿Qué hicieron con él? ¿Se lo comió un perro, o aparecerá, con su cara dulce, en un meme circulando en Internet? Desde que comenzó la guerra del narcotráfico en México, hasta el 26 de septiembre del 2014, habíamos visto publicados en prensa cuerpos de sicarios cuyas cabezas desolladas fueron dejadas acomodadas en la calle para ser fotografiadas y publicadas por los medios tras su descubrimiento. Junto a estos cuerpos con la cabeza desollada, emplazados sobre postes, colgaron sus rostros flácidos como cuelga la cecina, carne salada y seca, en los puestos de comida que uno ve comúnmente en la provincianísima provincia mexicana. Una táctica para aterrorizar a la población. Pero hasta septiembre pasado no habíamos visto algo con un nivel tan macabro como la foto de quien habría sido un maestro rural, de veintidós años, con los ojos y el rostro arrancados, el cuerpo vuelto hacia arriba, como atrapado a media carrera mientras intentaba escapar, desollado vivo. Ese fue el primer signo de que lo de Ayotzinapa se agazapa sobre nosotros como alguna vez lo hizo La estrella de Duchamp sobre los chilenos.
Buró Fantasma, intervención en el diario Excelsior, lunes 5 de agosto del 2013. Foto: cortesía de Carlos Amorales.
El hombre no es un mecanismo de relojería nivelado y sistemático.
En la década de los ochenta, durante mi adolescencia, cuando salió a la luz el caso de los «narcosatánicos», mi padre y su mujer eran amigos de la corresponsal en México del periódico inglés The Guardian. Una noche en la que ella fue a cenar a la casa trajo consigo el dossier en el que estaba trabajando. Lo abrió y lodejó sobre la mesa de nuestro comedor. En el dossier estaba la fotografía de la piel de la cabeza de unhombre al que habían desollado. La cabeza había sido cortada como quien pela la cáscara de una naranja, dejándola completa, de una sola pieza. Esa cara extraña, aplanada a su vez sobre otra mesa de comedor pero con un mantel colorido de plástico, me miró fugaz pero directamente y tras un guiño que solamente percibí yo, apenas una ligera sonrisa, abrió la boca ya abierta para comenzar a contarnos la historia de la violencia que ocurriría en México unas décadas más tarde: «la gran risa desbocada», el cliché que se repite y se repetirá desde siempre y para siempre.
Buró Fantasma, intervención en el diario Excelsior, lunes 19 de agosto del 2013. Foto: cortesía de Carlos Amorales.
La emoción sincera es una forma de suprema arbitrariedad y desorden específico.
Un día, cuando yo aún estudiaba en la escuela de arte en Ámsterdam y mientras planeaba rasurar la estrella de Duchamp en mi cabeza, miré con un espejo la parte posterior de mi cráneo y descubrí que se me había caído buena parte del pelo de aquella zona. Tenía apenas veinticuatro años y ya me estaba quedando calvo, fue un shock. Decidí lo que sin querer fue un acto antiduchampiano: ponerme una gorra de beis-bolista para tapar esa parte de mi cuerpo. Eso duró casi hasta cumplir los treinta años, cuando me quité la gorra y decidí ser pelón públicamente, para siempre.
La dualidad es un recurso de análisis, pero jamás ha construido al mundo.
En 1996 inventé al personaje enmascarado Amorales, un readymade de mí mismo que sería usado por otros como una piel prestada. Lo hice porque no quise ser un artista latinoamericano como todos los que había en los noventa: haciendo instalaciones tras recolectar
objetos sentimentales pseudokitsch. Instalaciones toscas y horribles en su aparente buen gusto nostálgico, entre lo high y lo low, lamiendo las llagas de una mentalidad barrocamente hispanófila (construida con lágrimas y corazones sangrantes, pero cruzada con elementos significativamente contemporáneos). El arte de la identidad que se hizo en los años noventa aún me parece espantoso, es lo más parecido que se ha hecho al arte de la época de la Colonia española, que aborrezco. Dios se apiade de estos artistas dondequiera que estén fustigándose, ojalá sean ricos.
De la multiplicidad sin unidad siempre ha hablado la humanidad, aunque de manera encriptada.
Años después tuve la oportunidad de ir a Caracas y encontrarme con que la Galería de Arte Moderno (GAM) se había quedado estacionada —sus colecciones— en los años noventa. Además vi la reticularia de Gego colgando destartalada desde un plafón a medio caer. Las purgas de Chávez. Luego, hace tan solo un año, fui incluido en una muestra de arte latinoamericano en un museo del sur de Estados Unidos, donde una obra mía figuraba junto a la de otros grandes próceres de la región. Un chico de origen mexicano muy simpático me ayudó a montar mi pieza durante varios días. Resultó que estudiaba historia del arte y que estaba haciendo su servicio social en el museo. Al final del montaje, y ya en confianza, me preguntó desde cuando hacía arte latinoamericano. Le respondí que eso era un invento gringo y que al sur de la frontera nosotros hacemos arte, simplemente arte. Sí soy un artista calvo, pero artista latinoamericano, ¡jamás!
Las ideas muchas veces se descarrilan, nunca son continuas ni sucesivas, sino simultáneas e intermitentes. Las únicas fronteras posibles entre el arte y la sociedad son las propias fronteras infranqueables de nuestra emoción marginalista. Como el Estado ha demostrado ser insuficiente y la democracia ha evidenciado su vacío, el individuo tiene derecho a autolegislarse: el individuo necesita sus propias leyes para ser libre. Estamos lejos del espíritu de la bestia.
Nos hemos librado de su pesadez, nos hemos sacudido sus prejuicios. Ahora nuestra risa es «La Gran Risa».
En junio del 2013 me integré sin dudarlo a una agencia de noticias secreta llamada el Buró Fantasma, un comité editorial que tras redactar el Manifiesto del cubismo ideológico escribe notas periodísticas y las incrustaanónima y clandestinamente en los periódicos nacionales: usa aquellos espacios editoriales que comúnmente se rellenan con noticias basura, generalmente compradas en agencias de noticias baratas como es la agencia de la China comunista, Xinhua. Las notas periodísticas aparecen paulatinamente, esquivando los filtros del consejo editorial de los periódicos legítimos, revelando la absoluta falta de cuidado con la que se leen y publican las noticias desde adentro, y desde afuera. Ahora, mientras escribo este texto revelo públicamente mi pertenencia al Buró Fantasma y traiciono mi juramento de mantener en secreto al grupo. Lo hago porque a pesar de poner a mis cuatro fantasmas en evidencia revelando nuestra «Gran Risa», pretendo publicar aquí, aunque sea de una manera encriptada, el Manifiesto del cubismo ideológico, apropiarlo y firmarlo como de mi autoría.
La estrella ya no tiene cinco picos. Como dijo el Viejo de la Montaña: «Nada es verdad. Todo está permitido».