Un solo grito de ¡Basta ya!
La lucha del hombre contra el poder es la lucha
de la memoria contra el olvido.
Milán Kundera, El libro de la risa y el olvido
Para Primo Levi, la noche del 13 de diciembre de 1943 fue el inicio del horror. Con tan solo veinticuatro años, cuando intentaba unirse a la resistencia como aprendiz de partisano, el joven judío italiano fue aprehendido junto con algunos de sus compañeros por una patrulla fascista. No fueron ejecutados, castigo de rigor por levantarse contra la ocupación, pero sí trasladados al campo de concentración de Fossoli para luego ser deportados y enviados en vagones de trenes comple-tamente cerrados a Monowitz, parte del complejo de Auschwitz en Polonia.
Levi pasó cuatrocientos diez días en el infierno, hasta la madrugada del 27 de enero del año siguiente, cuando las tropas del Ejército Rojo comenzaron a ocupar los campos de exterminio. Había sobrevivido junto a otros pocos. Entonces se despojó de su raído uniforme a rayas, en el que se distinguían los colores amarillo y rojo de la estrella que lo identifi-caba como judío. Lo que no pudo hacer fue borrar de su antebrazo el número 174517 que se había con-vertido en su identidad tras la llegada al campo de concentración.
A partir de entonces asumió el deber de narrar el dolor y la ignominia a que fueron sometidos millones de mujeres y hombres, niños y ancianos, en lo que se conocería luego como el Holocausto. No esperó mucho y en 1946, con los recuerdos aún frescos, escribió su primer clásico: Si esto es un hombre, publicado diez años más tarde. Se sumaron luego a este su más importante obra, La tregua (1963), y Los hundidos y los salvados (1986), para completar en un solo volu-men la Trilogía de Auschwitz (Levi 2008), un texto de la memoria íntima e íntegra que se alza, ayer y hoy, contra la barbarie y por la vida y dignidad del ser humano. introducir este texto sobre el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad, y sobre eldocumental No hubo tiempo para la tristeza, produ-cidos en el 2013 por el Centro Nacional de Memoria Histórica. ¿Qué sería de la ignominia si no se narrara? ¿Qué del relato si este no incluyera el dolor de las víctimas? ¿Qué seríamos nosotros como sociedades si el olvido tendiera su manto triste sobre nuestras memorias?
Pintura realizada por un excombatiente de la guerra colombiana, 2007. 100 x 140 cm, talleres del proyecto «La guerra que no hemos visto. Un proyecto de memoria histórica». Foto: Fernando Grisalez Blanco © Fundación Puntos de Encuentro.
El ejemplo de Levi y su dedicación a conservar la memoria de lo ocurrido y por qué ocurrió sirve para introducir este texto sobre el informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad, y sobre eldocumental No hubo tiempo para la tristeza, produ-cidos en el 2013 por el Centro Nacional de Memoria Histórica. ¿Qué sería de la ignominia si no se narrara? ¿Qué del relato si este no incluyera el dolor de las víctimas? ¿Qué seríamos nosotros como sociedades si el olvido tendiera su manto triste sobre nuestras memorias?
Antecedentes
No es la primera vez que se publica en nuestro país un informe sobre los orígenes, causas, carac-terísticas, consecuencias y hechos del conflicto armado contemporáneo que, acudiendo a la manida frase, lleva ya más de sesenta años de existencia. La siguiente tabla nos muestra desarrollos de las distintas iniciativas de memoria adelantadas a par-tir de 1958, desde comisiones oficiales, pasando por iniciativas privadas, de mujeres, informes incluidos en acuerdos de paz, hasta llegar al informe ¡Basta ya!, que nos ocupa en este escrito
Queda claro que las iniciativas de memoria histórica han sido variadas en cuanto a origen, metodologías empleadas y composición, y parciales en referen-cia a casos, grupos poblacionales o al periodo de tiempo que han abarcado. Cito dos informes adicio-nales que en su momento no tuvieron la suficiente difusión y discusión: «Comisión de la Verdad sobre los Hechos del Palacio de Justicia», una iniciativa de la Corte Suprema de Justicia que presentó su informe final el 17 de diciembre del 2009. Más recientemente, el extenso volumen titulado Acabar con el olvido (Fundagan 2013), publicado por la Fundación Colombia Ganadera, en el que se registran los casos de siete mil ganaderos afectados por hechos violentos como extorsiones, asesinatos, secuestros, asaltos y abi-geato, en gran parte atribuidos a grupos guerrilleros, y unos pocos a los paramilitares. Esta iniciativa del Programa de Acompañamiento a las Víctimas Ganaderas de la Violencia responde también a la necesidad que tenemos los colombianos de contar la verdad de lo sucedido, sin importar quién o quiénes hayan sido los victimarios.
Iniciativas de memoria histórica1
Elaboración: Darío Villamizar H., con información de Camilo González, «Los nombres de la guerra en la memoria histó-rica. Notas para la ponencia en el Encuentro Internacional de Revistas de Historia», Universidad Nacional de Colombia, 2013
Pintura realizada por un excombatiente de la guerra colombiana, 2008. 100 x 140 cm, talleres del proyecto «La guerra que no hemos visto. Un proyecto de memoria histórica». Foto: Fernando Grisalez Blanco © Fundación Puntos de Encuentro.
No hay una memoria histórica, hay pluralidad de memo-rias históricas (Louregio 2008). Tampoco hay una modalidad de violencia distintiva, ya que en el caso del conflicto armado colombiano sus actores han acudido a todas las modalidades de violencia posibles (Centro Nacional de Memoria Histórica 2013a). Esas son las ver-dades que necesitamos.
El informe ¡Basta ya!
En 431 páginas y con diseño y diagramación que incluye mapas, fotografías, gráficos, análisis y testimonios de las víctimas, se conoció el informe general del Grupo de Memoria Histórica. Las cifras son contundentes y reveladoras y sirven para establecer en parte ya que por distintas causas existe un evidente subregistro , la magnitud de lo que aquí ha pasado: 220.000 muertos por el conflicto armado entre el 1o de enero de 1958 y el 31 de diciembre del 2012. Sin embargo, la dimensión no letal de la violencia del con-flicto armado es igualmente aterradora: 25.007 des-aparecidos, 1.754 víctimas de violencia sexual, 6.421 niños, niñas y adolescentes reclutados para los grupos armados, 5.7 millones de desplazados (equivalentes al 15% de la población colombiana), 27.023 secuestros entre 1970 y 2010, y 10.189 víctimas de minas antiper-sona entre 1982 y 2012.
La primera crítica que se le podría hacer a ¡Basta ya! es que no corresponde a un informe integral, alestilo de los que produce una comisión de la verdad. No obstante, no fue esa la pretensión del legislador. Su origen en la Ley 975 de 2005 fijó la responsabi-lidad en la extinta Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR) y sus alcances en el artículo 52.2: «Presentar un informe público sobre las razo-nes para el surgimiento y evolución de los grupos
armados ilegales». Queda claro que se trata de un informe «oficial» por su origen, aunque en el prólogo del volumen, Gonzalo Sánchez aclara que «por convic-ción y por mandato legal» se trata de un relato que se aparta del imaginario de ser una memoria oficial del conflicto armado colombiano (Centro Nacional de Memoria Histórica 2013a, 16). Una comisión de la ver-dad, por supuesto, no garantiza per se la necesaria «independencia» y «neutralidad» que debe acompañar la tarea de investigar, esclarecer, documentar, sis-tematizar e informar sobre violaciones a los dere-chos humanos e infracciones al derecho internacional humanitario. Y tanto menos lo hace en temporalidades que generalmente corresponden a periodos dicta-toriales bastante «oscuros» para la historia o de violencia extrema; es por eso que también algunas de estas comisiones acompañan su nombre con el de «esclarecimiento histórico».
Una característica de los informes de memoria his-tórica es que basan su trabajo en investigaciones anteriores, sea cual sea su origen, metodología o periodicidad; la riqueza temática de informes y comi-siones en Colombia queda demostrada en el cuadro presentado arriba, donde se reconocen hitos como La Investigadora2 o el informe La verdad de las mujeres víctimas del conflicto armado en Colombia quemetodológicamente innova y se construye con la par-ticipación directa de mujeres víctimas como entre-vistadoras. Hay que señalar que ¡Basta ya! no recoge experiencias anteriores que en su momento sirvieron como referentes investigativos para las ciencias sociales (y éticos) para la búsqueda de verdades que explicaran en parte lo sucedido.
El necesario contexto internacional no se encuentra tampoco en el informe. El conflicto armado colombiano nació y se desarrolló en medio de la Guerra Fría, que culminó, mientras que nuestra confrontación persis-tió. La confrontación chino-soviética, el influjo de la Revolución cubana, la Doctrina de Seguridad Nacional y su concepción del «enemigo interno», los documentos Santafé I y II, las operaciones Cóndor y Charlie en el Cono Sur y Centroamérica, respectivamente, las consi-deraciones sobre el terrorismo pos 11-S y el papel de Estados Unidos con el Plan Colombia y su continuidad (el Plan Patriota) han tenido directa incidencia en el devenir del conflicto armado interno, en el desarrollo o debilitamiento de sus actores y en las afectaciones a la población civil.
También resalta por su ausencia un análisis más deta-llado sobre el fenómeno del narcotráfico que se anidó en el centro del conflicto desde principios de los años ochenta, sin que se pueda afirmar categórica-mente que los actores armados ilegales perdieran sus motivaciones políticas en razón de prácticas, alianzas, negocios y beneficios provenientes de las narcoeconomías la mayoría de las veces, adoptadas en función de acrecentar los aparatos de guerra . Resulta paradójico que se trate de la «legalidad» cooptada por la ilegalidad del narcotráfico: fun-cionarios públicos de todas las ramas del Estado y élites de los niveles nacional, departamental y local al servicio de los grandes carteles y del paramilita-rismo. Estos aspectos, elementales en el análisis de una conflictividad tan compleja, han sido reconocidos por la Mesa de Conversaciones en La Habana, en el acuerdo sobre el cuarto punto de la Agenda (tercero en discusión), denominado Solución al problema de las drogas ilícitas: «El cultivo, la producción y comerciali-zación de las drogas ilícitas también han atravesado, alimentado y financiado el conflicto interno» (véase Comunicado conjunto 2014).
Finalmente, al margen del análisis del informe del Grupo de Memoria Histórica, es saludable registrar aquí el acuerdo alcanzado entre el gobierno nacional y las Farc-EP en el marco de los diálogos en La Habana, relacionado con la creación de «una comisión histórica del conflicto y sus víctimas conformada por exper-tos, que no sustituye el mecanismo para el esclare-cimiento pleno de la verdad que debe contar con la participación de todos y en particular de las víctimas» (Delegación Farc-EP 2014).
Pintura realizada por una excombatiente de la guerra colombiana, 2009. 100 x 140 cm, talleres del proyecto «La guerra que no hemos visto. Un proyecto de memoria histórica ». Foto: Fernando Grisalez Blanco © Fundación Puntos de Encuentro.
No hubo tiempo para la tristeza
El informe ¡Basta ya! se completa con un impac-tante documental de un poco más de una hora, en el que se escuchan las voces y se observan los ros-tros dolidos de las víctimas y sus familiares y los sitios que escenificaron la barbarie de «esa violen-cia de alta frecuencia y baja intensidad» (Centro Nacional de Memoria Histórica 2013b). Quienes hemos estado inmersos durante décadas en los avatares del conflicto armado y en las búsquedas de la paz, podemos constatar el cambio que representa para nuestro desarrollo el hecho de que hoy se reco-nozca y repare a las víctimas y se pueda señalar y juzgar a sus victimarios. De vivir en medio del miedo y el terror tan solo hace unos pocos años, pasaron a poder contar hoy sus historias y a alcanzar el reco-nocimiento social y la dignificación, pese a que ese miedo y terror no han podido superarse y el número de víctimas continúa creciendo.
Gracias a informes y a documentales como estos sabemos cuánto nos ha costado la confrontación en términos de pérdidas de valiosas vidas humanas; cono-cemos ya a muchos de los autores de lo que sucedió, sus modus operandi, sus nexos con las élites y el poder. Nos queda pendiente conocer, entre otras muchas ver-dades, el impacto económico del conflicto, los montos del gasto público en la guerra, el otro desangre que son los miles de millones que la corrupción se llevó en nombre del combate contra la subversión.
El documental aborda casos emblemáticos de impacto humanitario del conflicto en diferentes lugares de la geografía colombiana, en donde los violentos de cualquier pelambre se cebaron contra la población civil: San Carlos, en Antioquia; Valle Encantado, en Montería (Córdoba); La Chorrera, en el departa-mento del Amazonas; Bojayá, en el Chocó; la Comuna 13 de Medellín; y el Carare, en el departamento de Santander. Los relatos del padre Antún, de Pastora Mira, de María Zabala, de Domingo, de Ester, del líder
huitoto Ismael, de Manuel Zafiama, de Donaldo Quiroga, dirigente campesino de la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC), son los relatos de las seis millones de víctimas que emergieron de las tinie-blas en estos últimos años. Antes… el riesgo del olvido.
Un informe escrito, un documental audiovisual y cerca de tres decenas de libros sobre hechos específicos que necesitaban el concurso de la memoria histórica, se constituyen en el acervo documental del Grupo de Memoria Histórica como una porción de la verdad que todavía estamos esperando.
Referencias
Beristaín, Carlos Martín. s.f. «El papel de la memoria colectiva en la reconstrucción de sociedades fracturadas por la violencia», en: Foro por la Memoria. Disponible en: <www.foroporlamemoria.info/documentos/fracturadas_violencia.htm>, consultado el 2 de octubre del 2014.
Betancur, Jorge Mario (dir.). 2013. No hubo tiempo para la tristeza. Bogotá: Centro Nacional de MemoriaHistórica.
Comunicado conjunto. La Habana, mayo 16 de 2014. Disponible en: <https://www.mesadeconversaciones. com.co/documentos-y-comunicados>, consultado el 16 de junio del 2014.
Centro Nacional de Memoria Histórica. 2013. ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad. Bogotá:Centro Nacional de Memoria Histórica.
Delegación Farc-EP. 2014. «Declaración de principios para la discusión del punto 5 de la agenda: “víctimas”», en: Comunicados Conjuntos. Disponible en: <www. pazfarc-ep.org/index.php/noticias-comunicados-documentos-farc-ep/comunicado-conjunto.html>, consultado el 16 de junio del 2014.
Fundagan (Fundación Colombiana Ganadera). 2013. Acabar con el olvido. Bogotá: Fundagan.
González, Camilo. 2014 [2013]. Los nombres de la guerra en la memoria histórica. Notas para la ponencia enel Encuentro Internacional de Revistas de Historia, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.
Levi, Primo. 2008. Trilogía de Auschwitz. Barcelona: El Aleph. Ley 975 de 2005. Disponible en: <http://www.
alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1. jsp?i=17161>, consultada el 14 de junio del 2014.
Loureiro, Ángel G. 2008. «Argumentos patéticos. Historia y memoria de la Guerra Civil», en: Claves de razón práctica, n.o186, pp. 18-25.
Darío Villamizar Herrera
Politólogo con posgrado en Acción sin Daño y Construcción de Paz. Director (2002-2005) de la Asociación Latinoamericana para los Derechos Humanos (ALDHU) en Colombia; dirigió el Programa de Atención a Excombatientes en la Alcaldía de Bogotá(2005-2008); es asesor del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Ha publicado: Insurgencia, democra-cia y dictadura (1990), Aquel 19 será (1996), Un adiós a la guerra (1997), Sueños de abril (1998), y Jaime Bateman. Biografía de un revolucionario (2002).
1. Elaboración: Darío Villamizar H., con información de Camilo González, «Los nombres de la guerra en la memoria histó-rica. Notas para la ponencia en el Encuentro Internacional de Revistas de Historia», Universidad Nacional de Colombia, 2013.
2. Comisión que funcionó durante nueve meses y no produjo un informe oficial.