El legado de la moto
Juan Fernando Herrán
Bogotá, 1963
jherran@uniandes.edu.co
La memoria histórica se erige a partir de un cúmulo de historias que, entretejidas, interpretan los hechos, les dan valor y los definen como fundadores de lo que somos, de nuestra cultura e identidad. Pero cada evento, cada momento, solo se enuncia y se recons-truye a partir de evidencias, documentos y testimo-nios que adquieren significación analizados desde una cierta perspectiva. Este es un proceso de valora-ción e interpretación que una y otra vez se formula a partir de nuevas visiones, relatos y testimonios. Dicha noción de la memoria histórica como un concepto abierto es primordial dentro de cualquier sociedad humanística y democrática.
Así, en este artículo y en las obras a las que aludiré se subraya la importancia de los testimonios y los recuerdos en relación con determinados momentos históricos. Su interpretación desde la memoria articula a los individuos con épocas anteriores, pero también con la actualidad para plantear este ir y venir como esquema necesario para la construcción de identi-dad. Las «prácticas de memoria» son agentes activos que crean un enlace entre el pasado y el presente, desde la experiencia, y no simplemente como «actos pasivos de esencia puramente psicológica o natural».1
Entender la construcción de memoria como un pro-ceso constante y vinculante convierte el recuerdo en un vector activo que incide en la visión que tenemos del pasado, pero que simultáneamente influye en la comprensión de la actualidad y en los procesos para la estructuración social desde una perspectiva histórica y cultural. «El recuerdo y el olvido son prácticas en las que un individuo sustenta su sentido de pertenencia a un grupo, una comunidad o una nación, su unicidad y sus diferencias» (Riaño 2006, xliv).
El arte pone en juego aspectos que tienen que ver con el presente pero también con su sentido histó-rico. Teniendo en cuenta esta perspectiva, el pro-yecto audiovisual La vuelta2 (2009-2013), la obra Testimonios (2009-2014) y la serie de fotografías Modalidades de vuelo (2014) exploran desde diversosmedios lo que he llamado el «Legado de la moto» para revisitar, entender y discutir aspectos que tienen que ver con el sicariato en Colombia. Este fenómeno, que tiene sus inicios en la primera mitad de los años ochenta, marcó de manera indeleble nuestra historia y también la identidad de una buena porción de los jóvenes de Medellín. Pero lo que resulta inquietante es que varias de las circunstancias y matices que dieron pie a su aparición sigan vigentes en la actualidad.
Juan Fernando Herrán, Callejón, 2014, de la serie Modalidades de vuelo, impresión sobre papel, 108 x 163 cm. Foto: cortesía del artista.
Quisiera referirme entonces en este texto a facto-res que conforman una construcción cultural que se expresa y se hace visible en la relación entre el piloto y la motocicleta. Es mediante esta que los deseos de los jóvenes se accionan, se potencian y los ayu-dan a definirse en términos identitarios. El legado de la moto aglutina valores culturales que están arrai-gados dentro de la cultura popular. Los trabajos mencionados sondean esos imaginarios y proponen la construcción de una memoria colectiva que indaga sobre la forma de vida de personas involucradas con el fenómeno del sicariato y los sopesa y articula con testimonios de jóvenes que habitan actualmente en los barrios populares y que, aunque no vivieron la época mencionada, se construyen y movilizan con relación a aspectos de ella.
Las obras a las que me refiero no se ocupan de la representación de las acciones del sicariato, sino que exploran su aparición tomando como eje planteamien-tos sicológicos; perspectiva que resulta iluminadora para contextualizar e interpretar los motivos de sus actos. Un relato en particular marca el inicio del tra-bajo La vuelta. Se trata de un relato que hallo espe-cialmente revelador, porque activa la memoria a partir de un recuerdo sonoro que es capaz de actualizar e identificar aspectos contextuales relevantes dentro de la guerra abierta entre el sicariato3 y el Estado.
Varios de los entrevistados recuerdan el retumbar de las motos del combo de La Ramada. Una vez este grupo había realizado un encargo (que podía ser el asesi-nato de un hombre de Estado, un periodista o un juez), sus integrantes se paseaban por las calles de Bello (Antioquia) y se exhibían sin resquemor, mostrando su poder. El espacio público quedaba supeditado a su presencia pero también el sonido invadía el lugar, o se anunciaba desde la lejanía. Este hecho puede inter-pretarse como una toma territorial que reta a la institucionalidad y asume su poderío como la ley del más fuerte.
Juan Fernando Herrán, Atardecer, 2014, de la serie Modalidades de vuelo, impresión sobre papel, 163 x 108 cm. Foto: cortesía del artista.
Otro acto con connotaciones similares durante esta época eran los voladores que lanzaban los narco-traficantes una vez coronaban4 un valioso envío. El estallido de la pólvora durante la noche anunciaba un triunfo del narcotráfico y también marcaba en térmi-nos visuales y sonoros su presencia.
El sonido de la moto es un acto de posesión que viola e irrumpe los espacios de la intimidad. Podríamos decir que equivale en términos grupales a lo que representa el grito dentro de una disputa personal. Estos dos ejemplos poseen, asimismo, una resonancia simbólica.
Y a medida que se volvieron costumbre se tornaron en acto comunicativo y manifestación de un segmento de la sociedad que se formulaba como grupo y que de manera airada reclamaba un lugar.
El recuento de los combos en moto paseándose por la ciudad no solo instaura el tema del poder gru-pal, sino que indica que la motocicleta se convierte en un vehículo de expresión personal. El ruido es un reflejo del estado de ánimo del piloto, una muestra de su tensión o excitación. Los jóvenes de los combos identificaban el sonido producido por sus compañe-ros e incluso se entendían entre sí a partir de claves sonoras, de gestos comunicativos, alertas o adver-tencias. En La vuelta, los entrevistados hablan de las conversiones mecánicas que realizaban con el objetivo de individualizar su sonido. El cajeteo5 se convierte en una firma, un gesto que expresa personalidad, inde-pendencia y decisión. Asimismo, el poder comunica-tivo de sus códigos sonoros y el ruido al unísono los aglutina, exaltando la noción de pertenencia. Mediante este lenguaje común, el combo establece signos que refrendan su filiación a partir de vivencias y emocio-nes compartidas.
A continuación incluyo algunos extractos de la obra Testimonios, una pieza textual que reúne apartes deentrevistas realizadas a exsicarios, sicarios activos, mecánicos y mujeres que hicieron parte de combos en la ciudad de Medellín o estuvieron cerca de ellos.
Yo desde los diez años tuve mi primera moto. Empecé con una Yamaha Cryptón. En esas moti-cos era más relajado todo, andar, para muchas cosas. (Daniel)
En el 82 tengo mi moto, una Calima, blanca, doscientos cincuenta mil pesos, nueva, pero el problema: la edad... Para entonces solo tenía doce años. (alias El rojo)
Es característico dentro de las clases sociales bajas que la niñez se trunque por una pronta exposición al mundo del adulto. La ausencia (o el debilitamiento) de la figura paterna ha sido identificada como un ele-mento reiterativo y significativo en la crisis familiar en estos estamentos. Por ello es común que los jóvenes asuman actitudes y modelos a destiempo. Los jefes, normalmente muchachos que ya tienen un recorrido en el mundo delictivo, parecen llenar el vacío de la figura masculina. El psicoanálisis propone que la figura del líder resume en términos inconscientes el ideal del yo. Esta es «una instancia psíquica a la que se le atribuye la conciencia moral, la crítica del yo; esa es la instancia que es sustituida por la figura del líder» (Ramírez 1993, 57). En una sociedad donde la estruc-tura psíquica del joven es tan frágil por el abandono y la violencia intrafamiliar, la emulación de la figura del líder se vuelve reiterativa. Con ello, no solo se imitan las acciones sino que los modelos sociales se replican.
Daban dos millones por un policía, y a uno le tocaba un palo6 [...] Uno con tal de que le dieran a uno el fierrito7 y ponerlo a andar a uno en moto, ya, la chimba8, eso era uno. (Esnar)
La motocicleta da independencia, proporciona una fuente de ingresos. Una vez accede a sus prime-ros trabajos y consigue dinero y mujeres, el joven parece ingresar a la adultez. Sin embargo, su psiquis de adolescente está más cerca a la de un niño. La vida y sus placeres parecen haber sido conquistados y se entregan de manera desenfrenada al vértigo, con-virtiéndose en adictos a las emociones fuertes, las drogas y la adrenalina.
Ave María, cuando íbamos en esas motos, ¡abran campo, mijo! Esos animales bufando, buuuu. Y quién volaba más, y quién se acostaba más en una curva y a ver quién se caía; pepos, trabaos, arañaos, tomaos. Whisky, perico9 puro, punto diamante. ¡Hombre!, al pueblo que llegábamos, ni los tombos10 nos arrimaban, y tire perico, fume mariguana, tome chorro. (Alberto)
La moto parece liberar en ellos los deseos más pro-fundos. El dicho «una moto chimba y una chimba atrás» resume dos de los aspectos más significativos para ellos. De un lado la motocicleta hace parte de lo que son, convirtiéndose en su mejor apariencia; por ello las mantienen arregladas y cuidadas. La pintura y las calcomanías que las decoran son parte de su idio-sincrasia. Es así como la motocicleta se convierte en un fetiche, un vehículo que no solo proyecta su identidad, sino que exalta sus deseos y les facilita el relacionarse con las mujeres. La motocicleta está diseñada para que el cuerpo interactúe con ella de manera integral y dinámica. La posición del piloto hace que la moto adquiera una connotación fálica que pare-cería volver al joven más atractivo y deseable.
Una mujer, sea de un barrio, sea del centro, sea de cualquier parte ve a un pillo montado en una moto y ya se moja, se mojan solitas. […] Si es buen piloto es buen polvo. (Giovanna)
Otro aspecto que parece estar vinculado a la memo-ria es el hecho de que las motos más apetecidas son las motos con historia. Su pasado las hace valiosas.
Su renombre, adquirido por haber sido utilizadas con éxito por los sicarios, las enaltece. En términos lógicos, el vínculo de estas motos con el sicariato las connota negativamente; sin embargo, para los jóvenes lo que estas máquinas representan es la posibilidad de encontrar en ellas emociones límite. El vértigo, la velocidad y hasta cierto punto la ilegalidad adquieren un valor contracultural que es apreciado y anhelado. La RX 115, la Calima, la DT, la XT 500 resumen una época pero también una manera de vida. La Yamaha RX 115 cc. o la RX 135 cc. pasaron a ser entonces sinónimo de destreza, agilidad y rapidez. La Yamaha DT adqui-rió notoriedad por ser la utilizada en el asesinato de Rodrigo Lara Bonilla. Se caracterizaban por una mayor potencia y velocidad.
Para cualquier joven de los barrios populares de la ciudad, el silbido de una RX o el sonido de la DT son claramente distinguibles. Esto refuerza el hecho de que el recuerdo está ligado a la memoria histórica y que posee connotaciones culturales. Estos referentes gozan aún hoy de un cierto aire de prestigio que deja ver hasta dónde en las clases bajas el sicariato y la forma de vida que este planteó no son una historia cerrada.
Las fotografías de la serie Modalidades de vuelo muestran a jóvenes en moto que irrumpen en callejo-nes, esquinas o senderos de los barrios populares. Su aparición se percibe como veloz, repentina y fan-tasmagórica. Las imágenes los muestran ingrávidos, ausentes. No podemos ver su identidad. Su indefini-ción contrasta con la nitidez del entorno. Su imagen borrosa los presenta como iniciando un vuelo, desli-gándolos del piso. Estas particularidades reiteran un estilo de vida que tiene sus orígenes en la época del sicariato. Aún hoy en día, el desencanto, el desapego y el desenfreno son sentimientos comunes. Para ellos la vida es la experiencia alucinante y adictiva de la velocidad, el vértigo y la exaltación.
[…] el vértigo que uno siente, eso es mera adrenalina. Cuando usted está haciendo la vuelta, que está en una balacera o que hay un enfrentamiento en ese momento: eso es lo bueno, ahí es donde se ve quién es quién. (alias El doce)
Juan Fernando Herrán, fotofijas de La Vuelta, 2009-2013, videoproyección 25’37” Foto: cortesía del artista.
Referencias
Ramírez, Mario Elkin. 1993. «Elementos para una psicología de las bandas de sicarios», en: Revista Colombiana de Psicología, n.o2, Bogotá.
Riaño Alcalá, Pilar. 2006. Jóvenes, memoria y violencia en Medellín: una antropología del recuerdo y el olvido. Medellín: Universidad de Antioquia.
1. La comprensión de la memoria como un concepto puente entre el pasado y el presente la desarrolla lúcidamente Riaño Alcalá (2006, xliii).
2. La vuelta es un término utilizado de manera eufemística para referirse a un asesinato o algún otro trabajo ilegal. Como muchas de las palabras de jerga, posee una gran ambigüedad y su significado está dado por el contexto en cada caso.
3. Bandas como La Ramada o La Terraza, por nombrar dos de las más célebres, se convirtieron en el brazo armado de Pablo Escobar.
4. Coronar es sinónimo de lograr un objetivo; se utiliza principalmente para señalar el arribo de un cargamento de droga a los Estados Unidos. para producir diferentes sonidos.
5. para producir diferentes sonidos.
6. Un millón de pesos.
7. Revólver.
8. Vagina.
9. Cocaína.
10. Policías.