PLACERES PELIGROSOS. DISCURSOS ACTUALES SOBRE LA SEXUALIDAD DE LAS MUJERES EN EL PERIÓDICO EL TIEMPO
La producción de la necesidad del placer
La persistencia del hedonismo, la economía política del placer, el feminismo de medias de liguero con una bota en una pierna y un tacón en la otra. Las preguntas que van abriendo caminos en una vida insumisa de placeres libertarios y contagios colectivos. El Tiempo y no el espacio. La escritura como registro de las mutaciones y continuidades en la propia vida. El sexo, el amor y el cólera en los tiempos del capitalismo tardío. Memorias de putas alegres, andanzas de perras rabiosas. Una tesis que no se podía quedar en un cajón. Una invitación a volar en enjambre. Un libro imprescindible.
En febrero del 2014 Prada-Prada lanzó su libro Placeres peligrosos. Discursos actuales sobre la sexualidad de las mujeres en el periódico El Tiempo. La investigación, resultadode su tesis de maestría en Estudios de Género en la Universidad Nacional, nos interroga sobre el papel de los discursos que circulan sobre sexualidad en nuestra construcción como sujetos generizados, habitantes del territorio consagrado hasta hace poco al Sagrado Corazón. Sus hallazgos son vitales para repensar las políticas feministas en este sur donde el placer y el peligro se hallan relacionados como en una cinta de Moebius. Placer y peligro, nos dice Nancy, son dos caras de la misma moneda, anudadas autopoiéticamente: «todas las entradas al tema del placer nos conducen al peligro que este encierra (la heterosexualidad obligatoria), y, a la inversa, cualquier entrada por el peligro termina convertida en sexualidad (erotizando la violencia)» (2013, 15).
Otro mundo es posible, lo estamos haciendo posible
Si alguien le lleva la pista a la proliferación de los discursos sobre sexo en los medios impresos colombianos, esa es Nancy Prada-Prada. Cofundadora a finales de
los noventa del periódico Tabú, el «primer periódico sobre sexo en Colombia» como proclamaba su eslogan, y creadora en el 2006 de uno de los blogs más controvertidos del periódico El Tiempo, «El sexo de Sofía», donde nos contaba semanalmente y casi en tiempo real sus aventuras erótico-afectivas, pero también sus relaciones eróticas pero no afectivas y afectivas pero no eróticas. Por aquellos primeros años del segundo milenio, Nancy —que se declaraba bisexual— publicitaba su vida íntima y de paso, a partir de esa escritura en primera persona, nos hacía cuestionar sobre nuestra manera de relacionarnos con el sexo, con el placer, con el erotismo y con los afectos. Sus columnas terminaban siempre recordándonos que «otro mundo es posible» y afirmando que «lo estamos haciendo posible».
La heterosexualidad obligatoria como detritus del discurso sobre el placer
Desde hace ya algún tiempo y casi en simultaneo a la escritura de sus Placeres peligrosos, Nancy se autodefine como lesbiana. Y es que ella devino lesbiana con la escritura deeste libro, es una feminista lésbica «libremente conversa», porque entendió, tal y como nos lo muestra en su libro, que la heterosexualidad como régimen político —ese que perpetúa la dominación de un sexo sobre otro (Wittig 2006)— se reinscribe en discursos aparentemente libertarios, como los que parecen incentivar encuentros lúbricos con el placer. En ese sentido, su devenir lesbiano no tiene solamente que ver con sus preferencias sexuales, sino sobre todo con la renuncia a participar de la ideología hetero-sexual y su compromiso por dinamitarla. Esto es en últimas lo que hace en este libro.
Nancy pertenece a la generación de las que crecimos con el rock en español como banda sonora de la adolescencia, con el pegajoso «sexo compro-sexo vendo» sonando detrás de nuestros primeros acercamientos al cuerpo de otrxs. Crecimos ya en una cultura hipersexualizada, habitando frecuentemente con discursos que oscilaban entre esa invitación a sexualizarnos tan pronto como fuera posible —especialmente por parte de los mass media, pero también de algunos ecos del feminismo y de los movimientos de liberación sexual que se lograban colar hasta nuestros perforados oídos— y los discursos provenientes sobre todo de la familia, de la religión y del colegio que intentaban, casi como quien inicia una batalla sabiendo de antemano que la ha perdido, mantenernos vírgenes, si no hasta el matrimonio, por lo menos sí hasta que apareciera «el verdadero amor». Y es que para ese entonces, la scientia sexualis en su versión 2.0, la sexología, centrada ya no en las perversiones sino en el placer sexual, había hecho lo suyo en el contexto colombiano.
El libro empieza con un relato en primera persona que localiza la forma en la que el asunto de la sexualidad se presentaba en su adolescencia como un claro marcador de género: «Identifiqué rápidamente que me estaban prohibidas algunas cosas por el hecho de ser mujer, y que la mayoría de ellas tenían que ver con mi dimensión erótica» (2013, 19). Sin embargo, su preocupación sobre el tema de la sexualidad «no es una fijación adolecente», sus múltiples andanzas por el activismo y la teoría feminista le han hecho cualificar «esa sospecha primigenia» al comprender que «la sexualidad no es un tema menor, sino que es estructural, elemento constitutivo (y no accesorio) de la dominación masculina» (2013, 21).
«¿Cuál es el mandato de género que circula en esos discursos sobre sexualidad?» (2013, 53). Con buen ojo feminista, Nancy interroga los discursos sobre sexualidad entendiéndolos como dispositivos biopolíticos que producen los cuerpos que parecen describir. La autora revisa discursos provenientes de los ámbitos médico, científico, religioso, publicitario, etc. Todos parecen haberse puesto de acuerdo para gritarnos a coro, aunque en diferentes tonalidades: tengan mucho sexo y disfrútenlo al máximo, deséenlo, que les ayudaremos a producir ese deseo, pero solo recuerden que el mayor placer se obtiene con una pareja estable, monógama y por su puesto del sexo contrario. Si este placer se obtiene al interior del matrimonio, tanto mejor.
Scientia Sexualis 2.0
Prada-Prada muestra cómo «el discurso sobre la sexualidad ha sido colonizado por la disciplina heredera de la psiquiatría que se ha autoconferido el monopolio sobre él: la sexología» (2013, 75). Su análisis indica que las relaciones heterosexuales son el centro del discurso sobre el placer sexual; discurso heteronormativo en tanto que reinscribe los mandatos de género tradicionales: hombre/activo, mujer/pasiva, hombre/deseante, mujer/deseable, hombre/dinero (proveedor), mujer/belleza (cuidadora) (2013, 106), pero además restablecen lo que la autora denomina «los cinco grandes pilares de la heteronormatividad: prescripción de la pareja estable, coito-centrismo, interpretación del deseo femenino en perspectiva masculina, ignorancia o persecución al disidente sexual y, por su puesto, heterosexualidad como única opción sexual legítima» (2013, 167).
Si bien la investigación da cuenta de la existencia de discursos sobre personas con orientaciones sexuales o identidades de género no normativas, su vida erótica aparece silenciada. «Gran paradoja —advierte la autora— pues al mismo tiempo las referencias a personas lesbianas, gais, bisexuales y trans las ubican como sector tematizable, justamente en virtud de sus opciones sexuales» (2013, 117).
A partir de este énfasis en el placer erótico, propuesto por la sexología, las prácticas eróticas heterosexuales van a ser narradas con lujo de detalle: posiciones más estimulantes, juguetes sexuales, simulacros de prácticas sadomasoquistas, técnicas de estimulación manual u oral. Algunas de estas prácticas que un siglo atrás habrían ubicado a quienes las practicaban en la «familia de los perversos» aparecen ahora ligadas a la idea de una «vida sexual plena», esa que posibilita el fortalecimiento de la pareja (heterosexual, siempre heterosexual, estable y monó-gama) y con algo de suerte y persistencia, a la familia. La no heterosexualidad se invisibiliza en el discurso sobre el placer sexual, es más, los sujetos que la practican se representan de manera des-sexualizada: «en mi investigación, la dimensión erótica de las personas no heterosexuales o transgeneristas no aparece en los textos referidos a la sexualidad» (2013, 117).
La discreción a la que se ven avocadas las prácticas sexuales periféricas, contrasta con el diagnóstico que Foucault hacía de los inicios de la scientia sexualis
En su Historia de la Sexualidad 1, Foucault nos explica que algunas de las técnicas por medio de las cuales el sujeto perverso era controlado y normalizado incluían la pato-logización, la clasificación y la hipervisibilización. En su diagnóstico, mientras que las prácticas sexuales periféricas se convertían en el centro del discurso, situándose en el foco de la naciente fotografía, la monogamia heterosexual —en tanto que norma— tenía derecho a «mayor discreción» (Foucault 2012, 40).
Tal vez lo que se evidencia en el análisis que nos presenta Prada-Prada es lo que podemos llamar con Preciado «La muerte de la clínica», una mutación en el aparato de verificación. Si para Foucault, la heterosexualidad era invisibilizada en el naciente discurso de la scientia sexualis, Prada-Prada rastrea en el diario colombiano El Tiempo una inversión de esta tecnología de subjetivación: la única práctica sexual que se narra es justamente la heterosexual. El énfasis parece no estar más en la hipervisibilización y patologización de los disidentes sexuales, sino por el contrario en la producción de deseo heterosexual como única forma de deseo posible, invirtiendo la lógica de la mirada y situando la erótica hetero en el centro de la indagación. Preciado nos propone que «el aparato de verificación neoliberal» hace tiempo que ha dejado de ser la clínica. Los medios de comunicación y el mercado constituyen los nuevos aparatos de verificación que subjetivizan los cuerpos, ya no como productores y reproductores, sino como consumidores.
Bajo el aparato de verificación neoliberal el consumo es, junto con la ya mencionada heterosexualidad obligatoria, otro de los pilares en los que se asienta la sexología. De hecho, estos dos pilares se entrelazan tal y como la autora lo demuestra en su análisis del reportaje titulado «El orgasmo femenino aumenta según la chequera de su pareja» (2013, 104). Ese mandato de ser deseables que se impone a los sujetos mujeres en el discurso mediático echa mano de donde puede para renovar su armario pues, al fin y al cabo, el discurso sobre el placer sexual parece ser un buen lubricante para el ya flácido capitalismo.
En esa ligazón entre consumo, heterosexualidad y deber ser del placer sexual, algunas prácticas disidentes se insertan en la lógica del mercado despojadas de su poder transgresor y convertidas en mercancía al alcance de algunos abultados bolsillos. Si esperar en casa mientras se hornea un pastel para el cansado y trabajador marido ya no es seductor para una buena parte de chicas del siglo XXI en este accidente geográfico llamado Colombia, el radicalismo sexual de los sesentas y setentas —remasterizado en una versión dócil— puede ofrecer un nuevo aspecto a la —ahora también cansada y trabajadora— esposa.
Prada-Prada afila su ojo para navegar el vasto océano de la reiteración de la misma historia contada de mil maneras distintas y encuentra un artículo titulado «El estilo “sado” se salió del closet». Al revisarlo, sin embargo, se da cuenta de que no es más que una nueva máscara —esta vez de cuero y taches— del cuento de hadas que nos habían venido relatando. El artículo hace eco de una tendencia de las últimas pasarelas, la misma que se ve expuesta en las vitrinas del norte de Bogotá: las tiendas elegantes se han travestido con la estética del sadomasoquismo y ahora toda la gente de bien, esa que se ofendería si le muerden la boca, anda de cuero y taches,de vinilo y látigo. En el análisis que propone la autora sobre el artículo, se resalta la manera en que la pareja monogámica se reinscribe también en estos discursos, además de la manera descafeinada en la que se narran opciones que podrían desestabilizar la norma heterosexual al interior mismo de las prácticas eróticas entre hombres y mujeres. El artículo señalado termina con la voz de un cuerpo parlante que nos hace imaginar a la Barbie Bondage cantando y contándonos a ritmo de jingle sobre las bondades de su nuevo estilo: «Usar esta ropa es algo que me parece sano, erótico y a nosotros nos da un componente diferente en el matrimonio» (2013, 113).
Mientras termino esta reseña, cruza por la calle un señor que grita: «Se compran libros osados». Esta es la única categoría de libros que deberíamos comprar —o mejor, leer— y Placeres peligrosos, si tuviera que clasificarse, solo cabría ahí. Su análisis hace que por fin comprendamos de manera localizada que «decirle sí al sexo no es decirle no al poder» y que a partir de ello logremos imaginarnos y crear otras formas de relacionarnos con el deseo y el placer. El feminismo que destila este libro, es de ese que tanta falta hacía, de ese que invita a reinventar la vida más allá y no más acá de las normas de género.
Referencias
Foucault, Michel. 2012. Historia de la Sexualidad, vol. 1. La voluntad del saber. Madrid: Biblioteca Nueva.
Prada-Prada, Nancy. 2013. Placeres Peligrosos. Discursos actuales sobre la sexualidad de las mujeres en el periódico El Tiempo. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Facultadde Ciencias Humanas. Escuela de Estudios de Género.
Preciado, Beatriz. 2013. «La muerte de la clínica». Conferencia dictada en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid. Disponible en <https://www.youtube.com/ watch?v=4aRrZZbFmBs>.
Wittig, Monique. 2006. El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Barcelona: Editorial Egales S.L.