UNA CATEGORÍA IMPOSIBLE: EL POSTPORNO HA MUERTO, LATINOAMÉRICA NO EXISTE1
To live in the Borderlands means you
are neither hispana india negra española
ni gabacha, eres mestiza, mulata, half-breed
caught in the crossfire between camps
while carrying all five races on your back
not knowing which side to turn to, run from;
[…]
To survive the Borderlands
you must live sin fronteras be a crossroads.2
Gloria Anzaldúa
Cuando se me pidió un texto sobre postporno centrado en Latinoamérica supuse que no se aludía precisamente a personas latinoamericanas que podrían estar en la diáspora (como sería el caso de Cecide Quimera Rosa, Klau Kinki, Helen Lafloresta, Katia Sepúlveda, Erika Trejo o yo misma quizás, entre muchas otras). Más bien supuse que, cuando se hablaba de «postporno en Latinoamérica», se hacía referencia a un marco geográfico comprendido entre Tijuana y la Patagonia, el Océano Pacífico y el Atlántico, con toda la diversidad, asimetría y el carácter difuso que esto implicaba. El por qué lo supuse, como un efecto implícito al encargo, no será cuestionado ni desarrollado a continuación. Solo plantear la duda ante el supuesto, pero sobre todo, ante el enunciado.
Según la Wikipedia América Latina se compone de veintidós países, dos de ellos aún dependientes (de Francia y Estados Unidos). Con una superficie que supera los 22.000 kilómetros cuadrados —más de dos veces la superficie de Europa—, Latinoamérica contiene en su interior una cantidad de diferencias probablemente mayores que sus similitudes. Latinoamérica es una noción tan difusa y arbitraria como la de género, que en su concepción binaria, literal e implícita resulta excluyente y reductiva de las diferencias y matices que podrían estar contenidos en ella.
¿Qué cosas comunes podría haber entre Chile y México? ¿Basta vivir en alguno de los veintidós países y ser una marrana para calzar bajo la categoría de postpornografía en Latinoamérica? ¿Dónde ocurre la postpornografía? ¿En su enunciación? ¿Cómo tener una visión omnisciente sobre un fenómeno como este? ¿Cómo hablar de lo que pasa en un continente entero? ¿Hace falta tener un pasaporte perteneciente a alguno de los veintidós países de la región para hablar sobre el tema o basta vivir en alguno de ellos? Estas preguntas no solo se orientan a cuestionar los estatutos de lo latinoamericano (sobre lo cual ya se ha dicho bastante), sino también la categoría misma de postpornografía.
La Fulminante (Nadia Granados), Monólogo del culo, Cabaret de La Fulminante, 2013, Bolonia, Italia. Foto: Sara Ballestriero, cortesía de la fotógrafa.
Algo como el postporno no puede ser definido exclusivamente por sus contenidos, sino más bien por los procesos políticos que engendra o desencadena. Muchos de estos procesos tienen como resultado representaciones disidentes: una serie de producciones videográficas, performáticas, interventivas; también se dan en contextos pedagógicos o de transferencia (talleres, charlas, encuentros) o en situaciones informales/casuales (fiestas, encuentros fortuitos, redes). Para poder reunir todo lo anterior, resultan clave para la definición de un campo postpor-nográfico eventos tales como festivales o encuentrosen torno a temáticas de desobediencia sexual, cuerpos y sexualidades no normativas. Y la contingencia.
En este contexto, no sería conducente definir la pos-tpornografía como una serie de prácticas o como el uso de determinados objetos. No es un dildo, un fisting o una orgía lo que hará emerger al postporno por los orificios. Será más bien una actitud contranormativa, y sobre todo, una búsqueda por corroer los cimientos que organizan la vida sexual regida por la heteronorma.3
Una posible metodología postpornográfica podría resumirse en los siguientes pasos: un rechazo a la naturalización de la sexualidad hegemónica (perpetuada a través de múltiples instituciones de poder, como la medicina, la iglesia, la ciencia, entre muchas otras, y de la inercia de las actitudes socialmente legitimadas) a partir de la identificación de las tecnologías por medio de las que opera; la repropiación de dichas tecnologías, en este caso las de la representación visual o corporal, o bien otras tecnologías sexuales; y por último, la visibilización pública de los resultados o procesos que estas operaciones produzcan.4
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La primera vez que se pronunció la palabra postpornografía fue en una boca holandesa, la de Wink van Kempen. En 1990 Annie Sprinkle se apropiará del tér-mino en forma situada y práctica. Ella venía trabajando como prostituta, masajista, stripper y actriz porno en la industria convencional, y a partir de la perfor-mance Post-porn modernist fue llenando de sustancia postpornográfica su cuerpo, sus proyectos políticos, activistas y, luego, artísticos. A principios del 2000, Barbara Degenevieve inicia el trabajo con su productora de queerporn ssspread.com dedicada a la sexualidad de «lesbianas femeninas cachondas, marimachos mariconas y muchos jodedores del género».5
En el mundo anglosajón la palabra queer ha funcionado como la autoenunciación de una comunidad a partir de la reivindicación de un insulto, una apropiación de la injuria o una citación contra sus propósitos originales que produciría una inversión de sus efectos (Butler 1997, 35). La palabra queer en castellano literalmente significa «rarito», «torcido», pero tras cierta genealogía política deja de lado la rotunda literalidad. En palabras de Preciado (2009) «aquello que llamo “queer” supone un problema para mi sistema de representación, resulta una perturbación, una vibración extraña en mi campo de visibilidad que debe ser marcada con la injuria». La primera vez que dicha palabra fue leída de esta forma tuvo lugar en 1990, cuando Teresa de Lauretis en la Universidad de California introdujo en una conferencia el concepto de «Queer Theory». Años más tarde se arrepiente de haberlo hecho.
Personas como Brad Epps (2008) o Felipe Rivas (2011) problematizan lo queer en Latinoamérica por medio del rescate de figuras que eventualmente habrían trabajado los temas que la teoría queer propone, antes de que fuese bautizada en el ámbito anglosajón; tal sería el caso de Néstor Perlongher y Nelly Richard, respectivamente. Así como ni Perlongher ni Richard se habrían autoenunciado como practicantes o difusores de la «teoría queer»,6 ni siquiera figuran en los catálogos destinados a la cultura LGBT.7 Citar estas fuentes tiene por objetivo incitar la duda acerca de cuándo podríamos asegurar que algo se origina, ya sea la teoría queer, el postporno o la desobediencia sexo-genérica, la disidencia a las categorías fijas de análisis que el heteropatriarcado impone.
Mapa de Lucía Egaña Rojas, 2014, mapa realizado durante el proceso de escritura del presente artículo en el que se intenta recopilar los distintos proyectos vinculados a la producción postpornográfica en América Latina. Imagen cortesía de la autora.
La Congelada de Uva (Rocío Boliver), Between Menopause and Old Age, 2012, Slovenia, Festival: City of Women, performance. Foto: Nada Žgank. Fuente: 18th International Festival of Contemporary Arts City of Women.
Si el postporno hereda del transfeminismo y de las políticas queer posicionamientos y actitudes reticentes a las categorías, ¿cómo someternos a la rigidez geopolítica de las fronteras y los pasaportes para estructurar un cuerpo de acciones, activismos y expresiones culturales a su vez difusas y posibles de ser enunciadas de manera múltiple? Hablar entonces de «postporno en Latinoamérica» implicaría un atentado a la propuesta radical que arrastra el concepto mismo de postpornografía: resistirse a cualquier categoría y a los sistemas de jerarquías que entre ellos se proponen. Latinoamérica, en su posición interseccionada por lo colonial, dentro de un entramado político, económico y simbólico de relaciones de poder, como región configurada a partir de ello, se vuelve algo complejo de definir con criterios unitarios. El encargo de este texto, como si se tratara de un acertijo cuyos términos iniciales no logro descifrar, es un ejercicio imposible. Por lo tanto, la descripción del trabajo de algunas artistas o activistas que realizaré más abajo será absolutamente parcial, tendenciosa e incompleta, y no pretende en lo más mínimo aludir a una suerte de consecuencia postporno en la región latinoamericana.
Me referiré a algunas artistas, performers, activistas que, desde su práctica situada en Latinoamérica escenifican lo que, de alguna retorcida manera, podría ser leído desde otros lugares como postpornografía. Lugares en los que quizás el propio concepto de postpornografía adquiriría algún sentido, algo vaciado en el contexto sudaka. Me referiré a algunas personas que trabajan con las dinámicas que consideraré post-porno, en algunos casos, desde mucho antes de que esta noción se popularizara en el contexto hispanohablante (tal es el caso de Rocío Boliver) y a otras que trabajan, en paralelo, en perpendicular o desde otro espacio; cuestiones que podrían ser identificadas como postpornográficas.
Seguirles llamando postpornografía es de alguna forma caer en la trampa de la homogenización. Pero, en un intento totalmente performático por adecuarme a la figura de la buena alumna, responderé al encargo aclarando que algunas de las personas que figuran en esta lista parcial, selectiva y antojadiza podrían ni siquiera ser feministas, no saber lo que es la teoría queer o trabajar sin acceso a Internet, y aunque nosea el caso de la mayoría, bien podría serlo. He elaborado un mapa de la región con nombres de personas, colectivos, festivales y publicaciones que se dedican a temas afines. Este mapa es un proceso en el que he reprobado la asignatura. Este es un mapa que tendrá que modificarse en la medida que vaya recibiendo y accediendo a más información.
Un triángulo entre México, Colombia y Chile
Hablo de cuerpos plásticos atravesados por la contingencia, vaginas por las que se abortan cristos, logotipos del estado, textos o aire. Pieles que son atravesadas por símbolos, piel engrapada con agujas sosteniendo la historia de Televisa, de Televisión Azteca, de la subdirección de medios de comunicación. El mundo de la representación televisada por dentro y por fuera, ese saber/poder saliendo por la vagina de la Congelada de Uva (Rocío Boliver, México D. F., 1956) que lo invierte, lo convierte en su opuesto y se lo vuelve a meter para regresarlo convertido en pedo.
Missogina (Constanza Álvarez), Ejercicio democrático, 2011, fotografía. «Basada en la historia autobiográfica de Missogina y la masturbación como reacción frente a un acto de culpa. 18 años recién cumplidos junto con el sentimiento de aparente inclusión ciudadana gracias a la inscripción en el sistema de votaciones chileno, el binominal. Electo el presidente Piñera, la entrada a la Universidad junto con su universalidad misma, el conocimiento del comunismo, del anarquismo y el (pos)feminismo. Surge a los 20 años el sentido de culpa de pertenecer al sistema binominal y al ejercicio democrático representativo y no directo. Como activista del post-porno, me masturbo con el binominal». Foto cortesía de la artista.
La Congelada de Uva posee un cuerpo modificado no solo por las tecnologías del género proveniente de la televisión, sino también por ganchos, agujas, cordones y alambres de púa. «Entre la menopausia y la vejez» está el espacio de la contingencia con la que ahora elabora figuraciones del gasto, del daño y del asco de lo no representado. Convertir el dolor en placer es quizá la operación que de ella hereda, de entre otros referentes, Lechedevirgen Trimegisto (Felipe Osornio, Querétaro, 1992), un cuerpo que entre la afección renal y el tarot ofrece ejercicios de misticismo sangriento para recordar rituales kitsh, configurar akelarres obscenos y desatascar cuerpos perdidos en la invisibilidad de la norma (léase la Bala Damiana, léanse los innumerables talleres que realiza principalmente en Querétaro de los que emergen nuevos performers en cada edición). Aunque Lechedevirgen trabaje desde su impuesta juventud, también lo hace desde la antigüedad de la afección, y de ahí emerge su pornochamanismo, sus actos de brujería DIY, indagando en las múltiples fronteras posibles del espiritismo contemporáneo que podríamos fácilmente llamar también, biopolítica.
La Fulminante (el personaje de Nadia Granados, Bogotá, 1978) opera a través de unos códigos propios de la cultura mainstream prostitutoria, objetualizante y erotizadora. Tomando todos estos códigos, los desarticula en operaciones críticas por medio de la ironía, la parodia y el contorneo. Esta (especie de) puta barata, actriz rubia de peluca, mujer latina y sensual ante todo, erotiza a los héroes de la revolución de izquierda latinoamericana, tragándoselos como si fuesen un simple hot-dog. De su mano, las políticas públicas, el aborto y la iglesia pueden llevarnos a reacciones que van del calentón rotundo al asco total. La Fulminante habla en una lengua que es solo suya y que entendemos por los subtítulos de los videos. El subtítulo —innecesario en la pornografía convencional pero habitual en el consumo cultural latinoamericano de la cinematografía gringa o europea—, nos ofrece constantes cortocircuitos entre la imagen del putón rubio y los discursos incendiarios que salen de su boca/coño. Mass media, capitalismo, estupro y reggeaton trae la Fulminante con sus mil pantallas, sus tacones pisando basura colombiana, su peluca medio caída y su culo sudaka meneándose al viento de la revolución y la violencia mediática. Algo tan local que cuesta entenderlo. Algo tan local como la universal experiencia de la guerra.
En la región de Valparaíso, decretada como técnicamente en la quiebra, vive Missogina (Constanza Álvarez, Quilpué, 1991), joven, «torta de oro» y gorda. Su trabajo está biográfica, geográfica y físicamente situado, increpando al capitalismo salvaje de la industria que produce marca país, religiones castrantes y cuerpos imposibles. El porno subversivo de Missogina se puede ver en espacios autogestionados, veganos, baratos y probablemente sea, de entre las personas que he nombrado hasta ahora, la que menos se identificaría con el rótulo de artista. Esa resistencia es la que su propio cuerpo implica, un exceso que no cabe, que desborda y se fortalece en alianzas de amistad. Su trabajo, además de performático, opera mediante talleres de diverso tipo, de Drag-king,8 juguetes sexuales autoproducidos, autogestión del porno, heteronormatividad, especismo y destrucción de la pareja. Así como la Congelada de Uva se apropia del cuerpo viejo como un campo de batalla, Missogina lo hace con el cuerpo gordo, alterando incluso el lenguaje que lo enuncia: «necesito volver a rearmar mi cuerpa, a reconstruir las cuerpas que habito y que escapan a mi propia piel».
Los proyectos que brevemente he enunciado habitan la zona de lo fronterizo, generando figuraciones abyectas e inclasificables. Provocan repulsión y extrañamiento al ser cuerpos, carnes y huesos puestos en el espacio de visibilidad que es lo público, lo colectivo, los espacios al alcance, la calle. De alguna forma problematizan asuntos que tienen cierta implicación con su contexto inmediato, y quizá sea esto lo que los distinga de otros trabajos en esta misma línea. Si bien la heteronorma es un asunto que afecta un espectro bastante globalizado, las maneras en las que lo hace son diversas en cada contexto, cosa importante para pensar cómo se encarna y deconstruye el binarismo y la sexualidad hegemónica en el coño sur, en Latinoamérica, o donde sea.
Barcelona, abril del 2014.
Referencias
Anzaldúa, Gloria. 1987. Borderlands/La frontera. The New Mestiza. San Francisco: Aunt Lute.
Calixto, Mariana. 2014. «Celebran Akelarre Cuir en el MUAC». Disponible en: <http://djovenes.org/ archivo/?p=9508>, consultado en abril del 2014.
Butler, Judith. 1997. Lenguaje, poder e identidad. Madrid: Editorial Síntesis.
Degenevieve, Barbara. 2007. «Ssspread.com: The Hot Bods of Queer Porn», en: C'LickMe: A Netporn Studies Reader, Katrien Jacobs, Marije Jansen y MatteoPasquinelli (eds.). Amsterdam: Institut of Network Cultures.
Egaña, Lucía y Grimm, Éris. 2014. «El cuerpo (des) patologizado como laboratorio postpornográfico para la investigación feminista», documento inédito.
Epps, Brad. 2008. «Retos, riesgos, pautas y promesas de la teoría queer», en: Revista Iberoamericana, vol. LXXIV, n.o 225, octubre-diciembre, pp. 897-920.
Preciado, Beatriz. 2009. «Historia de una palabra: Queer», en: Parole de Queer, n.o 1, abril-junio. Valencia. Disponible en: <http://paroledequeer.blogspot. mx/2012/04/queer-historia-deuna-palabra-por. html>, consultado en octubre del 2012.
ramona n.o99, Ramón. 2010. Número dedicado aMicropolíticas cuir: transmariconizando el sur, abril. Buenos Aires.
Rivas, Felipe. 2011. «Diga “queer” con la lengua afuera: sobre las confusiones del debate latinoamericano», en: Por un feminismo sin mujeres, Coordinadora Universitaria por la Disidencia Sexual (ed.). Santiago de Chile: Territorios Sexuales Ediciones.
Rubin, Gayle. 1986. «El tráfico de mujeres: notas sobre la “economía política” del sexo», en: Nueva Antropología, vol. VIII, n.o 30. México.
Sitios en Internet
La Congelada de Uva (Rocío Boliver): rocioboliver.com Lechedevirgen Trimegisto (Felipe Osornio):
lechedevirgentrimegisto.blogspot.com
La Fulminante (Nadia Granados): lafulminante.com Missogina (Constanza Álvarez): missogina.perrogordo.cl
1. Artículo con licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 2.0 (CC BY-NC-SA 2.0 ES).
2.«Vivir en la Frontera significa que tú / no eres ni hi-pana india negra española / ni gabacha, eres mestiza, mulata, híbrida / atrapada en el fuego cruzado entre los bandos / mientras llevas las cinco razas sobre tu espalda / sin saber para qué lado volverte, de cuál correr; / […] Para sobrevivir en la Frontera / debes vivir sin fronteras / ser un cruce de camino». (Anzaldúa 1987, 194-195).
3. Entendemos por heteronorma un régimen social, político y económico que organiza el funcionamiento social por medio de una validez institucionalizada por distintos estamentos (familia, iglesia, medicina, ciencia, etc.). Se sostiene en sistemas dicotómicos, binarios y jerarquizados. Gayle Rubin se refirió a la heteronorma como un «sistema sexo/género», que es el que impone una división binaria de la sexualidad, sosteniendo como norma la heterosexualidad obligatoria y todos los aspectos que se desprenden de ella en términos de roles asignados al género: correspondencia entre sexo, identidad y prácticas (Rubin 1986).
4. Este párrafo resume algunas ideas del artículo inédito «El cuerpo (des)patologizado como laboratorio postpornográfico para la investigación feminista» de Éris Grimm y Lucía Egaña.
5. Originalmente decía: «for hot femmes, studly but-ches, and lots of gender-fuck» (la traducción es mía). Los términos femme y butch son habitualmente utilizados en ámbitos queer (la traducción que se suele dar en el contexto hispa-nohablante es «transmaricabollo», «transmaricatorta», entre otros) y se refieren a caracteres de prácticas lesbianas o desgeneradas, el primero correspondiente a la exaltaciónfemenina y el segundo al trabajo de la masculinización.
6. Otras (des)adaptaciones latinoamericanas de lo queer pueden ser rastreadas en el número 99 de la revista ramona («Ramón»), donde se alude por primera vez a la palabracomo cuir. En noviembre del 2011 se celebró en el Museo Reina Sofía (Madrid) La Internacional Cuir, reuniendo una importante cantidad de videos provenientes del contexto latinoamericano. Paralelamente, en un contexto autogestionado se monta «la lokal kuir».
En México D. F., en enero del 2014, se celebra en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, el encuentro Akelarre Cuir, que convocó a artistas y activistas para reflexionar sobre «las prácticas que se inscriben en el cuerpo como una forma de acción política». A propósito del título del encuentro, Mirn* Rold*n, integrante del comité organizador, explica que akelarre, con «k», proviene del euskera «kelarre» o patio de la cueva de Sumárragui, en España; se propone con ello la idea del fuera de la cueva de la represión. Al tiempo que cuir, con «c», atiende a una idea local, latinoamericana, de articulación de diversos feminismos, en cuestionamiento a la postura anglocentrista y occidental del queer. (Véase Calixto 2014).
7. En realidad, Brad Epps (2008, 908) se refiere específicamente al diccionario de cultura homosexual, gay y lésbica de Alberto Mira.
8. Se denomina drag a las prácticas de cross-dressing (en castellano también llamado «travestismo») en la que se utiliza la indumentaria y los gestos de un género determinado de forma exagerada e histriónica. Aunque las más masificadas sean las prácticas drag-queen (performatividad femenina), también existen los drag-kings, que parodian, teatralizan y performan la identidad masculina.