Flujos, roces y derrames del activismo artístico en Argentina, 2003-2013. Políticas sexuales y comunidades de resistencia sexo-afectiva
Escenarios de activación deseante y formación de alianzas poético-políticas
En este trabajo me propongo analizar una serie de acciones poético-políticas llevadas a cabo por colectivos artísticos, grupos activistas feministas y lesbofeministas, entendiéndolos a partir de la categoría de activismos artísticos, es decir, como producciones y acciones colectivas que recuperan recursos artísticos con la voluntad de tomar posición e incidir de alguna forma en el territorio de lo político (Longoni 2009). Situarlas allí permite observar los nuevos sentidos movilizados desde la práctica artística para el desarrollo de una política sexual que agitó el territorio de los movimientos de resistencia en la última década.
Retomo las dos coyunturas señaladas por Ana Longoni (2005; 2007; 2009) que contextualizan la aparición y vitalidad de grupos de activismo artístico en Argentina en la última década, porque en la cartografía que allí se reconstruye se entrelazan situaciones que también darán lugar a la génesis de otras experiencias que pusieron en circulación, desde su práctica, nuevos modos de cuestionar el presente a través de estrategias visuales de intervención sexo-política disidente, que aquí me propongo trabajar. Estas dos coyunturas son: por un lado, el surgimiento de la agrupación HIJOS (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) en el año 1996, la cual se constituyó como espacio de encuentro, reflexión y acción política de hij*s de detenid*s-desaparecid*s durante la última dictadura militar, entre 1976 y 1983, en un complejo escenario de políticas neoliberales que desarmaban el país económica y culturalmente, y que consolidaban la impunidad con la promulgación de las llamadas leyes del perdón e indultos a militares involucrados en el genocidio llevado adelante durante la dictadura. En este contexto, emergieron numerosos grupos de artistas que intervinieron el espacio público: En Trámite y Arte en la Kalle (Rosario); Costuras Urbanas (Córdoba); y dos grupos que tuvieron un protagonismo fundamental en los escraches —acciones directas impulsadas por HIJOS, que denunciaban públicamente la impunidad de los represores promoviendo estrategias de condena social—, el GAC (Grupo de Arte Callejero) y Etcétera (actualmente Internacional Errorista).
La segunda coyuntura que Longoni señala es la eclosión de la crisis neoliberal del 2001, que se materializó en una crisis política y financiera de extrema agudeza, cuyas consecuencias fueron el desempleo masivo, una fuerte crisis de representación política y manifestaciones sociales masivas que resistieron los embates policiales dejando numerosas víctimas fatales. En este contexto, surgieron espacios de organización política horizontal, experiencias de fábricas recuperadas, asambleas barriales, grupos de activismo independiente, vecinos organizados en comedores sociales, movimientos de desocupados, movimientos piqueteros y activistas culturales, concentrando así la más grande complejidad de nuevos movimientos sociales (Svampa 2008; 2010) articulados en su práctica con partidos políticos de la izquierda tradicional.
En este periodo, la inestabilidad institucional y de ocupación del espacio público fueron las condiciones de aparición de nuevas formas de intervención artística y acción directa de grupos como el Taller Popular de Serigrafía (TPS); Argentina Arde (y su rápida escisión Arde! Arte); Colectivo KinonuestraLucha; Grupo Intergaláctica, entre otros colectivos artísticos vinculados a partidos de izquierda.
Ahora bien, a las coyunturas mencionadas podríamos sumar dos acontecimientos que aportaron, desde sus respectivas complejidades, a la génesis y el accionar de grupos de activismo artístico que movilizaron sentidos desde una política sexual crítica. Por un lado, la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario, el 22 de julio del año 2010, convirtió al país en el primero de toda América Latina en aprobar como derecho constitucional el matrimonio para parejas del mismo sexo. Este acontecimiento reconocía, en la modifi-cación de las reglamentaciones del Código Civil Argentino, una trayectoria activista de larga data que se había iniciado en la década de los noventa con la redacción de diver-sos proyectos de matrimonio civil (Asociación Gays por los Derechos Civiles), y la cual sería continuada más tarde con la figura del parteneriato (Sociedad de Integración Gay Lésbica Argentina), unión civil (Comunidad Homosexual Argentina) y, finalmente, de matrimonio igualitario (Federación Argentina LGBT). El segundo acontecimiento signi-ficativo tuvo lugar el 24 de mayo del 2012, con la aprobación de la Ley de Identidad de Género, que marcó un profundo cambio en la historia del activismo LGBT local. Ciertamente, Argentina se convirtió en el país con una de las leyes más progresistas en el mundo, impulsada por el Frente Nacional, mediante la Ley de Identidad de Género —una coalición de activistas trans y aliados de todo el país— que protege y presenta garantías constitucionales con perspectiva despatologizante para la comunidad de personas trans. Estos dos episodios marcaron el ritmo de las discusiones internas del movimiento LGBT, despertando fuertes tensiones, tanto por las representaciones que movilizaban algunas estrategias políticas y las dinámicas de poder empleadas por algu-nas organizaciones, como por las contradicciones del reconocimiento estatal —estas disputas se dieron mayoritariamente en el caso del matrimonio igualitario— y abrieron el campo a la circulación de enunciados de fuerte criticidad y transformación cultural, gestando debates y representaciones antes impensadas.
Cuerpos lesbianos en juego:
infectando el feminismo, contaminando el espacio público
En el año 2003 irrumpe en este escenario Mujeres Públicas. Integrado por Magdalena Pagano, Lorena Bossi, Fernanda Carrizo, junto a Verónica Fulco y Cecilia Marín (quienes participaron solo los primeros años), se definirá como un «grupo feminista de acti-vismo visual». La primera acción que realizaron como colectivo fue la aplicación del afiche Todo con la misma aguja, en la movilización por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, el 8 de marzo de ese año. La recepción conflictiva de este afiche por parte de algunas activistas feministas al momento de su colocación, podría interpre-tarse como uno de los síntomas que explica el contexto ríspido de su surgimiento, así como las resonancias positivas de su constitución como grupo: la necesidad del feminismo de renovar su propio lenguaje (Rosa 2010).
Esta apuesta por abordar problemáticas feministas desde una exploración visual, performática y comunicativa recuperaba esos modos de acción del arte crítico que las había encontrado e interpelado anteriormente en su trayectoria como artistas y activistas: Fernanda Carrizo formó parte del Grupo Costuras Urbanas —surgido en el año 1997 como una deriva de un taller dictado por Juan Carlos Romero y Teresa Volco en la ciudad de Córdoba—, y junto a Lorena Bossi formaban en simultáneo el Grupo de Arte Callejero (GAC). Por su lado, Magdalena Pagano había estado vinculada a espacios de poesía visual, reflexión y producción artística junto a Teresa Volco, Juan Carlos Romero e Hilda Paz, entre otros, quienes tenían una importante tra-yectoria en agenciar espacios colectivos de producción poética y crítica de inter-vención en el espacio público, mediante afiches políticos e intervenciones cuerpo a cuerpo con la distribución de objetos múltiples de agitación poética en contextos de movilización social o en espacios específicos del campo artístico. De este modo, Mujeres Públicas se ubica en dichas coordenadas de acción, desafiando —al igual que otros grupos contemporáneos— los vínculos entre arte y política, pero también produciendo, desde una mirada con cierta opacidad humorística, enunciados feminis-tas críticos por medio de herramientas visuales de intervención poética y política de libre circulación.
Una de las acciones que ha sido reapropiada incontables veces por activistas femi-nistas, lesbofeministas y queer dentro y fuera del contexto argentino, ha sido el Proyecto Heteronorma (2003). Esta acción fue producida por el colectivo en distin-tas etapas y soportes, pero su primera irrupción se dio durante la exhibición «Arte en Progresión», que tuvo lugar en el Centro Cultural General San Martín. Esta muestra se propuso como una serie de encuentros donde se trabajó sobre «nuevas tenden-cias y experimentación artística», e incluyó una intensa reflexión sobre el lugar de la tecnología, organizada en tres fases (véase Corvalán 2003). En mayo del 2003 Mujeres Públicas participó en la segunda fase, con una intervención que consitía en pegar unos afiches hechos en papel sulfito, impresos con esténcil y rodillo, donde aparecían las siguientes preguntas: «¿Es usted heterosexual, cómo se dio cuenta? ¿Es usted heterosexual, su familia lo sabe? ¿Cree que su heterosexualidad tiene cura? ¿Qué haría si su hija le dice que es heterosexual? ¿Es usted heterosexual, lo saben en su trabajo, teme que lo despidan? ¿Qué opina de que los heterosexuales adopten?». Por decisión del grupo, los afiches se instalaron en la ruta que va del taller donde los habían producido hasta la puerta del Centro Cultural, sin ingresar a la institución.
En otra instancia del Proyecto Heteronorma, Mujeres Públicas editó y realizó una encuesta bajo el rótulo de una organización ficticia denominada C.H.A (Comunidad Heterosexual Argentina), un guiño irónico que adoptaba las siglas de la Comunidad Homosexual Argentina —organización histórica de la diversidad sexual local, fundada en 1984—. En esta entrevista realizaron la misma serie de preguntas de los afiches, sobre la naturalización de la heterosexualidad como una opción sexual, invirtiendo los cuestionamientos mediante los cuales se interpela a la comunidad LGBT. Este modelo de «encuesta irónica y absurda», comenta Magdalena Pagano (2014), inte-grante de Mujeres Públicas, fue una suerte de inspiración que surgió a partir de una acción realizada por el Grupo de Arte Callejero (GAC) en la misma muestra de «Arte en Progresión» (AA.VV. 2009). El GAC fue invitado a participar en esta misma muestra y presentó junto al Colectivo Situaciones la acción Desalojarte en progresión, que tuvo como objetivo visibilizar los desalojos efectuados por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en el barrio de San Telmo, mediante la interpelación directa de la institución artística gestionada por el mismo gobierno, específicamente a partir de la expulsión de un grupo de vecinos que había ocupado una porción de tierra próxima al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Este desalojo se realizó con el justificativo de la ampliación del museo en cuestión. Durante la exhibición, el GAC y el Colectivo Situaciones colocaron un estand con banderas y afiches, promoviendo la apertura del Shopping para artistas, mientras interrogaban a los artistas sobre su posición frente al desalojo, la funcionalidad de este predio para el museo y la justificación de una acción de violencia contra los vecinos desalojados. Durante la inauguración y en otros momentos de la muestra, las chicas del GAC realizaron una serie de encuestas, a modo de performance, al público de la muestra, con preguntas irónicas que temati-zaban la política represiva del gobierno de la ciudad.
Mujeres Públicas, Proyecto Heteronorma, 2003, Buenos Aires, Argentina. Archivo Mujeres Públicas
La encuesta de Proyecto Heteronorma fue repartida por Mujeres Públicas en diver-sas instancias, por ejemplo, los días domingo en plazas públicas a familias y todo tipo de transeúnte con el que se cruzaran. Lo más interesante de este proyecto es que se alinea con la política de producción sostenida por el colectivo, donde la ausencia de firma, la producción de múltiples y la circulación en línea de sus materiales per-miten la socialización y la reapropiación de sus intervenciones, disponiéndolas como herramientas visuales y performáticas para la activación poética de discursos feministas críticos. Puntualmente, esta encuesta se ha convertido en una de sus acciones más reproducidas, multiplicando los efectos que esta propone y desna-turalizando esa invisibilidad con la cual se construye la heterosexualidad como una subjetividad hegemónica, sostenida por discursos de odio e intolerancia hacia otros modos de vida posibles.
En octubre del año 2004, durante el XIX Encuentro Nacional de Mujeres en la provin-cia de Mendoza, Mujeres Públicas intervino en el primer día —cuando las corrientes feministas, los movimientos sociales y las activistas independientes se reunieron a la espera del acto de apertura—, con la acción La mancha lesbiana: una bandera naranja de dieciséis metros, desplegada con la consigna, en letras negras, «Las lesbianas ya no jugamos a las escondidas, ahora jugamos a la mancha», delimitando el espacio en donde pelotas inflables de gran tamaño, con la leyenda «La mancha lesbiana te toca», revotaban entre las participantes, quienes alegremente se entregaban al juego pro-puesto. Como reconoce la historiadora del arte María Laura Rosa, una parte intere-sante del trabajo de Mujeres Públicas también señala de manera crítica, hacia adentro del feminismo, preguntas que intentan desnaturalizar el heterocentrismo con el que la voz de este movimiento político se ha construido históricamente (Rosa 2010). Este tipo de acciones abrieron espacios para reflexionar sobre la identidad lésbica, la invisibilidad institucionalizada, la lesbofobia externa e interiorizada y la violencia entre lesbianas. En particular, esta acción se propuso como una manera de visibi-lizar no solo la identidad lésbica dentro de los movimientos de mujeres feministas, sino para poner en evidencia que la presencia de la política lésbica dentro de este movimiento tradicionalmente compuesto por mujeres heterosexuales ocupaba un lugar relegado, incómodo y subalterno. La mancha lesbiana actuó como una acción lúdica y promiscua de identificación viral, donde la identidad lesbiana se expandía en el juego, quebrantando un destino de silencio.
Mujeres Públicas, Proyecto Heteronorma, 2003, encuesta. Archivo Mujeres Públicas.
El sábado 26 de junio del mismo año, la Red Informativa de Mujeres de Argentina (Rima),1 en conjunto con Safo Piensa,2 organizó la Primera Jornada de Reflexión Lésbica de Rosario (provincia de Santa Fe) llamada «Entre Nosotras». Este encuentro contó con la participación de activistas lesbianas de distintas provincias del país y buscó ser un espacio de reflexión crítica sobre experiencias del activismo lésbico. Entre las participantes se encontraban Macky Corbalán y Valeria Flores de la provincia deNeuquén, quienes en el 2003 habían conocido a Bruno Pewén3 en el Taller de Mujeres y Lesbianismo durante el Encuentro Nacional de Mujeres, realizado en la ciudad de Rosario, y con quien habían comenzado a articular espacios de discusión y encuen-tro entre lesbianas y mujeres bisexuales. A comienzos del 2004 se sistematizó esta necesidad de producir espacios específicos de circulación de saberes y experiencias lesbianas, y conformaron el Grupo de Reflexión Lésbica, donde experimentaban diná-micas grupales de reflexión sobre textos escritos por lesbianas. Este espacio fue una de las primeras agencias políticas locales del sur del país en desarrollar procesos de politización de la visibilidad lésbica, los cuales, hasta el momento, se habían visto obstruidos por los discursos feministas tradicionales que situaban sus prácticas políticas desde una retórica representativa de fuerte articulación legal, donde la mujer era la sujeta política indiscutida.
Mujeres Públicas, La mancha lesbiana, 2004, fotografía de la acción realizada en el XIX Encuentro Nacional de Mujeres en Mendoza. Archivo Mujeres Públicas.
En este primer encuentro, Valeria Flores leyó un texto titulado «Fugitivas en el desierto: voces lesbianas en un paisaje heterosexual» (Flores 2005), donde menciona por primera vez el nombre que, avanzado el año 2004, tomará el grupo de activismo lésbico feminista integrado por la autora junto a Macky Corbalán, Bruno Pewén y Cristina Martínez. Fugitivas del Desierto se constituyó, entonces, a partir de una necesidad que había crecido en ese espacio reservado de reflexión, y se propuso desde sus comienzos habitar y visibilizar la identidad lesbiana en la calle de manera crítica y fundamentalmente poética, alejándose de los mecanismos de intervención tradicionales de la política de izquierda y de las dinámicas representativas del feminismo de mujeres, para comenzar, de este modo, un proceso de politización de la vida cotidiana como lesbianas feministas. En las imágenes que moviliza el nombre elegido, y en lo expuesto en ese documento antecesor, encontramos unas primeras señales representativas de los marcos teórico-políticos que tendrán persistencia durante el accionar poético del grupo en sus intervenciones callejeras, en la articu-lación de espacios activistas autogestivos de políticas sexuales disidentes (Espacio de Articulación Lésbica – EspArtiLes y Potencia Tortillera) y en la producción teórica que llevaron adelante desde el 2004 hasta finales del 2008.
La identidad lesbiana aparece aquí como aquella que se constituye a partir de una fuga (Wittig 2006), como un devenir prófugo de productivización poética y política desde el cual desmarcarse y hacer explotar las representaciones opresivas que sostienen y reproducen la heterosexualidad obligatoria como régimen político cultu-ral de producción normada de cuerpos y deseos. Esta estrategia genera una tensión considerable y creativa, entre una política de visibilidad que reivindica la identidad lesbiana como espacio político de resistencia al borramiento y la invisibilización, pero que de la misma manera siempre se pronuncia desde la movilidad, habilitando espacios para otros posibles devenires posidentitarios. La lesbiana fugitiva escapa, además, a ese desierto construido como ficción política desde la mirada heteromasculina, colonialista, que sostiene en silencio el genocidio histórico de los pueblos origina-rios como parte del proyecto moderno de una nación civilizada, y no será menor esta politización de lo local en el desarrollo de su poética activista en donde: «la localiza-ción nos permite entender de qué modo ciertos cuerpos, ciertas relaciones y cier-tos deseos en esos contextos concretos pasan a ser más o menos vulnerables que otros» (Fugitivas del Desierto 2007).
Los modos de acción política desde los cuales se enunció Fugitivas del Desierto tenían como lenguaje la experimentación con objetos múltiples, instalaciones, afiches, volantes, poemas, intervenciones callejeras, fanzines, grafitis y esténciles, a los que llamaron «artillería artístico-política»: herramientas de interpelación poética con lenguaje pendenciero, que produjeran múltiples afectaciones posibles para desmante-lar la producción de subjetividades heteronormadas, abriendo grietas para la repre-sentación y la acción de una política lésbica inconforme e inapropiada. Estos modos de producir política desde dispositivos visuales o performáticos las situaron en un lugar disruptivo en el escenario de articulación política local y de la época, porque producían espacios de experimentación imaginativa radical —que ponían en jaque los procesos de normalización de la diversidad sexual y los imaginarios culturales hegemónicos—, para poder abrir un flujo inventivo de experiencias vitales y de iden-tificaciones sexuales más libres, sin reproducir de manera ambiciosa las posiciones políticas de los grupos mayoritarios contemporáneos, entendiendo al feminismo como «una serie de prácticas diversas, dispares y, a menudo, contradictorias, que dibujan, sin delimitarlo nítidamente, un fértil territorio de confrontación y diálogo» (Fugitivas del Desierto 2010); y no como un campo de acción política estructurado, orgánico y cerrado en la obtención de derechos para una identidad sexo-genérica vulnerada de manera particular (las mujeres, por ejemplo).
Fugitivas del Desierto, Objetos que (h)a(r)tan, 2005, fotografía de la acción realizada el 8 de marzo en Neuquén. Archivo Fugitivas del Desierto.
Me interesa recuperar aquí tan solo dos acciones de la vasta producción de este grupo, que pueden dar cuenta de esos planos posibles de acción presentes en sus prácticas: por un lado, la producción de dispositivos visuales o performáticos que señalan y transforman la violencia de las tecnologías por las que se produce la heterosexualidad obligatoria y las violencias inherentes al sostenimiento de este sistema, creando espacios de transformación y afectación colectiva mediante la toma del espacio público, para hacer circular una política lesbiana revulsiva; y, por otro lado, la producción de experiencias que apuntaron críticamente a inte-rrumpir los crecientes discursos de asimilación y normalización articulados por las organizaciones de la llamada diversidad sexual, mediante una disputa simbólico-política de las representaciones domesticadas y puestas en marcha por los discur-sos de la aceptación, alrededor de los debates por la aprobación del matrimonio igualitario, por ejemplo. El 8 de marzo del 2005, con ocasión del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, Fugitivas del Desierto hizo circular una invitación donde convocaban a participar en una instalación colectiva llamada Objetos que (h)a(r)tan, a realizarse en el monumento a San Martín, corazón urbano de la ciudad de Neuquén. Se propusieron, en el marco de distintas acciones colectivas, invitar a que mujeres y lesbianas feministas lleva-ran objetos que sintieran que las hartaban/ataban, acompañados por un texto que comentase de forma anecdótica esa opresión, para ser colocados en una extensa
lona negra en el asfalto del cruce peatonal del territorio intervenido. Hacia el final de la actividad, la disposición de los objetos rebasaba la superficie disponible, con-formando un muestrario de signos opresivos para su existencia, que se entremez-claba con los testimonios escritos que justificaban cada elección. Los Objetos que (h)a(r)tan daban cuenta de las distintas materialidades en las que operan las tecnolo-gías de opresión del sistema sexo/género heteronormado, (re)produciendo la norma. Este acto colectivo de identificación y reelaboración política sobre y desde estos objetos, permitía transformar de manera desobediente esos sentidos ya instituidos en las materialidades elegidas, torciendo la funcionalidad opresiva asignada, volvién-dolos herramientas posibles de intervención pública, construyendo un espacio plural de acción empoderante y de transformación de esas subjetividades vulneradas.
El 1 de noviembre del 2008, en la XVII Marcha del Orgullo LGBT, Fugitivas del Desierto realizó la acción conocida como La (h)onda Lesbiana. En un contexto de creciente circulación de discursos asimilacionistas de las grandes organizaciones de la diversidad sexual, Fugitivas irrumpió en la marcha con hondas (armas artesa-nales típicas de los movimientos piqueteros del sur argentino y de los movimientos de resistencia de los cuales ellas mismas formaron parte) con las cuales dispara-ban hacia el cielo y en múltiples direcciones pequeños proyectiles (municiones de telgopor) en los que se leían las siguientes inscripciones: «Mercado Rosa es dis-ciplinamiento», «La heterosexualidad es un régimen político», «Soy pobre y torta», «Soy maestra tortillera», «Mi cuerpo es mi política», «Soy trans lesbiana», «Soy una trabajadora precarizada y lesbiana», «No a la falocracia gay». Esta acción fue reali-zada a lo largo del trayecto que implica la movilización desde la Plaza de Mayo hasta el Congreso de la Nación.
Como parte de la acción, a su vez, las Fugitivas distribuyeron un volante en el que se preguntaban: «¿Dónde están, el disturbio sexo-político, el piquete de cuerpos reclamando y reivindicando los placeres prohibidos, psiquiatrizados y medicalizados?». Denunciaba explícitamente a la nueva clase media de la diversidad sexual acomo-dada, que accedía crecientemente a un mediocre reconocimiento de su voz y de su experiencia de vida en tanto consumidor y reproductor del capital, con la pregunta: «¿Cuánto cue$ta la normalización?».4 Esta acción, como muchas otras de este grupo, estuvo impulsada mediante un desdoblamiento de su propia voz, encarnado por las Trolas del Desierto, una fuga de sí mismas creada desde una lógica de actuación queer donde, por medio de la reapropiación de la injuria, se permitían practicar inter-venciones y discursos de fuerte incomodidad y revulsión.
Fugitivas del Desierto, La (h)onda lesbiana, 2008, volante de la acción realizada en la XVIII Marcha del Orgullo LGBT, Buenos Aires. Archivo Fugitivas del Desierto
Tecnologías de reescritura: contranarrativas
y laboratorios urbanos de experimentación posidentitaria
También en el 2008 y en la misma Marcha del Orgullo LGBT, organizada el 1 de noviembre en la Plaza de Mayo, se realizaba el Segundo Encuentro de Serigrafistas Queer coor-dinado por la artista Mariela Scafati. La convocatoria constaba de un llamado abierto a un taller de serigrafía para la producción de estampas durante el festival cultural que antecede a la movilización. En esta convocatoria se invitaba a participar de la acción con diversos soportes y textos: camisetas, banderas, capas, sábanas, corti-nas, calzones, dibujos o poesías. El primer encuentro que funda la historia del accio-nar de Serigrafistas Queer se realizó el año anterior, el 16 de noviembre, en la ciudad de Buenos Aires, bajo el nombre de Primer Encuentro de Serigrafistas Gay, realizado en el local de la Galería Belleza y Felicidad, que estuvo abierto a producir mensajes para posteriormente lucir en la Marcha del Orgullo LGTB, realizada al día siguiente en la Plaza de Mayo.
En su segunda edición, el accionar de Serigrafistas Queer implicó la producción de las matrices de reproducción serigráfica para el estampado colectivo de frases, in situ, con las consignas que pudieran aparecer en el momento mismo de la movi-lización. Allí se imprimieron frases como «Todo Sí» y «Un arcoíris se despliega en la noche, no hagas preguntas». Pero es en el año 2010, cuando se realiza el Tercer Encuentro de Serigrafistas Queer, donde se establecerá como dinámica de pro-ducción el desarrollo de instancias previas de trabajo colectivo coordinadas por Mariela Scafati en su taller, y donde compartirá conocimientos básicos sobre serigrafía artesanal, pero en las que también comenzarán a circular de forma exploratoria y solidaria otros tipos de saberes, experiencias políticas y afectos relativos a la producción de los mensajes e imágenes elegidas por cada participante. En esa oportunidad se produjeron de forma colectiva estampas como las siguientes: «Cristina, sigamos trabajando juntas», «Somos malas podemos ser peores», «Estoy gay», «Fuerza Kristina», «Política y Amor», «Lady Entidade Género», «Amo a mi mamá travesti», «Sin demora, Ley de Identidad ahora», «Aborto legal es vida», «Lucha ama a victoria» y «El machismo mata».
Serigrafista Queer, Primer Encuentro de Serigrafistas Gay, 2007, Buenos Aires. Foto cortesía de Mariela Scafati.
De forma gradual comenzaron a materializarse las características que definirán las acciones de Serigrafistas Queer: la producción de un taller abierto de serigrafía para intervenir y ocupar el espacio público y la territorialidad de una manifestación, donde se imprimen frases, poesías, denuncias o imágenes en soportes relativos a la vestimenta de quien se acerca a participar de la acción, ya sean camisetas, sudade-ras, chaquetas, tops; o también soportes comunicativos propios de las movilizaciones sociales como banderas, panfletos, volantes o prendedores personales. Todas estas producciones hacen alusión particularmente a políticas sexuales e identitarias, algu-nas de forma más directa y otras con un lenguaje metafórico.
La apuesta por el uso de la serigrafía y las experiencias gráficas como herramien-tas poético-políticas que posibilitan la producción creativa de enunciados críticos hacia un presente hostil; la elección de una técnica que permite una alta posibilidad de reproducción a muy bajo costo y que fácilmente puede ser socializada, permi-tiendo la incorporación de múltiples actores a la acción; la construcción de un taller de producción serigráfica en el espacio público y la transformación de la calle como escenario primordial de intervención crítica mediante dispositivos visuales en estre-cha relación con los movimientos sociales aparecen como antecedentes de prácticas artísticas críticas de intervención pública que tensionan su vínculo con la política (Expósito 2011). Un ejemplo es el Taller Popular de Serigrafía, que hace su aparición en el 2002, agrupado alrededor del movimiento asambleario surgido tras la insurrec-ción popular de diciembre del 2001 y fundado en el marco de la Asamblea Popular de San Telmo por Magdalena Jitrik, Diego Posadas y Mariela Scafati, y que luego también estaría integrado por un amplio número de artistas (Longoni 2005, 2007, 2009).5 Estos intervinieron en el contexto explosivo de luchas sociales y movimientos de protestas con imágenes que eran estampadas en papel, banderas, pañuelos y camisetas durante el transcurso de las manifestaciones. Entre 2002 y 2007 el TPS produjo imágenes para más de cincuenta escenarios de luchas sociales, donde se intentaba dejar plasmado el momento, el lugar y la causa específica por la que se estaba realizando la protesta. El modo de producción del taller estuvo signado por el trabajo colectivo previo a la movilización, por medio de jornadas de trabajo, bocetos y comunicación interna en las que se decidía la estampa a realizar, con la temática exigida por el acontecimiento político más próximo. Luego, una vez instalados en el espacio público, ocupando de forma particular la movilización y montando el taller al aire libre, se procedía a estam-par sobre los soportes cedidos por los participantes. La insistencia y multiplicación de consignas e imágenes sobre camisetas se convertirá en su mayor reconocimiento (Granieri y Katz 2010).
En la experiencia de Serigrafistas Queer, lo que se vuelve particular es la cons-trucción de un espacio que funciona como plataforma móvil en el que se deja de lado la identidad orgánica de un colectivo para construir una especie de refugio en el tránsito de la acción sobre el presente. Se trata de un lugar en el que las herra-mientas para producir intervenciones poético-políticas que desestabilizan el orden heteronormado de una sociedad están disponibles para ser compartidas, multipli - cadas y reapropiadas. Es así como este espacio se materializa como una parada momentánea, en un intenso flujo de invención creativa de los cuerpos y sus deseos. Las personas están invitadas y tienen la posibilidad de entrar y salir de esta pla-taforma, donde no se necesitan saberes específicos, donde no existe exigencia, constancia o llamado a la organicidad, sino que más bien se abre la posibilidad al deseo fluctuante de quien intenta incidir sobre un territorio en el momento en que puede y con quienes estén dispuestos a hacerlo. Hay personas que han participado desde el primero de los encuentros o personas que solo han participado de los talleres de producción previa a las Marchas del Orgullo, incluso, quien solo se ha acercado a estampar su camiseta en el taller montado en la plaza pública. Entender el accionar de Serigrafistas Queer como una plataforma o un espacio-lugar-refu-gio construye una flexibilidad alrededor de la subjetividad serigrafista queer que se distancia de los enunciados tradicionales del sujeto activista sin asumirla como una falta de compromiso, sino como una fluctuación libre y caprichosa que agencia el caos creativo.
Lo que aquí existe, entonces, es la libertad de operar y emitir mensajes críti-cos pero que están siempre unidos a la circulación del deseo colectivo de quienes están produciendo las imágenes en cada encuentro en particular. La realización de estas serigrafías no está subordinada a un acontecimiento político determinado, ni funciona de forma reactiva frente a una injusticia específica. Su accionar está vinculado a la producción reflexiva y crítica de imágenes que responden a políticas sexo-afectivas de resistencia del colectivo LGBT, en las que encontraremos repre-sentaciones que pugnan por la reivindicación y el reconocimiento de las identidades sexuales disidentes de la norma heterosexual (por ejemplo, la estampa «Sin demora, Ley de Identidad ahora», en relación con la Ley de Identidad de Género), pero también enunciados que discuten con el régimen de producción identitaria cons-truido a partir de la elección sexual y con el género como sistema de codificación y producción de cuerpos atrapados en la lógica binómica hombre-mujer (estampas como «Ni varón, ni mujer, ni XXY, ni H2O» realizada a partir de un poema-canción de la artista y activista trans Susy Shock).
Cuerpo Puerco y Acento Frenético, Estudio fotográfico móvil, 2011, XX Marcha del Orgullo LGBT, 5 de noviembre, Buenos Aires. Foto: Laura Gam.
En el año 2011 —al mismo tiempo que se realizaba el Cuarto Encuentro de Serigrafistas Queer—, el colectivo Cuerpo Puerco, en conjunto con Acento Frenético,6 desplegaba en la misma Plaza de Mayo un Estudio fotográfico móvil, que consistía en una silla plegable, un equipo fotográfico y un panel de fondo, fácilmente portables a donde fuera necesario, con el cual convocaban a las personas que qui-sieran desnudar sus torsos para ser fotografiados. Esto se realizó en varias opor-tunidades: en octubre, en el II Festival por la Despatologización de las Identidades Trans (La Plata) y en noviembre, en la XX Marcha del Orgullo LGBT (Buenos Aires), entre otras. Esta acción, sin embargo, formaba parte de un proyecto de mayor extensión y complejidad llamado Proyecto Endo.
El colectivo artístico Cuerpo Puerco, integrado por María Fernanda Guaglianone y Guillermina Mongan, comenzó a trabajar en el año 2005, cuando se propuso reflexionar sobre la utilización del cuerpo en la sociedad de consumo, cuestionando las nocio-nes de público y privado que lo atraviesan, la pornografía y la deconstrucción de las identidades sexuales, de género y la multiplicidad de sujetos que las encarnan. Anteriormente habían trabajado con experiencias que ponían en tensión los marcos de representación de la sexualidad y el goce del cuerpo con el proyecto Experiencia indumentaria —durante los años 2005 y 2006—, donde produjeron una tirada a granescala de camisetas con imágenes pornográficas intervenidas digitalmente, las cuales —apropiándose del paroxismo de visibilidad que propone la pornografía como discurso visual que desnuda y expone—, interrumpían sus visualidades con estrategias de diseño y alteraciones formales. Las camisetas que producían eran comercializadas en espacios de arte y ferias de diseño. Dentro de su producción encontramos también experiencias de videoarte, como XXXXX (2008) donde, de manera incipiente e intuitiva, abordaban el lenguaje —ya codificado como post-porn en contextos como el norteamericano y europeo— a través de la subversión de la imagen y de los sujetos de la pornografía mainstream, la descontextualización de las técnicas y los procesos instituidos por el lenguaje porno y la intervención de dicho lenguaje mediante la yux-taposición e irrupción de teoría crítica sobre la sexualidad y las corporalidades.
Cuerpo Puerco y Acento Frenético, Proyecto Endo, 2011. Afiche. Archivo Cuerpo Puerco.
En el 2011, junto con Acento Frenético, Cuerpo Puerco llevó adelante Proyecto Endo, cuyo objetivo era «explorar posibles dispositivos de acción para visibilizar y con-ceptualizar cuerpos e identidades» (Cuello, Gentile, Mongan 2012). Esta acción fue desarrollada en distintas etapas, con distintas temporalidades y múltiples espa-cios: primero, durante mayo del 2011, se convocó mediante la red social Facebook a quienes estuvieran dispuestos a participar y ser fotografiados. Las personas fueron citadas en una vivienda y cada una recibió un turno, de tal manera que su participa-ción permaneciera en el anonimato. En una de las habitaciones había un estudio foto-gráfico en el que fueron fotografiados 53 cuerpos, de pie. El encuadre se hizo desde el mentón hasta la cintura: de frente, de perfil, de espaldas, con la boca abierta, cerrada y filmados diciendo vocales y nombres de personas. Diez de las imágenes obtenidas fueron manipuladas digitalmente y de este modo se obtuvo la imagen de otro torso desnudo, en el cual no se reconocían rasgos definibles. Con esta nueva imagen se imprimieron mil afiches de 64 x 46 cm, a color, para intervenir el espacio público. La primera intervención se realizó una noche del mes de julio en la ciudad de La Plata y luego siguieron Buenos Aires, Rosario, Santiago de Chile, Santa Fe y Santa Rosa.
Cuerpo Puerco y Acento Frenético, Proyecto Endo, 2011. Fotografía de los afiches pegados el 23 de julio en Buenos Aires. Archivo Cuerpo Puerco.
Al encontrarse con aquella representación aparecían, entre muchas otras, las siguientes preguntas: « […] ¿es un cuerpo, son muchos; son mujeres, hombres, es un fantasma; es uno, dos, cientos; dónde empieza un cuerpo, dónde termina el otro; cuál está adelante, cuál atrás; de quién es esa piel; están algunos dentro de otros; están todos juntos al mismo tiempo en el mismo lugar?» (Cuello, Gentile, Mongan 2012). Esta propuesta socializó y puso en evidencia la necesidad de un análisis crítico de la diferencia de género y de sexo, develando mediante el contacto, el exhibicio-nismo, el roce, el juego y el placer, ante el desnudo de todas aquellas corporalidades compartidas, nuestras propias identidades como prácticas significantes, posiciones de enunciación socialmente construidas que se mueven en el horizonte de un binomio (hombre-mujer), el cual le resulta productivo a un régimen político y cultural, el heterocapitalismo.
Todas las imágenes que conformaron este proyecto ponían en duda ese efecto nor-malizante y la naturaleza con la que se producen nuestras identidades y se cate-gorizan nuestros cuerpos. Intentaban desprogramar visualmente este régimen que asocia y enlaza de forma cerrada un sexo, una sexualidad y un género, abriendo la posibilidad de desprenderse incluso de aquello que creemos que somos para poder —en el encuentro con otr*s— desnaturalizar y desmitificar los imaginarios reduci-dos con los que nos nombrarnos e identificamos. Esta oportunidad que se encuen-tra en Endo, se potencia en su modo de existencia público, porque irrumpe como «un micro espacio que hace de la intimidad del cuerpo fotografiado, una celebración colectiva, un disfrute para quien ve y para quien es mirado» (Cuello 2011).
Estos cuerpos (de)generados o «cuerpos parlantes» (Preciado 2002) que aquí se construyen en colectividad, unidos y entrelazados en una sola imagen, no son ni pertenecen a hombres o mujeres, son uno y mil cuerpos que hablan entre sí, que se entienden, y cada cual aporta su diferencia, para que en ese desestructurado y múl-tiple devenir de Endo seamos tod*s de una vez y al mismo tiempo pura desobedien-cia. Una de las preguntas más desafiantes que propuso este proyecto tuvo que ver con el cómo producir una interrupción en los sistemas de inteligibilidad que codifican los sistemas sexo-genéricos. ¿Cómo entender y pensar los cuerpos por fuera de las identidades que fundan sus códigos de producción y reconocimiento en la genitali-dad? Es por esto que las intervenciones y la irrupción en el espacio público de estas imágenes apelaban a la visibilización de la norma que condiciona nuestros cuerpos, desde la opacidad y la yuxtaposición, desde la incertidumbre y el agolpamiento de los cuerpos organizados en multitudes.
Derrames del activismo artístico: estrategias de intervención/activación sexo-política
¿Cómo pensar la historicidad de estas prácticas con el cuidado suficiente para no reificar su potencial diferenciador en un nuevo capítulo de la historia del activismo artístico de la «diversidad sexual» que neutralice de manera normativizante su contraproductividad crítica? Dar cuenta de este conjunto de experiencias supone involucrarse en una intensa disputa contra la cristalización de experiencias poé-tico-políticas de transformación de la realidad y de reinvención deseante, mediante la recuperación, no de la totalidad de sus sentidos o de la recomposición de sus procesos productivos, sino de las preguntas que se vieron movilizadas en sus pro-puestas. Esta es una de las maneras posibles para intervenir en procesos globales de aplanamiento, invisibilización y borramiento de las narrativas críticas y fuerte-mente cuestionadoras a un presente que insiste en reproducir escenarios de injus-ticia, explotación y discriminación. La historia del arte, como disciplina, participa en una trama compleja de tecnologías sexo-políticas que prolongan la regulación y los efectos normalizantes de la biopolítica moderna en la gestión y administración de los cuerpos para el sostenimiento de un orden mayoritario. Entonces, torcer los des-tinos posibles de estas experiencias supone cuestionar el olvido que los grandes relatos de la historia del arte promueven; discutir con la instrumentalización de sus sentidos por parte de las industrias del conocimiento; reaccionar frente a la mer-cantilización de su diferencia crítica y recuperar los modos de hacer que posibilita-ron esos nuevos mundos donde experimentar poéticamente una transformación de nosotr*s mism*s, para poder devenir otr*s.
El conjunto de prácticas que acabo de trazar en este flujograma de grupos de activismo artístico que sacudieron su presente mediante la producción de políticas sexo-genéricas, puede pensarse como experiencias colectivas y colaborativas en las que, por medio de la producción de dispositivos visuales o performáticos de acti-vación poético-política, principalmente, se abrieron espacios de experimentación y posibilidad de nuevos modos de subjetivación disidente (Guattari y Rolnik 2005), quesubvirtieron el orden de las existencias posibles. Las experiencias sensibles puestas en marcha por los colectivos aquí trabajados habilitaron situaciones de conexión entre cuerpos en rebeldía, que a su vez pulsaron por transformar sus marcos opresivos de existencia producidos por un sistema cultural que considera ciertos cuerpos y deseos menos dignos de ser vivibles o directamente imposibles de ser pensados. Estas acciones colectivas abrieron caminos de invención imaginante que movilizaron territorios de libertad en los que se disputaron, visibilizaron y experimentaron esos nuevos modos de vida propuestos, abriendo paso a otras maneras de afectarse, inventando alianzas político-sexuales estratégicas para sortear la violencia que sancionan las políticas del silencio y la soledad del deber ser.
Es importante considerar la dimensión política que subyace a la producción de estos territorios de libertad por parte de las acciones que llevaron adelante los grupos mencionados. La ocupación del espacio público adopta un significado que traduce las implicaciones políticas de transgredir el orden que privatiza y encierra de forma carcelaria las existencias que desafían el orden de lo establecido por las subjetivi-dades dominantes. Esta tensión entre lo público-privado —disputa histórica de los feminismos y la teoría queer— evidencia que la organización de la institucionalidad del espacio público, como territorio de control y producción disciplinaria de los cuerpos, responde a un orden de poder que también es sexuado. Las acciones de los grupos aquí analizadas pueden pensarse como prácticas de contraproductivización discipli-naria que combatieron las retóricas hegemónicas que sostienen la administración y el orden de la circulación, visibilidad y reconocimiento de los cuerpos en la ciudad. Es así como dichas acciones muestran cómo la toma del espacio público supone desobede-cer tanto a los aparatos represivos que resguardan el orden, como a la arquitectura y la espacialización del poder, en tanto que tecnologías sexualizadas de producción de subjetividades (Preciado 2008) que normalizan y gestionan la visibilidad de algunos cuerpos, mientras que reducen a una opacidad crónica cualquier expresión sexual y de género que no sea la masculina heterosexual.
De este mismo modo, ocupar el espacio público supone cuestionar el orden naturali-zado —incluso el de aquellos cuerpos que son legítimos en el ejercicio de la política—, haciendo visible cómo en la constitución de grupos multitudinarios que buscan transformar la realidad se encuentran otros sujetos que pujan por hacerse lugar en la propia transformación del escenario político. Como hemos podido observar, en las acciones de estos colectivos es insistente la necesidad de intervenir en espacios ya tradicionales del activismo feminista y LGBT para introducir y viralizar —dentro de las formaciones políticas ya constituidas de cada movimiento social— discursos minoritarios que abran nuevos espacios de acción y que pugnen por el ejercicio de una política disidente, enunciada desde esos numerosos cuerpos e identificaciones sexo-genéricas que no son inteligibles para la macropolítica y, en este caso, tampoco para los movimientos de resistencia al poder.
En la experiencia de estos grupos que se diferencian y distancian de las lógicas de la representación política tradicional de izquierda, desplegando dinámicas de subje-tivación y prácticas de expresión deseante que de manera coordinada apuntan a la experimentación de dispositivos del estar juntos (Lazzarato 2006), podemos identifi-car múltiples sentidos que se propusieron movilizar a través de su accionar y algunos rasgos comunes en los modos de producción de sus intervenciones. Entre ellos están los siguientes:
Estrategias poético-políticas de visibilización de sexualidades disidentes en aquellasacciones que interrumpen los flujos de circulación previstos del orden social nor-mado, por medio de dispositivos visuales o performáticos que hacen presentes —tanto en el espacio público como al interior de cada uno de los movimientos políticos con los que articulan estos grupos— los cuerpos y las sexualidades silenciadas y estigmatizadas por el orden mayoritario heterosexual.
Tácticas creativas de interrupción de los procesos de asimilación y normalización sexual de la diferencia que ponen en marcha enunciados críticos pronunciados desdela resistencia frente a los discursos liberales de la aceptación, a las promesas de integración que reproducen relaciones desiguales de poder y al aplanamiento de la diferencia que caracteriza la mercantilización de otros modos de vida.
Dispositivos deconstructivos de la inteligibilidad normada de los cuerpos, es decir,imágenes e intervenciones que se proponen desmantelar los códigos visuales a través de los cuales son identificados los cuerpos y vueltos posibles para la existencia social, interviniendo en la construcción prostética de los mismos, como ficciones biopolíticas amparadas en la genitalidad, que sostiene la narrativa del sistema sexo-género.
Comunidades de resistencia sexo-afectiva que se materializan mediante la gestiónde espacios horizontales de producción colectiva y de intervención multitudinaria, dispuestos como plataformas posibles de experimentación subjetiva e interven-ción sexo-política. Estas comunidades, fundadas en el afecto compartido, en la sensibilidad de la experiencia que las interpela y en el compromiso por el cuidado de sí, plantean temporalidades de existencia que se mueven entre la fugacidad del trabajo que las convoca y la creación de espacios articulados de acción poética y política que se prolongan liberando efectos de sociabilidad a modo de contagio por fuera de lo previsto.
Acciones reapropiables y de código abierto cuyas técnicas de producción son debajo costo y fácil acceso para una mayor reproductibilidad. En estos trabajos es común desnudar los procesos de producción por medio de espacios colaborativos de elaboración de los mismos, así como también de estrategias que permitan una mayor reapropiación: acciones colectivas de participación multitudinaria; ausencia de anclajes autorales en los dispositivos visuales de intervención que son utilizados; socialización de los medios de producción durante el montaje y la construcción de la experiencia colectiva; digitalización y viralización de los materiales producidos para cada actividad.
Procesos de identificación y desidentificación en las propias narrativas activistas que de manera lúdica ponen en práctica una forma crítica de vincularse con la propia producción. Es interesante observar cómo en las prácticas llevadas a cabo por estos grupos encontramos desdoblamientos de sus propias voces: en ocasiones nombres ficcionales que les permiten enunciarse desde otras retóricas, ausencia de firmas en sus imágenes y una insistencia permanente en la producción multitudinaria entre diversos colectivos artísticos, movimientos sociales y diversos grupos activistas. Esta metodología se vuelve significativamente política porque materializa, en sus formas de hacer, la constante tensión entre la formalización de una voz, a modo de anclaje identitario, y la constante búsqueda de espacios a partir de los cuales tor-cer la propia historia y abrir nuevas narrativas que mantengan viva la potencia de las identificaciones móviles.
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En este recorrido selectivo de acciones podemos ver cuán desafiantes han sido las propuestas de estos grupos de activismo artístico durante la última década en Argentina y cómo complejizaron los modos de hacer política, interviniendo desde su diferencia en la resistencia a un presente destruido por la crisis neoliberal, por ejemplo, en los procesos de recomposición democrática que inauguró el gobierno de Néstor Kirchner avanzado el año 2003, que supuso sus propias complejidades y limita-ciones para el ejercicio de una política crítica. En este discurrir de intensidades que cada grupo propuso en sus trabajos, vemos tejida una red —no siempre consciente de sí misma— de deseos desobedientes que le apuestan al desarrollo de existencias inventivas capaces de habilitar nuevos mundos y formas de vida que, además, permi-ten multiplicar la lucha por el placer, el goce y la alegría de vidas más libres.
La Plata, agosto del 2014.
Referencias
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Preciado, Beatriz. 2008. «Cartografías Queer: El flânneur perverso, la lesbiana topofóbica y la puta multicartográfica, o cómo hacer una cartografía “zorra” con Annie Sprinkle», en: Cartografías Disidentes, José Miguel Cortés (dir.). Madrid: Seacex
1. Rima es un proyecto de comunicación que se realiza a través de una lista de distribu-ción por correo electrónico homónima. Está dedicado a la información e intercambio entre mujeres feministas, periodistas, organizaciones del movimiento de mujeres, investigadoras, estudiantes y activistas del país, y también de otros países de Latinoamérica. Véase rimaweb.com.ar
2. Safo_piensa, lesbianas feministas en red, espacio de articulación y comunicación entre lesbianas activistas coordinado por Gabriela De Cicco e Irene Ocampo. Véase anterior.rimaweb.com.ar/calendario/8_marzo/safo_piensa.html
3. Actualmente Bruno Pewén es un varón trans, artista visual, que durante su experiencia en Fugitivas del Desierto trabajó desde su identificación como lesbiana, marimacha, hasta su transición en el año 2009.
4. Consultado en Potencia Tortillera: archivo documental digitalizado del activismo lésbico, conformado por producciones gráficas y teóricas, registros fotográficos y sonoros, encuentros reflexivos y acciones callejeras de grupos y activistas lesbianas de diferentes momentos históricos, múltiples posiciones políticas y diversas geografías de Argentina. Véase potenciatortillera.blogspot.com.ar/.
5. Los artistas que formaron parte del TPS fueron: Diego Posadas, Mariela Scafati, Magdalena Jitrik, Omar Lang, Karina Granieri, Carolina Katz, Verónica Di Toro, Leo Rocco, Pablo Rosales, Christian Wloch, Julia Masvernat, Juana Neumann, Guillermo Ueno, Catalina León, Horacio Abram Luján, Daniel Sanjurjo, Hernán Dupraz.
6. Acento Frenético es un seudónimo con el que viene trabajando Diego Stickar, artista, realizador audiovisual y performer de ciudad de La Plata.