ATENCIÓN MUJERES TRABAJANDO… Y CREANDO
Estamos escribiendo para no perdernos, dibujando para condensarnos en dosis potentes, pintando para alegrarnos, cantando sobre las paredes, bailando en las bocas de mucha gente que nos respeta y que nos aborrece, gritando para vencer la mudez histórica, luchando con todas nuestras fuerzas y debilidades, tanto individuales como colectivas, resistiendo pero queriendo estar juntas, resistiendo pero queriendo ser felices.
Usamos estos verbos no porque pretendamos figurar de artistas, tampoco los usamos solo como metáforas, pues realmente ponemos en práctica todos estos lenguajes y muchos otros más. Desarrollamos este conjunto de acciones porque no nos conformamos con los métodos de lucha ya desgastados históricamente. Lo hacemos de esta manera, con estas herramientas, con estos ingredientes, porque queremos atrevernos a vivir, porque hemos decidido luchar, porque queremos gozar y quitarnos la etiqueta del sufrimiento, revelarnos ante el olvido y la omisión, por atrevernos a amar la vida y amar la libertad.
Creatividad
Somos feministas de Mujeres Creando de Bolivia y llevamos décadas dedicando muchas de nuestras mejores energías a estas tareas. Somos mujeres diversas que provenimos de mundos diferentes, de pieles diferentes, de clases diferentes, incluso de tierras diferentes; muchas sin habernos dedicado nunca al arte de manera formal, pero, de manera colectiva, viendo nuestras diferencias como fortalezas, estamos trabajando para generar una propuesta de significados, una escuela de conocimientos compartidos, una utopía no tan imposible, un método de soñar, un método de actuar, en resumen, un método de vivir.
No nos declaramos artistas feministas, porque la palabra arte no nos seduce, no nos alcanza, ni nos explica completamente. Somos mujeres y compañeras de lucha que hemos entendido que, caminando juntas, el camino se hace menos pesado, más placentero y más fértil. Hemos entendido que nuestros métodos de manifestación como movimiento, en vez de pretender llegar a convencer a las masas, deben entrar y remover en términos de profundidad, de claridad. Por eso la Creatividad es nuestro ingrediente más elemental, con ella queremos tocar pieles, tocar conciencias, aguar ojos, encender rabias, levantar polvos, deshacernos de victimismos, delatar todos los privilegios, sembrar indignaciones y, ante todo, despertar rebeldías.
Somos conocidas por la Creatividad de nuestras metodologías, expresiones y diálogos. La sociedad boliviana nos conoce especialmente no solo por ser feministas escandalosas, que sí que los somos, sino también porque nos hemos preocupado mucho por hacernos entender y, por supuesto, por hacernos sentir.
No hacemos show callejero, no hacemos performance, no hacemos la última novedad del arte contemporáneo, no hacemos «arte político», ni activismo, ni tampoco «artivismo»; no queremos «sensibilizar», porque no creemos que a partir de la manipulación de las emotividades colectivas se pueda cambiar una sociedad que antes tiene pendiente la asignatura de las prácticas éticas. Nos preocupamos por lanzar posturas claras, posturas directas, posturas honestas reflexionadas colectivamente, y no esperamos aplausos ni trabajamos por el reconocimiento, porque por donde queremos empezar es por la oportunidad de discusión, por la oportunidad de debate, porque sabemos que en ese punto hay una posibilidad de que el poderoso pueda verse desnudado de todas sus parafernalias y de todo su poder.
Si forzosamente nos preguntaran sobre nuestra relación como movimiento político feminista y la práctica artística, no la pensamos como un encargo, ni como un ornamento, ni como una caridad o actividad recreacional para la lucha social. Nos volvemos de nuevo hacia la Creatividad, pensamos en ella como una fuerza de lucha, la tomamos no solo como adjetivo, sino también como sustantivo y como verbo. Ella constituye nuestro método, nuestra herramienta y nuestro motor.
No pensamos que la Creatividad sea exclusiva de unos pocos dotados, ni que sea propiedad de ciertas personalidades y oficios. La Creatividad no es un acto meramente estético ni ingenuo ni inocuo y nadie esta negado de ella. La Creatividad es un fenómeno humano y universal, está viva y está latente en todos y todas, y no solo es necesaria en el campo de las artes, sino que es vital para la vida misma.
La calle
El escenario que hemos elegido es en principio y de manera fundamental la calle, porque es ahí donde realmente podemos sentir y medir las temperaturas sociales, es ahí donde nos exponemos de manera directa, nos sometemos al examen social y asumimos a conciencia los riesgos, pero también las satisfacciones.
Salimos a la calle muchas veces cargando palabras y símbolos que nos ayudan a ser más certeras en el discurso. También hemos salido disfrazadas de novias, de monjas, de putas, de madres, de hijas y de cuantos roles se nos han ocurrido, pero en realidad lo que usamos no es un disfraz, ni estamos haciendo teatro; es un acto simbólico en el cual no solo tomamos la palabra con nuestras bocas sino con todo el cuerpo.
Algunas veces nuestras acciones callejeras pueden parecer una puesta en escena, pero no estamos actuando; lo que hacemos es enunciarnos, es manifestarnos con voz propia, con nuestros propios términos, con nuestra propia piel, sin ninguna intención de representar a nadie más que a nosotras mismas. Y lo hemos decidido así, porque eso es lo que significa poner el cuerpo, arriesgar la propia integridad, ganarse la legitimidad y la autoridad gramo por gramo, palmo a palmo, represión tras represión.
Vestidas de monjas embarazadas, por ejemplo, fuimos en julio de 2015 a pararnos a la entrada de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de La Paz, a solo unos metros de las sedes del poder político nacional, para repudiar la visita hiperprivilegiada y publicitada del papa Francisco a un país pequeño y laico como el nuestro; fuimos a repudiarles toda la hipocresía descomunal que destilaban para conveniencia mutua tanto Estado boliviano como Iglesia católica. No éramos más de ocho mujeres en escena y algunas más de apoyo, con siluetas de iglesias en las manos que decían «Francisco, tu visita no es para reforzar la fe, sino para bendecir al poder», «Niña violada, bautizo tu aborto como redención» o «Francisco jamás fue de la Teología de la Liberación; fue un cómplice silencioso de la Dictadura argentina», entre otros escritos. Inmediatamente fuimos reprimidas por la Policía, inmediatamente sacadas por la fuerza y cargadas a un carro policial para ser luego botadas a una ladera de la ciudad, como si toda nuestra acción fuera más peligrosa que sus macanas y sus pistolas, más peligrosa que el clima de represión y silencio general, por supuesto gracias a los buenos auspicios de la devoción hipócrita y conservadora de las hegemonías. Dentro de toda la gira por Latinoamérica que hizo el representante de una Iglesia que castiga abortos, pero perdona a asesinos, violadores y pedófilos, fuimos las únicas locas feministas que se atrevieron a lanzar una acción pública de repudio y rechazo a esa visita. Las únicas en señalar una disconformidad legítima y colectiva, que sabemos bien no era solo nuestra, pero que nadie más, incluso internacionalmente, se atrevió a expresar.
Tenemos ganas
Aclaramos que en las palabras e imágenes que construimos y lanzamos no pretendemos convencer a nadie de nada, y en las ideas políticas que planteamos no queremos que aparezca ese tufo del llamado a la «militancia masiva» o el llamado al «sacrificio por los ideales». Ni los héroes ni los mártires nos impresionan, y los símbolos sagrados, tanto del estado patriarcal como de la moral cristiana y colonial, no nos parecen ni intocables ni indiscutibles. Al contrario, queremos entrar en la disputa simbólica, en el campo de los contenidos y significados que también tenemos derecho a pelear e impugnar, y tenemos las herramientas para hacerlo, las motivaciones para hacerlo, las cuales no se mueven ni se generan gracias a auspicios o incentivos de las grandes instituciones o los grandes capitales, sino que se generan y se sostienen solo gracias a la pura fuerza de nuestras energías, sensibilidades y convicciones.
Pensamiento también
No solo hacemos acciones callejeras; también escribimos, también producimos, también vivimos la cotidianidad de la lucha colectiva, porque tenemos clara la idea de que no somos un movimiento feminista de momentos o coyuntura. Pensamos también en otras medidas de tiempo y creemos que podemos desarrollar teoría y pensamiento más allá y más lejos de la exclusividad de las academias y organismos formales. Un conocimiento que no sale de investigaciones por encargo, que no sale de escritorios polvosos para terminar en estantes polvosos. Un conocimiento que puede ser fecundo, útil y transformador, y que hemos tomado como misión compartirlo donde podamos, en los escenarios que nos tomemos y en los que nos quieran convocar también.
Feminismos y arte
Los fundamentos y razonamientos del pensamiento feminista no solo forman parte de una categoría artística, ni evolución estilística, ni de una simple tendencia curatorial de moda. En esencia el feminismo es una razón y una consecuencia, es una lucha política histórica a nivel mundial, que es continua, insistente y transversal. Hoy, especialmente, funciona como un examen a todas las cosas, conocimientos y prácticas que se daban por hechas. Es una impugnación al orden que no entra con permisos ni concesiones, y dentro del campo formal del arte la cosa no es diferente.
Ya no pocas escritoras feministas han planteado las parcialidades patriarcales y coloniales con las cuales se han ido desarrollando históricamente las categorías Arte y Artista; no pocas han señalado el papel simplificado, patético e históricamente restrictivo que desempeñan las mujeres representadas por artistas masculinos a lo largo de siglos y siglos, papel que el machismo moderno aún insiste en perpetuar y sublimar. Ellas también han podido señalar la mutilación trágica de la capacidad de mirarnos a nosotras mismas a cambio de una visión arbitraria de lo que significa ser «mujer», que no es nuestra, pero que la hemos hecho propia y aún difícil de identificar. Ni hablar del colonialismo cultural y patriarcal en nuestros países latinoamericanos, o de las causas reales por las cuales no existen históricamente hasta hoy mujeres artistas en todas las disciplinas equiparables a los «genios de todos los tiempos» en los registros oficiales de historia de las artes plásticas, de la música, de la literatura, el teatro o el cine.
Ninguno de estos razonamientos habría salido de otra postura ideológica que no fuera del feminismo, porque fuera de él y antes que él, ninguna otra corriente política ni filosófica del pensamiento se había preocupado por explicar el papel subordinado, que era tomado como natural, de nada más y nada menos que la otra mitad de la humanidad que son, que somos, las mujeres.
No puede ninguna mujer adentrarse en el acto de crear sin comprender históricamente los obstáculos, las limitaciones y los sabotajes de los cuales las mujeres hemos sido y aún seguimos siendo objeto, empezando, por ejemplo, con la división sexual del trabajo, pasando por las imposiciones reproductivas, las omisiones y prejuicios deliberados, las tiranías sobre el cuerpo y la mente, y terminando en todas las redes encubiertas de ventajas y privilegios masculinos.
Como feministas, tenemos la sensación de que la discusión habitual de la teoría del arte parece ser una discusión de nunca acabar. Hasta hoy, el arte no sabe qué lo define, y, por lo tanto, la eterna pregunta de qué es y qué no es arte sigue siendo tan ambigua y difusa que querer continuar en el tema nos significa un acto inútil, que no nos sirve para explicar cómo es que el fenómeno y la potencialidad de la Creatividad es fundamental para nosotras en esta lucha.
Ética y estética
Estamos haciendo política, no arte. La ética cuenta tanto como la estética y entre ambas existe una relación que sigue siendo urgente discutir y recalcar. Por esta razón, como feministas, si de palabras y acciones se trata, no aceptamos pasivamente ninguna clasificación a nuestro trabajo que venga y les convenga a otros; no deseamos etiquetas que nos traduzcan a lenguajes más amables, más complacientes o menos escandalizadores. Queremos ser venenosas, preferimos ser incómodas, queremos provocar y no deseamos convertirnos en más potables solo para agradar un poco más.
Si estás fuera de Bolivia y algún día te topas con nosotras o con nuestro trabajo, puede que nos encuentres en algún evento cultural, artístico o político. Aceptamos algunas de estas invitaciones porque tenemos la capacidad de valorar la calidad, potencia y particularidad de nuestros afanes, aceptamos porque queremos tener discusiones más allá de nuestras fronteras e intenciones de generar nuevos lazos, y porque aprovechamos para ir con las maletas llenas de libros y de objetos que producimos para poder sostener aunque sea una parte de lo que significa toda esta locura llamada feminismo. Vamos, pero nunca sacrificando ninguna de nuestras convicciones, vamos con mucha dignidad, vamos poniendo las cosas claras desde el principio, y vamos porque la lucha es también moverse y caminar.
Y para terminar
A todos aquellos que les digan por ahí que no somos más que unas mujeres locas, y demás piropos de macho asustado, díganles que tienen razón, que sí estamos locas, porque reivindicamos la locura, reivindicamos el escándalo, la provocación y el conflicto. Estamos locas por preferir ser mujeres conflictivas antes que mujeres correctas, conciliadoras y reconocidas, por preferir escupir y vomitar antes que callar, por ser lo que nosotras queremos ser y no lo que el Estado, la Iglesia y la Familia exigen que seamos.
Sí, estamos locas por querer luchar en estas condiciones tan desventajosas, tan retorcidas, aun sabiendo que la vida puede que no nos alcance para todos los sueños que tenemos, aun sabiendo que la maquinaria estatal y las hegemonías patriarcales o nos subestiman o nos omiten o nos mandan a amedrentar.
Y estamos más locas por saber todas estas cosas y aun así querer luchar contando con nada más que nuestras propias fuerzas y rabias, y también con nuestra simple, sencilla pero fecunda, Creatividad.