EL CUERPO HABLA: UNA LLAMADA AL PUEBLO
El Cuerpo Habla se ha pensado desde lo colectivo buscando indagar por el devenir de la fabulación que emerge de las rupturas y fragmentaciones de toda universalidad discursiva. La aparición de esta fabulación revela mundos alternos en la imaginación, la cotidianidad y el acontecimiento. El modo en que Deleuze alude al pueblo es el formato en el que aparece la fábula como hecho social, como alternativa para reinventar realidades y como territorio de alteridad. Por su parte, Paul Klee se refirió al pueblo como una ausencia: «ustedes saben, falta el pueblo».
El proyecto moderno ha evidenciado su crisis en la pérdida del aura artística anunciada por el poeta Baudelaire que luego mostró en detalle Walter Benjamin; en la ruptura del sentido histórico lineal; en las miradas hacia América, África, Asia y Oceanía surgidas en la posguerra; en la incapacidad de sostener el proyecto de la razón sin aceptar el hambre y la violencia; en la fuerza de la mujer que deja su lugar tradicional en la familia para volverse tejedora de su propia historia; en los modelos educativos diseñados para la renta, y en la capacidad de algunas minorías para exigir sus derechos según su sexualidad, raza, etnia, religión o condición laboral. Estos aspectos hacen parte del debilitamiento de los preceptos históricos, éticos, estéticos y racionales hegemónicos que, en su fragmentación, han provocado un gran despliegue de la fabulación. En el proyecto de nuestro colectivo este se convierte en un amplio territorio de indagaciones donde es necesario preguntarse por el papel del arte y la vida en sus diversas manifestaciones.
El panorama de este proyecto es la pregunta por la función del arte y sus límites, sus expansiones, sus referentes, su relación con la historia, la crítica y la estética. Se trata de una mirada al arte en la que se comprenda su perspectiva política a través de las luchas, sueños y acciones de las personas, y donde múltiples alternativas de acción y expresión aparecen en la contemporaneidad. Pero hay una vía que nos llama poderosamente la atención, que tiene que ver con los trayectos del arte entre lo ético y lo político, y que rastreamos en autores como Bergson, Nietzsche, Benjamin, Rancière y Deleuze. En todos ellos, de diversas maneras, el arte debe ser tenido en cuenta porque se despoja del egoísmo, de la inteligencia personal, de la vanidad que implica la razón del sujeto, para transformarse en una propuesta social, en una resistencia que permita «la pérdida del aura», la inserción de la obra de arte en la masa; en estos autores aparecen incluso matices del arte como ritual y como proyecto de transformación.
Retomando entre líneas a Deleuze y a Nietzsche, la fábula se presenta en la contemporaneidad como el llamado a un pueblo posible.1 El poder del pueblo se da en la creación de posibilidades que rompen con un plan fijo e invitan al movimiento. El conocimiento es útil para la conservación del individuo, dice Nietzsche; no obstante, con la construcción individual que hemos propiciado en Occidente, desligada de toda conciencia colectiva, puesta en un vacío que no interactúa con el otro (ni con su entorno), el conocimiento separa al hombre del mito y de lo social. Occidente afianza el desplazamiento de los pueblos para engrandecer la soledad de los individuos. Frente a un panorama donde el hombre ha sido separado de todas las fuerzas de transformación y acomodado en categorías fijas, el lugar del arte, como lo concibe El Cuerpo Habla, es devenir en el otro y en lo otro. La llamada al pueblo es una estrategia tanto política como de vida, pero ella se desvincula del método tradicional en el que se concibe el arte (e incluso la vida), al plantear la quiebra de los discursos universales y comprometerse con las particularidades a de cada sociedad, con sus devenires. Si, haciendo eco de las palabras de Paul Klee, el pueblo siempre falta, su llamado supondría la acción donde se conflagra esta ausencia. Y de allí se intuye, se recrea una manera de construirlo como posibilidad, como pretexto. «Y es en esta ausencia que se conjuga un potencial de virtualidad propiamente fabulador» (Barragán 2012, 5).2
Colectivo El Cuerpo Habla, Experimentación De-cápita, 2013. Performance en el día internacional de los museos, MUUA. Foto: Sebastián Gil.
Como grito, la fabulación rompe los tiempos lineales para jugar en brazos de Aión y Kairós: entre el eterno retorno y el devenir. Su presencia reclama un tiempo y un espacio que fracturan el modelo en el que se ha movido la historia, una invención que dé cuenta de un sujeto atravesado por la contingencia. Se trata de un umbral en el que se construye territorio, pero con la certeza de que este es variable, movible, virtual; un hipertexto que rompe la continuidad de los grandes relatos o historias hegemónicas y elabora imágenes abiertas a la construcción de diferentes agenciamientos3 y sentidos. El devenir, el fabular, el inventar, declara al sujeto en pertenencia con un contexto, con una comunidad, con la tierra: lo invita a ser manada. Más allá del yo se genera una pregunta por la capacidad de mutar en animal, agua, tierra, otro; y en ese instante en que se da la acción fabuladora, el acontecimiento (en este caso artístico) apunta a la anulación sicológica de una identidad fija, del antropomorfismo, para entrar en otros estados.
Así, se tejen las construcciones con las que el colectivo artístico El Cuerpo Habla ha encontrado maneras para Revelar, Derretear, Vadear, (erotizar) De-cápita, (celebrar) Carnes-tolendas, Carga-montón, entre otras, que además evidencianesa interacción entre personas que se reinventan al participar de la pregunta por el gesto y sus significados.
En Re-velar (2011), diez performistas del grupo cuelgan de «nichos» de colores (telas) de las vigas de un centro cultural de la ciudad ubicado en una zona altamente vulnerable. Asumimos la metáfora de los nidos que cuelgan para generar un movimiento poético y espacialmente novedoso, que recordara el origen y nacimiento de la vida. En otra versión de este per-formance, Derretear (2011), seis performistas penden de las ramas de una Ceiba, ubicada en el centro de la ciudad de Armenia, a unos dos metros del piso. Durante las tres horas de duración, cada uno va sacando brazos, pies, cabeza, para deshacer el cuerpo de la unidad y mostrar también un cuerpo fragmentado, desorganizado. Cada uno tiene, además, un bloque de hielo que se va derritiendo con el calor corporal y genera un goteo constante de la telas, en una denuncia ecológica de comunicación con la tierra.4
Cuando vislumbramos la celebración pagana, la orgía, la fiesta o el carnaval como espacios de congrega-ción, hurgamos en las memorias que de ellos quedan, en esa manera del olvido de sí, de un lugar en donde la comunidad deviene manada, instinto, pulsión, eros y comunión con la naturaleza. Es lo que se puede llamar la exaltación dionisíaca (celebración que derogaba anti-guamente todos los problemas sociales y devolvía al hombre su condición social): una detonación celebrante que abarca a todos en el éxtasis, en la bestialidad —proclama de liberación según Antonin Artaud—.
En ese festejo, en el arte, en el juego, se deshace el juicio de lo bello, lo moral o lo verdadero; y, por tanto, se descarta la redención, la justificación o moralización de la vida. La fabulación, como acto amoral, se resiste a definirse en categorías de lo bueno o lo malo, y busca más bien vivirse, encarnarse. Si lo que se propone en la fabulación es la creación de la manada, esta se apodera de fuerzas instintivas, que alientan la carne saltando del plano del fenómeno, de los juicios, para crear conjuntamente una resistencia frente a los poderes que atentan contra la vida de un cuerpo social. En ese festejo se juega la capacidad del hombre de deshacer las categorías con que ha sido clasificado en orden de «humanizarlo» para poder entrar en otros estados: devenires animales, vegetales, minerales, volverse mundo, multiplicidad de identidades que deshacen lo humano en orden de lo humano mismo.
El perfomance titulado Vadear —acción que fue posible gracias a la Beca de creación de la Alcaldía de Medellín, 2011— se desarrolla a partir de la sutura que se le hace a la quebrada Santa Elena en la primera mitad del siglo XX, en Medellín (cuando se canaliza su tramo y se crea la avenida La Playa que hoy la cubre). Recorrimos parte del cauce clausurado, vadeando, serpenteando, creando un movimiento idílico, lento, que recordara el agua que aún corre bajo el pavimento. Gritando su silencio, evocando toda su inmensidad, cómo fue parte del «desarrollo» de La Villa de la Candelaria y ahora de su olvido, 158 personas rodaron (vadearon) por tres horas y media sobre más de un kilómetro de recorrido de la avenida.
Colectivo El Cuerpo Habla, Vadear, 2011. Performance en la avenida La Playa, Medellín. Foto: Reinel Arango.
La propuesta que se cuece desde El Cuerpo Habla es, pues, asumida desde la capacidad de confrontar la tragedia de lo humano, entendiendo por tragedia su sino; desde la capacidad de asumir el destino y hacernos consecuentes con el acontecimiento de la vida. Una propuesta que a la vez busca reinventar la «realidad», asumiéndola como poiesis, porque fabular es devenir mundo: «No se está en el mundo, se deviene con el mundo, se deviene contemplándolo. Todo es visión, devenir. Se deviene universo. Devenires animal, vegetal, molecular, devenir cero» (Deleuze, 2001, 139).
En nuestras acciones el ejecutante5 borra su nombre como lugar de la representación y pone su carne, que es tanto suya como la carne del mundo y la de la comunidad. Con ellas se intenta restablecer la conexión cosmogónica y hacer un arte despojado de su «naturaleza» humana, y enfrentar al mundo desde la carne; porque la carne, a diferencia del cuerpo, es una deformación dada por la pérdida de su organización y atributos: un cuerpo sin órganos, a la manera que lo presenta Antonin Artaud. Y en esta pérdida de identidad, en la presencia de un cuerpo despojado y dispuesto a toda forma sensible, se permea lo colectivo, porque lo que pesa no es el egoísmo, sino las ganas de mundo.
El colectivo le apuesta entonces a una carne que se resista a las maneras de exclusión, de división o de clasificación en una serie de gestos políticos que crean comunidad. En otra de nuestras acciones, Carga-montón,6 tres miembros del grupo jalan una carreta por la ciudad, sobre la cual hay tendidos varios cuerpos desnudos arrojados, inmóviles.
En países como Argentina, Uruguay, Costa Rica, Chile y Colombia es común aún hoy usar la carreta como medio de transporte para la movilidad de alimentos y personas, aunque no podemos obviar que también ha servido, en tiempos de peste y guerra, para transportar cadáveres. Así, en este caso, los cuerpos arrojados y sudorosos, cansados, además de carecer de identidad, se acumulan como desecho, residuo que se carga como mercancía, y también evidencian la fuerza vital, la capacidad de permanecer, de estar ahí a pesar de la muerte; el suave ondular de la respiración, el movimiento de acomodación, encuentro y mezcla de miembros que acentúa la rica gama de colores producto del mestizaje, de masas, de texturas; carnes que nos recuerdan la riqueza inmensurable de la diferencia y que se niegan a ser olvidadas o engullidas por las fauces de la ciudad.
Colectivo El Cuerpo Habla, Revelar, 2011. Performance en el Centro de Desarrollo Cultural de Moravia. Medellín. Foto: archivo del Cuerpo Habla.
Deleuze argumenta que el artista o el filósofo es el que llama a un pueblo con todas sus fuerzas. Pero para lograr esto se tiene que olvidar de su identidad como humano y crear otras sensaciones. Esa es la tarea: que el artista se convierta en ese provocador que llama a su pueblo, que lo invita a pensarse. En este sentido, el colectivo, a través de sus encarnaacciones, sus acciones de la carne, hace un llamado a ese pueblo inexistente, o al menos lo intenta. Por esto nuestros performances buscan el anonimato, porque es a través del gesto que se producen esas zonas de indeterminación. Para lograrlo, se requiere de «un fondo capaz de disolver las formas», para crear un intersticio en el que por un momento el humano se desconecte de sí; ese instante en que «no se sabe quién es animal y quién es humano porque algo se yergue como el triunfo o el monumento de su indistinción; como en Goya, o incluso en Daumier y en Redon».
Referencias
Artaud, Antonin. 2001. El teatro y su doble. Barcelona: Edhasa.
Barragán, Óscar. 2012. «Filosofía como política, fabulación y cine en Nietzsche y Bergson», en: Revista Nómadas, n.° 37. Bogotá: Universidad Central.
Benjamin, Walter. 2003. La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. México: Ítaca.
Deleuze, Gilles. 2001. ¿Qué es la filosofía? Barcelona: Anagrama.
Lambert, Gregg. 2002. The non-Philosophy of Gilles Deleuze. New York: Continumm.
Pellejero, Eduardo. 2005. «La transvaloración deleuziana de la relación con el pueblo. Por una política de la expresión», en: Filosofía crítica de la cultura, Erik Avalos Reyes (ed.). Morelia: Jitanjáfora.
1. «No hay obra de arte que no haga un llamado a un pueblo que no existe todavía» (Deleuze 2001, 365). De ahí proviene la fuerza del arte, pues en la fábula se constituyen signos y actos de habla que devienen en la intención de armar mundos, de crear realidades paralelas, de estar más presentes en la vida y el entorno; de fundar pueblos. «La fabulación no tiene por objeto lo imaginario; […sino] un régimen de signos, un régimen nuevo, fabuloso, que busca poner a trabajar contra los regímenes hegemónicos instituidos» (Pellejero 2005, 8).
2. Gregg Lambert sostiene que la fabulación, contemporáneamente, no es cuestión de escapar del mundo que existe, ni a la creación de una verdad superior, sino de abonar el campo para que se dé la expresión de otros mundos posibles que alteren la forma como se construye la realidad que damos por verdadera.
3. Este agenciamiento es aquel que propone Deleuze: una multiplicidad que comporta varios géneros estableciendo uniones, relaciones entre ellos, a través de edades, sexos y reinos de diferentes naturalezas.
4. Acciones presentadas en 2011, el Festival de Performance Comuna 4 y en el Festival de Performance Arte para la vi(d)a de Armenia, respectivamente.
5. Omitimos la palabra artista porque en algunas de las propuestas que realiza el colectivo la invitación a participar es directa hacia la comunidad, sin que medie un trabajo artístico previo.
6. El trabajo Carga-montón (2014) fue ganador del premio Sara Modiano para las artes en Bogotá.