TEORÍA KING KONG
Virginie Despentes
Barcelona: Melusina, 2007, 128 páginas.
ISBN: 84-96614-27-1
Virginie Despentes (Nancy, 1969) es escritora y cineasta francesa, autora de Teoría King Kong, obra publicada en el 2006 y traducida al castellano al año siguiente porPreciado. La obra surge en respuesta a las críticas a su trayectoria literaria, en particular a las que la autora recibió después de corealizar su primera película Folláme (2000), adaptación de su novela homónima.
Teoría King Kong es una obra autobiográfica que pretende abordar la siguiente cuestión: «¿Desde dónde habla usted?». Este tema ha sido el que los distintos feminismos han aprendido a contestar a lo largo del siglo XX. No todas somos blancas, guapas y de clase media, no todas pretendemos casarnos con un varón noble, tener sus hijos y ser las cuidadoras del hogar. Esta es la pregunta que, en efecto, desde los retos de los feminismos negros, feminismos proletarios y del lesbianismo, entre otros, ha conducido a la teoría feminista hacia profundos cambios que nos recuerdan directamente a otras marcas de la diferencia que se inscriben en el cuerpo como símbolos de identidad oposicional (tales como la raza, clase y diversidad funcional).
Con mucho entusiasmo, el feminismo de finales de la década de los sesenta pretende contestar a esta pregunta. Es desde lo fundamental, desde la raíz misma de la opresión, desde el cuerpo femenino elevado al lema «lo personal es político»; el mismo con el que Kate Miller y Shulamith Firestone plantearon nuestras agendas feministas y que se extiende a la lucha contra el patriarcado en los ámbitos económicos, públicos, sociales y privados. Es en este marco donde nos topamos con Virginie Despentes. Las feministas radicales de finales de la década del sesenta, muchas de ellas baby-boomers estadou-nidenses, fueron las primeras en definir con claridad, acción directa y fuerza conceptual asuntos claves, como la violencia de género y en promover la rescisión de lo que llamaron la dictadura de la belleza. Los manifiestos producidos desde este lugar tendrán una enorme influencia en feminismos posteriores y de otras geografías, ampliando la revisión crítica del feminismo y la teoría feminista a lo largo del siglo XX.
Preciado ha dicho que Teoría King Kong es una lectura «imprescindible y terapéutica». Leyendo el primer capítulo, queda claro que Despentes trae al espacio público un lenguaje que es al mismo tiempo asertivo —reminiscente de las feministas que en Estados Unidos gritaban por la emancipación de la mujer— y fluido, propio de una escritura informal y en primera persona. Sin embargo, ¿qué significa leer este libro publicado por primera vez en Francia en el 2006, después de un largo recorrido histórico que deshace los constructos mismos en donde se ubican las raíces del feminismo radical?
A la vez que en 1990, Teresa de Lauretis acuñaba el término queer theory —en la conferencia «Queer Theory: Lesbian and Gay Sexualities» en la Universidad de California Santa Cruz—, Despentes leía a Camille Paglia (Despentes 2007, 35), la polémica autora de Vamps and Tramps. Más allá del feminismo (2001), y quien fue objeto de infames críticas de antifeminismo a lo largo de más de dos décadas. En esta ocasión, Eve Kosofsky Sedgwick va a afirmar que:
Parte de lo que es interesante sobre lo queer […] es que sugiere posibilidades de organización en vuelta de identidades fracturadas […] lo que oigo cuando escucho la palabra queer es […] el cuestionamiento de ciertas asunciones: que [por ejemplo,] una vez que uno sepa la composición cromosómica del sexo de otro(a), se supone que puede saber un listado completo de otras cosas sobre esa persona —incluyendo su género, su género autopercibido, el género que la gente le atribuye, el género de las personas por las cuales se siente atraído(a), si acaso se definen como heterosexual o homosexual, sus fantasías […], cuales son sus comunidades. Lo que oigo cuando escucho queer es la cuestión: ¿Qué cosas en este listado no se alinean de forma monolítica? (Kosofsky Sedgwick 1993, 23; traducción mía)
Sedgwick articula una definición de lo queer que se ubica en un contexto no-esencialista y de inconmensurabilidad, aportación directa del pensamiento postestructural. Esto significa que el queer se va a posicionar más allá de un rechazo a los binarios de género, poniendo de manifiesto las complejas construcciones sociales que correlacionan sexo, género y sexualidad. La teoría y las políticas queer van a argumentar por la pluralidad e irreductibilidad de la identidad al género y a la corporalidad por medio de distintas herramientas de lucha política.
Los aportes del pensamiento postestructural francés de los años setenta y ochenta fueron significativos, en tanto que desvelaron las barreras del lenguaje y de los cánones estructurales que permiten la construcción del género. Autores como Michel Foucault influenciaron a muchas de las feministas de esta época (y a muchas subsecuentes) conduciendo al cuestionamiento de los lenguajes de naturalización del cuerpo, que es, desde luego, el espacio ontológico en el cual las luchas del feminismo radical se han ubicado. Su metodología promueve la relectura del lenguaje médico-jurídico que constituye lo que, en las humanidades y artes, se define como biopoder. Proveniente de un acuerdo colectivo y conflictivo de la sociedad, dice Foucault, el dispositivo de poder es un efecto contingente en el cuerpo social, que surge como decisión arbitraria de distintas comunidades de saber y, de esta forma, su condición de posibilidad es falible, haciendo factible un agenciamiento crítico. Tanto el arte, como el museo, el cine y el porno forman parte de estos acuerdos colectivos o técnicas de gobernabilidad que autores como Preciado, quien traduce esta edición de Teoría King Kong, buscan deshacer por medio de prácticas discursivas de desnaturalización o de resistencia disidencia.
La práctica de Virginie Despentes busca encuadrarse en dicho marco, en la medida en que se apropia de las técnicas de representación del cine, de la pornografía y de la literatura para cuestionar el supuesto valor fundamental de la feminidad o «el arte de ser servil» (2007, 106). «Tenientas Corruptas», el primer capítulo, no es solamente una oda a la disidencia de «[…] todas las excluidas del gran mercado de la buena chica» (2007, 7), sino un grito radical en sí mismo. Aquí ella se presenta y posiciona: «como chica, soy más bien King Kong que Kate Moss […] más deseante que deseable» (2007, 8-9), contestando así a la pregunta que todas nos debemos plantear: «¿Desde dónde habla usted?». En una mezcla de referencia intelectual y expresiones narrativas autobiográficas, Despentes introduce el segundo capítulo «[…] durante mucho tiempo, ser del sexo femenino no me impedía hacer gran cosa» (2007, 17), y de este modo inaugura la problemática que va a conjurar en sus reflexiones.
Veamos, ni el feminismo, ni las políticas y teorías queer son áreas de conocimiento monolíticas y unificadas. Las autoras a quienes Despentes hace referencia en su bibliografía no solamente proceden de distintos momentos históricos sino que emergen de diferentes tradiciones intelectuales y, deliberadamente, se posicionan en diversos espacios sociales, aunque bien podrían compartir una similar posición paradigmática en la historia del movimiento feminista y de la liberación de las mujeres. Con el manejo de autoras tan dispares como Judith Butler, Joan Riviére o Mary Wollstonecraft, uno se puede encontrar con una formulación fresca e imaginativa o, por otra parte, con una tremenda falta de coherencia. A Despentes le corresponde esta última variante.
Su disidencia, mientras que en momentos busca una polifonía de géneros, también se asienta en reducir la feminidad a la mera instrumentalidad o, por otro lado, se traduce en abogar por una figura monstruosa que rechaza la feminidad del todo, como respuesta al deseo masculino, utilizando las herramientas mismas de virilización que uno juzga que la autora pretende dinamitar. Sus argumentos y conclusiones logran confundir y alienar al lector. Esta sensación crece progresivamente a lo largo de la obra con reflexiones que son, al mismo tiempo, de gran potencial, por ejemplo:
«Porque la virilidad tradicional es una maquinaria tan mutiladora como lo es la asignación a la feminidad» (2007, 25); para luego plantear generalizaciones con las cuales articula ideas que resultan sucintamente sexistas, en contra de los hombres con quienes se enfrenta en cada capítulo y, además en contra de aquellas «[mujeres] más capaces de adaptarse a la dominación masculina […], aquellas para quienes el feminismo es una causa secundaria, un lujo. Las que no se rompen la cabeza con la cuestión» (2007, 103).
Ordenada la narrativa de forma relativamente cronológica, Despentes va a discutir temas vitales para las políticas feministas, como la violación, la prostitución y el porno. Sobre el primer tema, es asertiva en afirmar quién es el sujeto de sus reflexiones, olvidando deliberadamente las aportaciones posmodernas de las que se alimenta a finales de la obra. Muchas feministas han sido prudentes con la eliminación del sujeto de agenciamiento político que la crítica de la identidad posmoderna ha aportado. Para Virginie Despentes, la violación tiene una agenda política exacta, producto del sistema capitalista: «es la representación cruda y directa del ejercicio del poder. Designa un dominante y organiza las leyes del juego para permitirle ejercer su poder sin restricción alguna» (2007, 43). Fiel a su referente, Camille Paglia, quien propone que de manera inherente a la «condición femenina» existe el riesgo de la violación, Despentes afirma: «Nos falta seguridad con respecto a nuestra legitimidad para irrumpir en lo político; no se puede pedir menos, visto el terror físico y moral al que se enfrenta nuestra categoría sexual» (2007, 22). De esta forma, se oyen gritos de acción reminiscentes del activismo de las feministas radicales, los cuales fuerzan al lector a pensar en términos de política de la experiencia y a distanciarse de la disociación entre identidad y corporalidad. No obstante, la autora se olvida de que también existen hombres víctimas de violencia de género.
Es animador y refrescante leer sobre su experiencia de prostitución ocasional y voluntaria —lejos del discurso que somete a las mujeres al rol de víctimas de manipulación o de las despreciables circunstancias de la vida—, comparando la similitud entre el trabajo como escritora mediatizada y el acto de prostituirse. Unas páginas atrás decía que:
Si no avanzamos hacia este lugar desconocido que es la revolución de los géneros, sabemos exactamente hacia dónde regresamos. […] El capitalismo es una religión igualitarista, puesto que nos somete a todos y nos lleva a todos a sentirnos atrapados, como lo están todas las mujeres. (2007, 26)
Sin embargo, mientras hace afirmaciones como la anterior, o al mismo tiempo que dice que la falta de «condiciones decentes» es una forma de control sobre la sexualidad del pater familias (2007, 68), Despentes también logra extraer pensamientos similares a los de unarevista de moda cualquiera: «La revolución depende de unos cuantos accesorios» (2007, 54).
Si sus consideraciones sobre la prostitución son algo obtusas, sus percepciones sobre el porno son más bien relevantes, siguiendo la tradición del feminismo sex-positive. Tras su recorrido como crítica de pornografía, ofrece una visiónsustancialmente pragmática del género: «Una película porno está hecha para masturbarse» (2007, 88). Despentes sigue proponiendo que el varón se ha apropiado del orgasmo femenino y, casi ocho años más tarde, es una lectura que sigue siendo actual. Más aún cuando la comunidad médica, a la hora de escribir esta reseña, se autocongratula por haber implantado vaginas artificiales, construidas a partir de tejidos genéticamente compatibles, en cuatro adolescentes que nacieron con el síndrome Mayer-Rokitansky-Küster-Hauser, una condición genética en la que la vagina y el útero están subdesarrolladas o totalmente ausentes. Recientemente, en un periódico británico, el autor aplaudía a los investigadores que habían permitido que estas jóvenes fueran capaces de tener orgasmos y de reproducirse e, incluso, citaba a una de las adolescentes, quien emocionada, celebraba el hecho de poder llevar ahora una «vida normal» (Walker 2010).
Más adelante, en el curso de la obra, resulta interesante el paralelo que traza Despentes entre la pornografía y el cine, yuxtaponiéndolos como «formas de entretenimiento y de control modernas» (2007, 93). Mientras que cada género tiene su estética y particularidades geopolíticas, lo que escribe ambas historias en paralelo es la censura, afirma. Estudios de varias autoras feministas han indicado que la censura de la sexualidad en el cine se produce de acuerdo con la imprevisibilidad de sus efectos en las masas. En el porno, la censura es también producto de que «golpea el ángulo muerto de la razón» (2007, 76). Este argumento resuena en el cine, dice la autora, el cual pretende capturar y desnaturalizar posibles formas de contaminación; al menos es así en la película de Peter Jackson del 2005, King Kong. En esta se plantea la posibilidad de una sexualidad polimorfa, ejemplificada en las criaturas que habitan la isla Skull, entre las cuales se halla King Kong, una criatura híbrida que es «anterior a la obligación del binario» (2007, 94), que debe ser domesticada y, finalmente, eliminada por el hecho de representar lo contrario a la heteronormatividad.
Como feminista, investigadora de la historia de la ciencia y comisaria de una generación más lejana a la de la autora, busqué entender cómo leer sus conclusiones en el presente, desde una perspectiva en la cual las políticas queer son más eficaces (y están, sin duda, más de moda) que el feminismo radical punk-rock por el que ella aboga. Reinventar códigos de género no pasa solamente por ser punkarra, tampoco por querer ser un híbrido de Courtney Love y King Kong en contraposición al «ángel del hogar» como dijo Virginia Woolf (citada por Despentes 2007, 111). Como alternativa, podemos pensar el poder como técnica de gobernabilidad y representación, aceptando la invitación de Foucault y de los discursos postidentitarios presentados por esta revista, por medio de los cuales la corporalidad se revela como una ontología contingente. Más punk-rock que King Kong o Godzilla sería el fragmento, lo amorfo o lo múltiple.
Referencias
Kosofsky Sedgwick, Eve. 1993. Tendencies. Durham: Duke University Press. Paglia, Camille. 2001. Vamps and Tramps. Más allá del feminismo. Madrid: Valdemar.
Walker, Peter. 2010. «Vaginas grown in labs successfully implanted into girls with rare disorder», en: The Guardian, 11 de abril. Disponible en: <http://www.theguardian.com/ society/2014/apr/11/vagina-grown-lab-implant-girls-disorder>, consultado el 12 de abril del 2014.