Sentiido: periodismo sobre la diferencia
Creatividad, nuevas ideas, recursividad. Falta de información, prejuicios, lugares comunes. Lo primero son las herramientas con las que un medio como Sentiido, dedicado a la diversidad sexual, propone una alternativa frente a lo segundo: las tendencias de muchos medios masivos de comunicación al referirse a la diversidad sexual y de géneros. No son pocas las ocasiones en que se percibe la falta de herramientas y recursos informativos cuando aparece en las redes sociales una noticia en la que hay una persona homosexual, lesbiana o trans involucrada (las bisexuales o queer difícilmente aparecen). Se tiende a generalizar, a tratar las identidades con temor o a enfocarse en lo que pueda «vender» mejor.
«Gay lo habría mandado matar». Este fue el titular de una noticia publicada el primero de febrero del 2014 en la versión digital del periódico El Universal de Cartagena. La nota hablaba de un joven de 20 años herido después de haber recibido siete disparos. «Fue un homosexual quien presuntamente le ofreció dos millones de pesos a un sujeto del barrio para que lo matara. El problema surgió porque el joven le habría robado un computador portátil al homosexual», señalaba El Universal (2014)
En realidad se trataba de una noticia en la que la orientación sexual de los protagonistas era irrelevante; no cambiaba en nada el hecho de que una persona hubiera sido atacada por otra con arma de fuego por un presunto robo. Sin embargo, el periodista que la elaboró consideró fundamental referirse al posible agresor como «el homosexual».
En tres párrafos, el espacio destinado para la nota, utilizó esta palabra en tres ocasiones, suponiendo así que la «gravedad» del crimen estaba también concentrada en la orientación sexual del presunto implicado, vista bajo una perspectiva moralista.
En mayo del 2013 varios medios de comunicación nacionales relataron la captura de una persona prófuga de la justicia, que había sido condenada a 60 años de cárcel por los delitos de concierto para delinquir, fabricación, tráfico y porte de armas, hurto calificado y agravado, secuestro extorsivo y tortura. La noticia fue titulada en la versión digital de la Revista Semana de la siguiente manera: «El transgénero que quiso confundir a la Policía» (2013). Aunque la identidad de género de la protagonista era parte del contexto de la historia, terminó por convertirse en el punto central, en lo más llamativo y en el «gancho» perfecto para vender una historia insólita. En este medio se refirieron a Rosalinda, la mujer transgénero, como «hombre», «travesti» y con el pronombre «él».
También afirmaron que ella «había acudido a semejante cambio para ocultarse de las autoridades». Lo hicieron desconociendo, incluso, que en uno de los párrafos de la noticia estaba el testimonio de la mamá de Rosalinda, quien señalaba que desde los 16 años la implicada se reconocía como mujer trans. La versión virtual del periódico El Tiempo tituló esta misma noticia así: «Rosalinda, el hombre que se volvió travesti parahuir de la justicia»; mientras que el periódico El Espectador escribió: «Soy inocente: travesti acusado de ser peligroso delincuente». En todos los casos que se acaban de citar se demuestra que las sexualidades no heterosexuales siguen siendo vistas, aún en el siglo XXI, con temor y prevención, y con la idea de que la homosexualidad o el transgenerismo ratifican las tendencias criminales de las personas.
Desde finales de la década de los noventa y principios del año 2000, cuando empezó a utilizarse en Colombia la sigla LGBT para referirse a las personas lesbianas, gais, bisexuales y trans —quienes empezaron a ser más visibles—, diferentes medios de comunicación optaron por darles más espacio a las noticias relacionadas con este sector. Titulares como: «Hermafroditas, parte de la comunidad LGBT» y «Los LGBT marcharán por sus derechos», entre muchos otros, demuestran que los medios de comunicación impresos de mayor circulación optaron por empezar a incluir (aunque no sin algo de prevención) información en torno a estos asuntos.
La manera como algunos medios de comunicación abordaban esta temática fue una de las principales razones por las cuales nació Sentiido en el 2011: el objetivo era crear un espacio virtual para tratar desde otro ángulo la diversidad sexual y de géneros desde una perspectiva periodística. En efecto, uno de los principales antecedentes de este proyecto fue el hecho de que en los medios tradicionales de gran alcance la orientación sexual podía ser utilizada como «agravante» de una conducta ilegal, y la identidad de género como una manera de escapar de las autoridades. Es decir, lo LGBT se consideraba fuente de noticia en tanto estuviera involucrado un crimen, una «chiva» o un escándalo.
En la decisión de crear Sentiido también influyó que tanto en prensa como en radio, televisión e Internet, los periodistas y comunicadores acostumbraran a referirse a las personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas como «la comunidad LGBT». Sin embargo, la realidad muestra que las sexualidades e identidades de género diversas no viven en determinados sectores de las ciudades, unidas bajo ciertas reglas a manera de congregación como en conventos o colegios. El sociólogo alemán Max Weber plantea que una comunidad tiene bases afectivas, emocionales o tradicionales y que puede surgir a partir de una relación de hermandad religiosa, social o erótica. El mejor ejemplo de ello es la familia (Weber 1947, 137). Si bien en las grandes ciudades se han creado espacios focalizados de socialización para personas LGBT como el Soho en Londres, el Castro en San Francisco o el mismo barrio Chapinero en Bogotá, estos lugares tienden más a agrupar una serie de establecimientos comerciales dirigidos a un nicho que a reunir comunidades en el sentido sociológico y tradicional del término.
La expresión «comunidad LGBT» es una forma en que los medios agrupan indistintamente todo lo que no es heterosexual o sexualmente obediente. Es una manera de homogenizar y de encontrar un lugar común para clasificar noticias, conductas y todo lo que se salga de lo «normal». Es por esta razón que resulta tan problemático cuando una persona se autodenomina la «vocera de la comunidad» o cuando los medios anuncian que la «comunidad LGBT» está indignada o feliz por un cambio legislativo o por un anuncio que hizo un político. Se desconoce así la individualidad de los sujetos que se agrupan bajo la sigla LGBT y se tiende a crear la percepción de que estas personas actúan en masa, que están de acuerdo con unos estándares mínimos o normas y que tienen un objetivo común. Podría pensarse entonces que se confunde la «comunidad LGBT» (espacio en el que supuestamente están todas las personas sexualmente diversas) con el movimiento social LGBT. Este último agruparía a aquellos individuos o grupos sociales organizados por un objetivo común, que establece diferentes estrategias de acción e incidencia.
A diferencia de la idea de comunidad, un movimiento social es una acción colectiva mantenida que confronta y que se manifiesta a partir de una estructura de oportunidades políticas. Un movimiento social también apela a la solidaridad, se cuestiona y rompe con la institucionalidad, lo que lo convierte en un mecanismo de construir sociedad (Laraña 1999). En esta medida, la movilización social de sexualidades y géneros es también una movilización a partir del reconocimiento de las identidades, pues estas, en vista de que no son negociables, son el pilar de la acción colectiva (Cohen 1985). Esta breve caracterización arroja rápidamente unas diferencias sustanciales con la idea de la «comunidad LGBT», pues esta última no necesariamente es socialmente crítica y puede estar regida por otro tipo de parámetros como la lógica de los mercados o los estereotipos familiares, religiosos o hasta por formas de concebir las sociabilidades en los cascos urbanos.
Así mismo, buena parte de los medios de comunicación tradicionales solamente abordan estos temas cuando hay una noticia política o judicial de por medio, y muchas veces las presentan permeadas por los prejuicios y las creencias que los periodistas tienen al respecto. Un ejemplo de ello es dar por sentado que los hechos relacionadas con la muerte de hombres homosexuales tienen que ver con los llamados «crímenes pasionales», con lo que se desestima la situación de violencia y se da a entender que «se matan entre ellos». En contraposición, Sentiido ha procurado cuestionar las bases de ciertas creencias y, teniendo en cuenta diferentes tipos de fuentes (académicas, jurídicas, periodísticas, artísticas, entre otras), explorar cómo pueden subvertirse esos órdenes y esas formas de entender las sexualidades. Preguntarse, por ejemplo, qué es un crimen pasional, cómo lo concibe la ley y qué bases sociológicas tiene han sido maneras de mostrar otra cara de la moneda; así también, preguntarle a hombres gais con diferentes visiones de mundo si existen parámetros sociales y estéticos de discriminación entre ellos mismos.
En ocasiones, los temas de diversidad sexual y de géneros suelen ser abordados sin mayor análisis. Generalmente se dejan de lado asuntos menos noticiosos y más cotidianos, como qué es ser una persona transgenerista, las historias de vida —no necesariamente desafortunadas y dramáticas— de personas LGBT o casos de discriminación en bares y establecimientos públicos que se anuncian como «incluyentes» o «diversos». Es decir, también dentro de los sectores LGBT hay diferencias, disidencias, desacuerdos y formas de entender la vida, más allá de las marchas y durante los 364 días del año restantes. Esto hace parte de la cotidianidad de muchas personas que buscan vivir su orientación sexual e identidad de género libremente y que no necesariamente consumen únicamente información de actualidad.
Primeros pasos
Sentiido nació en el 2011 como un blog bautizado originalmente como Sentido Contrario. Elegimos ese nombre inspiradas en las declaraciones de VerónicaVelásquez, ex señorita Antioquia, quien en el Reinado Nacional de Colombia del 2008, a la pregunta: «¿usted cree que la mujer es el complemento del hombre?» respondió: «Yo creo que el hombre se complementa al hombre, mujer con mujer, hombre con hombre y también mujer a hombre del mismo modo en el sentido contrario». Allí se empezaron a publicar columnas breves que exploraban tímidamente la inmensa diversidad dentro de la diversidad y en las que compartíamos opiniones sobre hechos LGBT nacionales o internacionales.
No era la primera vez que en Colombia se creaba un espacio (virtual o en papel) enfocado en esta materia. Sin embargo, Sentido Contrario tenía varias diferencias con las propuestas que existían o habían existido hasta entonces. La primera y quizá más evidente era que ni la imagen ni el nombre del blog tenían los colores de la bandera de arcoíris, la sigla LGBT ni la palabra «rosa». Esta decisión estaba fundamentada en una suerte de desobediencia hacia los estereotipos y supuestos símbolos de esa llamada «comunidad LGBT», que hacen creer que todas las personas se identifican con estos colores, formas o letras. Esto también representaba una manera de reconocer a aquellas personas que no se sienten cómodas o no están de acuerdo con la agrupación de las sexualidades bajo estándares unificados o que no quieren ser «descubiertos» leyendo sobre temas de diversidad sexual. Más que los símbolos tradicionalmente aceptados, nuestra prioridad era —y sigue siendo— la calidad y originalidad del contenido.
«Sentiido en la calle». Las fundadoras de Sentiido ejerciendo su labor periodística en la Marcha por la Ciudadanía Plena del 2013, en Bogotá. Foto: Ariel Camilo González para Sentiido.
«Antifaz». Al no haber elegido el arcoíris o el color rosado para el diseño de la página, Sentiido quería reconocer a quienes no necesariamente se identifican con los símbolos tradicionales del movimiento LGBT. Foto: Ariel Camilo González para Sentiido.
Aunque utilizar cualquiera de estas opciones —el arcoíris, el color rosa, etc.— habría facilitado que el blog se «clasificara» mejor y apareciera más rápido en las búsquedas que la gente realiza en Internet, creíamos que nuestra propuesta iba más allá de lo LGBT, abarcando la diversidad sexual y de géneros en su máxima expresión. Pero sabíamos, también, que para facilitar la «labor» de Google, tener una mejor recordación de marca y orientar a los lectores sobre lo que era Sentido Contrario, la sigla LGBT debía estar presente en alguna parte. De ahí que el eslogan elegido para el blog fuera: «periodismo, opinión y análisis LGBT». Sin embargo, desde siempre supimos que los contenidos presentados podrían ser de interés tanto para quienes se identificaran como lesbianas, gais, bisexuales o trans, como para quienes no se reconocieran con ninguna de estas palabras o para las personas que se definen como heterosexuales pero que por motivos laborales, académicos, personales o familiares, les interesa ahondar en temas de diversidad sexual o de géneros.
Es llamativo ver cómo existe una constante homogenización no solo por parte de los medios de comunicación o de la publicidad sobre las «sexualidades desobedientes». Muchas personas no heterosexuales encuentran también en la sigla LGBT un espacio de desarrollo y de camaradería que no habían encontrado antes. Por su propia naturaleza, Sentiido ha construido una posición de respeto frente a todas las formas de expresióny a su vez ha optado por remover los cimientos sólidamente asentados del agrupamiento bajo la «bandera» LGBT, pues reconoce que existe también mucha discriminación entre cada una de estas identidades. La clase social, la educación, el físico, el tipo de amigos que componen sus círculos, su ocupación son variables determinantes que en ocasiones manifiestan criterios de selección y de privilegios. La misoginia latente de hombres gais hacia mujeres lesbianas cuya expresión de género se aleja de los tacones y el pelo largo; la displicencia de los homosexuales que se autodenominan «activos» frente a la aparente feminidad y debilidad de «las pasivas»; las mujeres trans que tienen dinero para usar implantes de silicona legales frente a las que usan aceite de cocina o silicona industrial, etc. Sentiido ha buscado explorar esos espacios grises, eso que se da por sentado y que crea la imagen de que la «comunidad LGBT» va detrás de los mismos objetivos, es solidaria entre sus «miembros» y, por el hecho de ser diferente frente a los cánones sociales establecidos, es respetuosa de otras diferencias y diversidades: étnicas, raciales, físicas, sociales y religiosas.
Esta posición implica varios retos. Por un lado, reconocer, como ya se mencionó, la interseccionalidad que atraviesa a cualquier individuo independientemente de su orientación sexual. Por otro lado, explorar nuevas formas de ejercer el periodismo, alejados del sensacionalismo, del morbo y de la llana búsqueda de un mayor tráfico en la página web. Finalmente, entender que si bien planteamos una actitud abierta hacia la diferencia, la diversidad y la desobediencia, ningún medio está exento de desconocer la realidad de muchas personas que no se etiquetan ni se definen en los parámetros usuales. Aunque esto último puede representar un riesgo para ejercer un periodismo sin discriminación, también es una oportunidad de aprendizaje y de exploración de otras formas de existir.
A finales de los noventa, existió en Colombia una publicación impresa llamada Acénto dirigida a la población gay. Después de nueve ediciones la revista no pudo continuar su producción argumentando razones económicas. En ese entonces su director, Fernando Toledo, dijo en una entrevista para la Revista Semana que «la comunidad gay, su objetivo principal, no se entusiasmó con la propuesta. El país no estaba preparado para una revista de esta naturaleza». En esa misma entrevista, el/la periodista le hizo una pregunta a Toledo que, aunque en apariencia inocente, resume en buena medida la visión que permanece en algunos medios de comunicación sobre las personas LGBT: «¿Eso quiere decir que ustedes sobredimensionaron la población homosexual?» (Revista Semana 1998). Ese verbo, «sobredimensionar», tiene implicaciones importantes porque muestra cómo se consideraba socialmente, a finales de los noventa, que las personas LGBT eran una minoría, un grupo reducido y concentrado, fácilmente identificable, que realmente no era una «muestra» signifi-cativa de la sociedad.
«Amor». Aunque Sentiido incluye en su definición la sigla LGBT, su propuesta va más allá de cada una de las letras que la componen. Foto: Ariel Camilo González para Sentiido.
«Ni varón, ni mujer». Sentiido ha tenido la oportunidad de entrevistar a activistas y artistas como la argentina Susy Shock quien busca cuestionar, por medio del arte, los géneros. Foto: Sentiido. Concepto y diseño: Mauricio Wills.
Años más tarde, en septiembre del 2013, durante el Ciclo Rosa Audiovisual que se llevó a cabo en la Cinemateca Distrital de Bogotá, Fernando Toledo recordó su trabajo en dicha publicación y manifestó que la idea había surgido porque veían en la población gay «un nicho de mercado no explotado». Buscaban llegarle a ese público homosexual que tradicionalmente se ha creído es el mayoritario: hombres con alto poder adquisitivo, amantes del arte, la jardinería, la gastronomía gourmet, los artículos de lujo y los destinos exóticos.
La creencia arraigada de que las personas homosexuales (principalmente los hombres) son adinerados, sofisticados, que compran lujos y viajan constantemente está desconociendo varios componentes sociales. Por un lado, asume que las personas gais son un todo, un grupo homogéneo y que pertenecen a un estatus socioeconómico semejante, lo que estaría obviando que la orientación sexual no es una cuestión de clase social ni de ingresos: en las áreas rurales, en el conflicto armado, en las zonas deprimidas de las ciudades y en las clases medias también hay personas homo-sexuales y no necesariamente tienen la capacidad adquisitiva para vivir como mucha gente se imagina. Por otro lado, la idea de que una pareja sin hijos dispone entonces de más dinero para gastar es también discutible, pues no se están teniendo en cuenta variables como los salarios que reciben, las condiciones laborales en las que se encuentran y el nivel de oportunidades que han tenido para desarrollarse académica y profesionalmente.
La experiencia de Acénto fue importante para la sociedad y el mundo editorial colombiano, y planteó nuevos interrogantes sobre los nichos de mercado y los consumidores de periodismo. Por eso, cuando creamos Sentido Contrario decidimos no partir de la premisa de aquella revista, aunque sí aprender de ella. No pensamos en cubrir las «carencias editoriales» de ese perfil de hombre al que se refieren algunos estudios de mercadeo. Y no porque creamos que no exista, sino porque consideramos que es un porcentaje reducido de lectores que posiblemente encuentra satisfechas sus necesidades editoriales en otras tantas publicaciones especializadas en destinos exóticos, productos de lujo y gastronomía gourmet.
Hay también una expresión que se ha ido afianzando en los medios de comunicación y los opositores a la diversidad sexual y de géneros. La idea de que las personas LGBT tienen un «estilo de vida». Esta expresión, tan cercana a la idea de «comunidad LGBT», da a entender que las personas con géneros y sexualidades diversas tienen una tendencia hacia cierto tipo de comportamiento, hábitos de consumo y formas de relacionarse. Por eso, nuestro norte no eran los supuestos gustos en el estilo de vida de las personas LGBT, porque creemos que de estos hay tantos como personas en el mundo. El eje central era la diversidad sexual y de géneros contados mediante reportajes, entrevistas, historias de vida y reseñas, entre otros, que nos permitieran explorar otras formas de existir en el mundo.
«Mastico, luego pienso». Una de las premisas de Sentiido es masticar la información y no tragar entero. Foto: Sentiido. Diseño: Mauricio Wills.
Tampoco contemplábamos competir con los grandes medios de comunicación del país. No teníamos la infraestructura, los recursos ni el interés en publicar varias veces al día «noticias LGBT» de tres o cuatro párrafos. Los medios masivos de comunicación con mayor impacto en el país han abonado a lo largo de los años un campo de poder y de legitimidad de la información. Esta situación crea una imagen de alta credibilidad y una noción de que las noticias se rigen por parámetros de sentido común compartidos igualmente por toda la sociedad (Bourdieu 1985, 729). También vuelve sobre la idea de que existe una gran masa homogénea llamada «lector», que tiene los mismos principios básicos frente a opuestos como el bien y el mal, la salud y la enfermedad, la paz y la guerra, etc.
Sin embargo, cuando se plantea la idea de crear un medio de comunicación con enfoque de diversidad sexual y de géneros hay que cuestionar esos opuestos, por el hecho de que la diferencia y la desobediencia sexual plantean otras formas de entender la sociedad. En principio, las noticias tienen que replantearse desde su misma naturaleza: ¿cuál es el sentido común de un grupo social? ¿Existe siquiera? ¿Importa más lo que sucedió que el porqué sucedió? Por otra parte, la idea era dar un espectro amplio de posibilidades con respecto a las identidades, las formas de entender y vivir la sexualidad en su relación con lo político, lo social, lo cultural, lo espiritual y lo económico. Es decir, los lectores no son homogéneos y no tienen iguales posiciones sobre todas las cosas. El objetivo era proponer diferentes miradas sobre un mismo aspecto y no encasillarse solo en lo blanco y lo negro, las respuestas seguras o las dos caras de la moneda. Como bien lo afirma la cronista argentina Leila Guerriero, «un periodista debe cuidarse muy bien de buscar una respuesta única y tranquilizadora a la pregunta del porqué» (Guerriero 2010).
En lo que respecta al futuro del periodismo virtual, sobrevivirá lo que sea original, presentado con ángulos particulares y que cuente las historias de una manera propia, sin repetir lo que otros han dicho. El humor, por ejemplo, es un buen mecanismo para lograrlo. Medios más radicales como The Onion sentaron las bases para criticar el consumismo salvaje de noticias y la actitud pasiva de muchos lectores que en ocasiones no pueden reconocer el carácter ficticio de algunas noticias que rayan en lo absurdo, ya que dan por supuesta la veracidad de la información por el simple hecho de que está publicada en Internet. Este poder que ejercen los medios masivos sobre los lectores es cuestionado y desmembrado poco a poco por nuevas propuestas virtuales que reviven la necesidad de la originalidad, de la creatividad, de construir lectores activos, propositivos y que se rían de la forma como se representa el mundo por medio de las grandes casas editoriales y de noticias que están constreñidas a otro poder: el económico.
Si el periódico El Tiempo publica una noticia hablando de que «se incrementaron los homicidios y la discriminación hacia la comunidad LGBT», ¿qué logran los medios nuevos e independientes copiando esa información y pegándola en su sitio? En Sentido Contrario pensábamos que hacía falta profundizar en la información y que algunaspersonas querrían saber qué había detrás de esa noticia sobre la muerte de personas LGBT. Creíamos que había quienes después de conocer el hecho se preguntarían: ¿por qué alguien decide acabar con la vida de otra persona que ni conoce, solamente por su orientación sexual o identidad de género? o ¿por qué muchos de estos crímenes quedan en la impunidad?
Si la noticia ya había sido difundida, ahora podríamos analizarla e intentar encontrar respuestas; abordar, por ejemplo, qué hay detrás de esas cifras de «homicidios LGBT» que presentan los medios de comunicación tradicionales y qué se requiere de fondo para reducirlas. Esto toma tiempo porque obliga a consultar diferentes fuentes y discutir detenidamente el tema antes de publicarlo. Podría decirse que Sentido Contrario nos planteó la necesidad de reevaluar los tiempos y de buscar un periodismo menos veloz y voraz. Para hacer una comparación con los nuevos movimientos en contra de las comidas rápidas, lo nuestro es un slow journalism.
Un periodismo a profundidad sobre la diferencia
Cuando se creó Sentido Contrario, una de las fundadoras estaba vinculada laboralmente, de tiempo completo, a una revista de actualidad de circulación nacional. Allí había visto cómo muchas veces se incluían temas LGBT para parecer «políticamente correctos» o para atraer posibles anunciantes de vehículos, productos de alta tecnología y agencias de viajes. Pero siempre llegaba la advertencia de los directores y editores: «incluyamos algo gay, pero una nota pequeña, que no se note mucho». Este tipo de reacciones frente a las sexualidades en los medios tradicionales era un punto de partida importante para pensar en un emprendimiento periodístico y cultural con visión de diversidad sexual y de géneros. La necesidad de conservar pautantes condicionaba constantemente a medios como este a sentir temor, porque las empresas no quisieran ver «comprometido» su nombre con temas que aún parecen «turbios» para tantas personas.
Izquierda: «Identidades de género». Tema que los medios tradicionales han explorado poco por temor o desconocimiento.
Derecha: «Las íes de Sentiido». El juego con las vocales se convirtió en una oportunidad para representar a quienes leen Sentiido: personas críticas que debaten, comparten y se cuestionan. Diseño y concepto: Mauricio Wills para Sentiido.
La respuesta que tuvieron las publicaciones en el blog nos llevaron en mayo del 2012 a tomar un nuevo rumbo. A pesar de que Sentido Contrario ya tenía una cierta identidad, era hora de dar el salto a una nueva plataforma digital, a una página web con dominio propio (sentiido.com) que permitiera establecer secciones y tener una imagen gráfica oficial. Y un cambio tan radical debía venir acompañado de algo más grande, un nuevo nombre: Sentiido. Finalmente no estábamos avanzando en «sentido contrario», sino dando nuevos «sentiidos». Elegir un nombre con doble grafía (ii) era un riesgo alto (y lo sigue siendo), tanto en la recordación de marca como en asuntos legales; sin embargo, nos permitía utilizar esas dos vocales como símbolo de la naturaleza del medio: analizar, discutir, compartir e incluir diferentes miradas sobre la diversidad sexual y de géneros. Estas letras, que se han convertido en símbolo de los lectores, han establecido nuevos canales de comunicación y de representación de la idea que Sentiido ha querido promover: personas que se cuestionan, que no creen que las identidades sean estáticas, que buscan otras formas de relacionarse con el periodismo digital.
Con el paso del blog Sentido Contrario a la página web Sentiido.com llegaron nuevos retos y necesidades. El cambio no solamente fue de forma, sino especialmente de fondo: ampliar los géneros periodísticos y lenguajes de comunicación utilizados hasta entonces. Era una oportunidad para preguntarse si realmente podía irse más allá de la noticia y de la columna de opinión; si la crónica, el reportaje y el periodismo a profundidad tenían cabida cuando se habla sobre identidades, sexualidades y géneros. También nos enfrentábamos a un reto mayor: desvirtuar la idea de que en el mundo digital solo se vende lo «curioso» (una abuela de 99 años vive con un jaguar y vende marihuana en su casita de Islandia); lo «tierno» (mira cómo estos perritos recién nacidos se abrazan mientras duermen); lo «escandaloso» (se cambia de sexo y después se arrepiente); lo «asombroso» (estos niños se burlan de su compañero de clase. No creerás lo que sucede después), y lo «elemental» (5 razones por las que el pollo frito no es bueno para la salud).
Este reto enfrenta otra creencia muy arraigada del mundo digital: que a las personas no les gusta leer y cuanto más básica sea la publicación, más tráfico da. Si bien las prácticas de lectura se modifican con el tiempo y las personas ya no leen como leían en 1914, esto no significa que la sociedad esté pasando de un período antiguo y lejano en que se leía mucho y muy bien, a un presente en el que se lee poco y mediocremente. Es posible, es cierto, que los hábitos de lectura se estén modificando por la sobreabundancia de información: tiempos de concentración más cortos, hiper-textualidad, lectura a manera de escaneo, el lenguaje multimedia, etc. Sin embargo, la pregunta es si un medio de comunicación debe o no subestimar a sus lectores: tratarlos como personas desinteresadas, sin capital cultural y sin la capacidad de cuestionar lo que leen.
A este respecto, Leila Guerriero critica el comportamiento de los medios y trata de entender sus nuevas dinámicas (en su momento, con la idea de que la televisión había desbancado a la prensa escrita):
El hecho de que tantos editores hayan decidido que los lectores no leen, pero insistan en hacer periódicos y revistas —objetos que sólo están hechos para ser leídos— es, al menos, desconcertante. ¿Para qué insistir en la fabricación de algo que está destinado al fracaso? ¿Por qué no venden sus diarios y sus revistas y se compran canales de televisión? (Guerriero 2010)
Sin embargo, estos nuevos desafíos en la producción de información y de conocimiento parten de la premisa de que las nuevas (y viejas) generaciones de lectores leen en digital como lo harían en cualquier medio impreso. Según el historiador Roger Chartier, «la originalidad y la importancia de la revolución digital reside en que obliga al lector contemporáneo a abandonar todas las herencias que lo han moldeado» (Chartier 2012, 19). Por lo tanto, no es siquiera necesario creer que quienes navegan en la red no tienen interés alguno en la lectura de productos periodísticos. Cuanto más se les subestime, más se convierte el medio en un imán de visitantes (con suerte lectores) sin interés alguno.
En Sentiido, los lectores hacen lo que les place con lo que publicamos. No se les puede obligar a permanecer en la misma página, pero tampoco se debe disminuir la calidad del contenido para que aumente el número de visitas. Los textos pueden tomarse el espacio que el tema requiera para su desarrollo, desconociendo aquellas «normas digitales» que indican que los textos en Internet no pueden pasar de los cuatro párrafos porque, de lo contrario, la gente abandona la lectura. Sin embargo, es una política utilizar un lenguaje sencillo y claro, comprensible tanto para una persona de la academia como para una madre o un padre de familia sin mayor conocimiento del tema, pero con dudas que quiere aclarar. Existen muchos términos especializados que se han convertido en parte del lenguaje de un nicho reducido. Palabras como «heteronormatividad», «homolesbobitransfobia» y «patriarcado» responden a necesidades del habla y de la escritura de ciertos círculos; sin embargo, limitan el acceso a la lectura de personas que pueden estar interesadas en estos temas, pero que no los dominan o solo quieren informarse de manera general.
Por aquí y por allá: temas y posibilidades del mundo digital
Y entonces, ¿cómo aproximarse a los lectores y cómo establecer puentes de comunicación con quienes están creando, proponiendo y cambiando la forma de ver las sexualidades y los géneros? Aprovechando los diferentes lenguajes que ofrecen las TIC, empezamos a organizar hangouts (entrevistas virtuales en vivo transmitidas por el canal de Youtube), a producir videos, cubrir eventos y publicar galerías fotográficas. Esto ha sido un aprendizaje interesante, porque nos ha permitido ver las diferentes formas en que las personas y agrupaciones se expresan, organizan y representan socialmente. Desde un festival de la diversidad en la localidad Rafael Uribe Uribe hasta un encuentro de radio itinerante en medio de la plaza Lourdes, todas han sido excelentes oportunidades para intercambiar ideas, registrar momentos en diferentes formatos y entender que la diversidad sexual va mucho más allá de los estándares que exige una sigla cuyas letras cada vez van en aumento: L–G–B–T–I–H–A–Q...
Una de las propuestas más interesantes y que nos ha permitido establecer vínculos con los lectores es la sección llamada «En mis zapatos», la cual se concibió con el fin de compartir testimonios y experiencias personales que fueran llegando a Sentiido a manera de colaboraciones. A propósito, en julio del 2013 una lectora envió un texto llamado «A mí no se me nota», en el que reflexionaba sobre la idea arraigada de creer que era mejor que a las personas LGBT no «se les notara» su orientación sexual. Su experiencia resaltaba que, a raíz de la presión familiar y social, en algún momento de su vida había pensado que debía ser tan femenina como pudiera para evitar que la gente se diera cuenta de que ella era lesbiana. Esta colaboración era un testimonio personal, pero discutía ideas que generalmente se han dado por sentado sobre la percepción de género y que precisamente están muy asociadas a la famosa «comunidad LGBT» y, a su vez, permitía que otros lectores se sintieran identificados.
Muchos lectores comentaron a partir de su experiencia personal y se evidenció cómo las personas sexualmente diversas, además de sobrellevar las presiones sociales y familiares para que vivan una homosexualidad —podríamos decir— «políticamente correcta» (no seas machorra, no seas afeminado, no seas promiscuo/a, no te cambies de sexo, al menos ten éxito laboral, no tengas VIH, no se lo digas a nadie, etc.), también deben cargar con sus propias presiones al creer que la homosexualidad es «menos mala» cuanto menos «se note» y que pueden «camuflarse» como heterosexuales. De hecho, no pareció descabellado exponer cómo existe la expectativa de que las personas LGBT, por el hecho de pertenecer a una supuesta minoría social, respeten a otras minorías o a personas que viven experiencias similares con respecto a la sexualidad y la identidad de género. Sin embargo, por encima de todo está la condición humana que muestra que, en casos como el LGBT, algunas veces no va de la mano con la solidaridad o la empatía hacia los demás. Este es otro argumento que ayuda a entender por qué la «comunidad LGBT» es más un espejismo que una realidad.
Brigitte Baptiste en entrevista con Sentiido. Brigitte, directora del Instituto Humboldt, habló sobre la relación entre la biodiversidad y la teoría queer. Foto: Ariel Camilo González para Sentiido.
Otro de los objetivos de la página es tratar temas específicos a profundidad con una amplia gama de fuentes y de perspectivas. Cuando se publicó el especial «Queer con plastilina», se exploró en el significado y usos de lo queer, en su naturaleza y en por qué muchas personas optan ahora por llamarse así antes que LGBT. Para este fin, Sentiido contactó a la actual directora del Instituto Humboldt en Colombia, BrigitteBaptiste. La entrevista, titulada «Desde que las niñas son rosadas y los niños azules estamos jodidos», discutió a partir de una perspectiva científica y cultural la identidad y expresión de género, las normas sociales que las constriñen y la responsabilidad de los individuos de buscar sus propias formas de expresarse libremente sin partir de la dicotomía de lo correcto y lo incorrecto en términos científicos: «Es antinatural construir una mina de carbón a cielo abierto sin las debidas consideraciones ambientales. ¿Pero “antinatural” un comportamiento sexual? No hay parámetros para juzgarlo» (Acosta 2013).
Esta publicación demostró que el terreno de las identidades sexuales y, aún más, de lo queer ha sido escasamente explorado en el periodismo y que es necesario hacerlo: muchas personas saben algo sobre las identidades de género por lo que han visto en los medios masivos, generalmente (como lo mostramos al inicio de este artículo) asociadas con asesinatos y criminales. Es un territorio rico y vasto del que las personas, independientemente de su orientación sexual, tienen mucho que aprender y mediante el cual pueden replantear su forma de ver la diversidad y la diferencia. De hecho, algunas personas trans que Sentiido ha entrevistado para diferentes artículos han manifestado que lo LGBT en Colombia forma parte de una agenda principalmente de gais y lesbianas, y que las otras identidades están ahí por añadidura. Los casos que se han conocido, en los que se les ha negado el ingreso a personas a discotecas que se autodenominan de «rumba gay» o que son conocidas entre la gente por ello, muestran que espacios aparentemente tan inocentes como los bares y discotecas también son barreras sociales que demarcan límites imaginarios entre privilegios de clase, raza, orientación sexual y género.
De hecho, el llamado «derecho de admisión» y la situación de los bares para personas LGBT están permeados por prejuicios que van desde la idea de que son espacios «escandalosos» hasta lugares en los que «todo vale». El especial que Sentiido publicó al respecto puso al descubierto la inconformidad de muchas personas sobre la discriminación que se vive en estos lugares por parte de los dueños, administradores y empleados, así como por las mismas personas LGBT que manejan estándares de clase y de belleza que no incluyen a muchos otros. El especial también puso sobre la mesa la idea de que las personas sexualmente diversas tiendan a reunirse en espacios de socialización exclusivos para ellas. Algunos de los consultados manifestaban sus dudas sobre si realmente era necesario que las personas LGBT buscaran la «rumba gay» en vez de ir a lugares sin restricciones en materia de sexualidad y de géneros. El argumento central era que esto también generaba un aislamiento, la creación de guetos que no permiten que la sociedad esté menos dividida y que llevan a que las personas LGBT se autodiscriminen al buscar estos establecimientos.
Si bien hay muchas posiciones encontradas al respecto (pues hay lugares de socialización que son muy restrictivos en el derecho de admisión al seguir parámetros que poco se conocen), también es un debate que demuestra que por el hecho de ser sexualmente diversas no significa que las personas a quienes se les permite entrar a bares y clubes tengan siempre solidaridad con quienes se quedan por fuera. Por lo tanto, este hecho vuelve a demostrar que dos hombres homosexuales pueden no necesariamente considerarse como iguales: su estatus socioeconómico, su nivel de estudios, su físico y los círculos en los que se mueven tienen mucha más influencia en su forma de identificarse y autorrepresentarse que su orientación sexual, como si esta fuera en sí misma una categoría que define a los individuos sin ninguna otra variable.
Finalmente, otra premisa es procurar no victimizar a la población LGBT. Aunque la página incluye artículos enfocados en evidenciar las desigualdades de derechos y la discriminación de la que aún son víctimas —no solamente en Colombia, sino en otros tantos países—, la idea no es presentar una imagen estereotipada de «víctimas permanentes». Esta posición también está asociada con el interés de ver la diversidad sexual y de géneros como oportunidades de construcción de tejidos sociales, de nuevas formas de aproximación a las relaciones interpersonales y de proveer de herramientas para hablar de la diferencia sexual con un espectro amplio de posibilidades. A raíz de esta posición, han surgido conversaciones con personas que envían regularmente colaboraciones a Sentiido y que han planteado, desde sus experiencias de vida, perspectivas para cuestionarla.
Una colaboradora anónima envió, por ejemplo, una columna titulada «Se nace o se hace, ¿importa?», sobre la recurrente idea de que es necesario saber si la homosexualidad tiene un origen biológico o cultural (Z. 2014). Si bien teóricas como Judith Butler o Beatriz Preciado se han inclinado por la segunda opción, la colaboradora cuestionaba precisamente esa ansiedad social de querer encontrarle una causa a las orientaciones sexuales e identidades de género diferentes. Esta columna reúne muchos de los postulados por los cuales muchas personas de los sectores LGBT sufren y se sienten discriminadas socialmente: porque se cree que fueron abusadas en la infancia, por la falta de figuras paternas, por oír en exceso cierta banda musical, por «malas influencias» en la juventud, etc. Esta forma en que la sociedad vuelve víctimas a las personas LGBT y que hace que ellas mismas se sientan de tal manera es también una excelente oportunidad para cuestionar y proponer una manera de cambiar la situación.
Una alternativa al establecimiento
Una de las razones que llevaron a concebir Sentiido como un medio de comunicación es la certeza de que esta es una manera efectiva de contribuir con cambios sociales y culturales. El periodismo y la comunicación social pueden ser mucho más que parte del negocio de unos monopolios: si continuamos llevando a cabo un ejercicio periodístico riguroso y creativo, no habrá duda de que Sentiido reforzará su credibilidad, la característica más apetecida en el buen periodismo.
En un momento de tránsito e incertidumbre como el que actualmente atraviesa el modelo de negocio del periodismo tradicional, el gran reto de Sentiido está en identificar una manera de ser sostenible. Y lograrlo sin necesidad de acudir a textos de baja calidad, titulares y fotos sensacionalistas o de caer en la tentación de incluir información que se salga del norte de la página, solamente para aumentar el número de visitas y tener cifras que les agraden a las agencias que definen la pauta virtual de sus clientes.
Ser un medio independiente en un país donde las casas editoriales, las emisoras y los canales de televisión pertenecen a los grandes grupos económicos, no es una tarea fácil. Las empresas que anuncian y se promocionan forman parte de estos mismos grupos y el dinero, por tanto, se queda en casa. Para completar, la mayoría de marcas prefiere publicitarse en espacios que no traten temas «polémicos», «sórdidos» o que les resulten incómodos a buena parte de quienes consumen información en los medios de comunicación. Este es el precio, que no es poco, que se debe pagar si el objetivo es realizar un periodismo independiente que no esté sesgado por intereses políticos ni económicos. Y con mayor razón cuando no es un medio enfocado en asuntos que muchas personas consideran «serios», como la economía o la política, sino que justamente aborda un tema del que tradicionalmente no se habla, se menciona tangencialmente o es considerado del ámbito privado.
Partiendo de la base de que el periodismo es y seguirá siendo uno solo, el de calidad y riguroso, ahora puede —y debe— acompañarse de otras alternativas de comunicación (videos, infografías, comentarios en redes sociales, galerías fotográficas...). Creemos también que, además del análisis, Sentiido debe presentar historias con las que sus lectores puedan identificarse y verse reflejados, así como reportajes con información que les ayude a entender mejor su realidad. Por ahora, Sentiido continúa
proponiendo, creciendo y fortaleciéndose como un proyecto profesional y de vida. Con la premisa de que la credibilidad es la prioridad y no un aspecto negociable en un medio de comunicación, seguimos avanzando seguros de que con cada equivocación vendrán aprendizajes y grandes lecciones para seguir adelante.
Bogotá, agosto del 2014.
Referencias
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