OTRAS INAPROPIABLES. FEMINISMOS DESDE LAS FRONTERAS
bell hooks, Avtar Brah, Chela Sandoval, Gloria Anzaldúa, etc.
Madrid: Traficantes de Sueños, 2004, 185 páginas.
ISBN 84-932982-5-5
Los años ochenta marcaron el curso del pensamiento feminista hacia problematizaciones que trascendían los debates sobre la opresión sexual y derivaban en problemas como la racialización, las distinciones de clase social o el papel del Estado-nación en la producción del género y la sexualidad. Otras inapropiables. Feminismos desde las fronteras constituye una buena cartografía de las diásporas críticas que surgieron al calor del activismo y el trabajo intelectual de mujeres negras, chicanas, asiáticas, latinoamericanas y caribeñas. La radicalidad política, teórica y militante de los años setenta fue interpelada desde varios flancos, develando así los límites raciales y sexuales de un pensamiento feminista que no lograba trascender el sujeto mujer, en tanto corporizado y codificado en la anatomía, y reverberando la idealización de la femineidad que se produjo durante el siglo XIX al interior de las organizaciones de mujeres, principalmente blancas, de clase media y, por supuesto, occidentales del Primer Mundo.
Bajo ese legado, el feminismo se legitimaba con parámetros modernos que objetivaban el sujeto de una lucha compleja y de múltiples intersecciones en la categoría Mujer, con una mayúscula que equivale a la invención de un sujeto universal, invariable e inmutable en el tiempo y el espacio. Un sujeto unificado que, incluso desde las críticas feministas radicales, materialistas o lésbicas, encubre las subordinaciones de otros sujetos concretos, no universales, cuya opresión de género se potencia activamente con exclusiones de raza, clase, sexualidad o nacionalidad. El intenso trabajo crítico y la investigación militante proveniente de los feminismos negros dieron paso a la aparición de las mujeres, en plural: una dispersión de sujetos, identidades y cuerpos subordinados que seguían siendo invisibles bajo el paraguas feminista de la opresión de la mujer. Mujeres negras o asiáticas, lesbianas o prostitutas, mestizas, migrantes, subalternas, precarias, señalaban las contradicciones y limitaciones del feminismo hegemónico y abrían el estallido de un largo ciclo de debates al interior del feminismo, pero generando desbordamientos epistémicos, estéticos, políticos y teóricos que pueden rastrearse en el actual debate decolonial como horizonte liberador.
Otras inapropiables reúne un conjunto de ensayos clave para adentrarse en ladiáspora del pensamiento feminista. Si bien se trata de una compilación que registra casi veinte años de debate —desde 1984 hasta 2001—, se puede identificar una constante: el uso de lenguajes revolucionarios que subvierten los signos del orden occidental moderno y revisan los grandes relatos del Estado-nación para mostrar las sucesivas violencias y olvidos raciales y sexuales en la producción de conocimiento. Un lenguaje revolucionario que en sí mismo constituye una metodología de investigación activista, generadora de marcos de existencia, o de lo que Chela Sandoval —una de las autoras de esta compilación— llama política y tecnología «opositiva» (2004, 81), es decir, la creación de formas de resistencia y de técnicas de deconstrucción ideológica y cultural que se insertan en el pensamiento hegemónico para transformar su significado en una herramienta revolucionaria. Así funciona el pensamiento fronterizo, en el pliegue del adentro y el afuera de la cultura.
En la conciencia y la resistencia opositiva va implícita la necesidad de crear y transformar los marcos de comprensión y los términos de la lucha. Se deriva de lo anterior que el desafío metodológico de los feminismos negros está en el desmontaje permanente de los signos, de la historia y de los discursos más estables y legitimados de la cultura, es decir, en crear las condiciones de posibilidad para avanzar hacia la simetría del poder y no en crear estrategias para un cambio de manos en la dominación. De modo que la metodología acá se convierte en el campo de los desafíos políticos y epistemológicos más profundos.
Precisamente, al fracturar las premisas liberales y las premisas socialistas, los feminismos desde las fronteras desafían corrientes dominantes del pensamiento crítico, tales como el marxismo y la crítica posmoderna, por lo cual, los aparentes aliados de estos sujetos-otros —desde Marx hasta Deleuze— quedan neutralizados por la metodología opositiva en función de hacer estallar líneas de acción y reflexión que, desde luego, solo pueden asumirse como fronterizas, nunca totales, nunca unificadas y jamás estables.
Los feminismos negros fueron pioneros en la desestabilización del sujeto del feminismo, un poco antes de que Teresa de Lauretis señalara con insistencia que el sujeto del feminismo no era la mujer, ni las mujeres. Los feminismos negros emergieron señalando el racismo imperante en las organizaciones de mujeres, llevando a los círculos internos de las organizaciones debates sobre los legados coloniales y las operaciones de racialización de los géneros. Los feminismos fronterizos, a su vez, realizaron una crítica que funcionó como bisagra entre niveles epistémicos, políticos y subjetivos, y a escala cultural, entre las producciones de sentido metropolitanas dominantes y los intersticios de las experiencias locales, corporales y psíquicas no hegemónicas. De esta manera, los feminismos negros comparten la metodología crítica de los feminismos de frontera, y son capaces de establecer un punto de vista múltiple entre los contextos globales y las micropolíticas del cuerpo que estos producen.
Los lenguajes de la resistencia inventados por los feminismos negros son producto de técnicas de reinvención epistémicas e historiográficas que se enfrentan al desafío de quebrar la historia, así como de poner en el centro del debate teórico y político la producción del cuerpo y del sujeto subalterno. Un texto como el de bell hooks, «Mujeres negras. Dar forma a la teoría feminista» (1984), con el que abre Otras inapropiables, opera como una interrupción en la historiografía hegemónicadel feminismo al incluir la experiencia de las mujeres negras y pobres, pero también la herida colonial, para poner en duda la mitología dominante del feminismo esta-dounidense y europeo, nacido del malestar de la condición de confinamiento de las amas de casa y de las mujeres universitarias silenciadas en el espacio público. Ante ese malestar de las mujeres blancas, las teóricas negras van a contestar denunciando el rechazo histórico y embrionario de este feminismo, van a considerar la experiencia de la esclavitud y las jerarquizaciones raciales y sociales, resultado de los años de colonización en toda América, como parte de la experiencia de las mujeres, la cual debe fundar un feminismo otro. Este mismo argumento, que desarma la base del feminismo burgués, fue dirigido por las feministas negras y asiáticas en oposición a las socialistas y marxistas, que tendían a menospreciar el racismo en función de los análisis de la opresión de clase proletaria, perdiendo de vista la interdependencia de las opresiones de género, raza y clase social, especialmente en los contextos de recolonización en el Tercer Mundo y los terceros mundos internos en contextos metropolitanos.
Otra crítica inapropiable, irreductible a la femineidad, a la sexualidad o a la clase social, y que por el contrario opera en la multiplicidad, está en la escritura de Gloria Anzaldúa, que es en sí misma difícil de clasificar. En «Movimientos de rebeldía y las culturas que traicionan» (1987), más allá del enunciado y la expresión, se pone en práctica una gramática de la frontera como índice revolucionario del pensamiento. Escapando de la tiranía cultural (2004, 72) que supone para una lesbiana de origen mexicano la obligación de encarnar las políticas sexuales del Estado-nación neo-colonial, la mujer paridora de la cultura, Anzaldúa propone y practica la constante movilidad entre las fronteras identitarias, lingüísticas, escriturales y culturales: la posibilidad de resistir mediante una subjetividad transfronteriza.
Uno de los grandes retos del feminismo negro sigue siendo el aspecto organizativo y las prioridades en las agendas de lucha común. El trabajo de Avtar Brah en el y las operaciones de racialización de los géneros. Los feminismos fronterizos, a su vez, realizaron una crítica que funcionó como bisagra entre niveles epistémicos, políticos y subjetivos, y a escala cultural, entre las producciones de sentido metropolitanas dominantes y los intersticios de las experiencias locales, corporales y psíquicas no hegemónicas. De esta manera, los feminismos negros comparten la metodología crítica de los feminismos de frontera, y son capaces de establecer un punto de vista múltiple entre los contextos globales y las micropolíticas del cuerpo que estos producen.
Los lenguajes de la resistencia inventados por los feminismos negros son producto de técnicas de reinvención epistémicas e historiográficas que se enfrentan al desafío de quebrar la historia, así como de poner en el centro del debate teórico y político la producción del cuerpo y del sujeto subalterno. Un texto como el de bell hooks, «Mujeres negras. Dar forma a la teoría feminista» (1984), con el que abre Otras inapropiables, opera como una interrupción en la historiografía hegemónicadel feminismo al incluir la experiencia de las mujeres negras y pobres, pero también la herida colonial, para poner en duda la mitología dominante del feminismo estadounidense y europeo, nacido del malestar de la condición de confinamiento de las amas de casa y de las mujeres universitarias silenciadas en el espacio público. Ante ese malestar de las mujeres blancas, las teóricas negras van a contestar denunciando el rechazo histórico y embrionario de este feminismo, van a considerar la experiencia de la esclavitud y las jerarquizaciones raciales y sociales, resultado de los años de colonización en toda América, como parte de la experiencia de las mujeres, la cual debe fundar un feminismo otro. Este mismo argumento, que desarma la base del feminismo burgués, fue dirigido por las feministas negras y asiáticas en oposición a las socialistas y marxistas, que tendían a menospreciar el racismo en función de los análisis de la opresión de clase proletaria, perdiendo de vista la interdependencia de las opresiones de género, raza y clase social, especialmente en los contextos de recolonización en el Tercer Mundo y los terceros mundos internos en contextos metropolitanos.
Otra crítica inapropiable, irreductible a la femineidad, a la sexualidad o a la clase social, y que por el contrario opera en la multiplicidad, está en la escritura de Gloria Anzaldúa, que es en sí misma difícil de clasificar. En «Movimientos de rebeldía y las culturas que traicionan» (1987), más allá del enunciado y la expresión, se pone en práctica una gramática de la frontera como índice revolucionario del pensamiento. Escapando de la tiranía cultural (2004, 72) que supone para una lesbiana de origen mexicano la obligación de encarnar las políticas sexuales del Estado-nación neo-colonial, la mujer paridora de la cultura, Anzaldúa propone y practica la constante movilidad entre las fronteras identitarias, lingüísticas, escriturales y culturales: la posibilidad de resistir mediante una subjetividad transfronteriza.
Uno de los grandes retos del feminismo negro sigue siendo el aspecto organizativo y las prioridades en las agendas de lucha común. El trabajo de Avtar Brah en el
La crítica de las autoras a la teoría posmoderna —especialmente la producida en la academia estadounidense— va directamente contra la defensa del sujeto fragmentado por la experiencia contemporánea a la manera de un supuesto nuevo sujeto revolucionario o de la resistencia, irreductible a unificaciones e identidades esenciales.Para mostrar la importancia de rearticular al análisis feminista las categorías de raza, sexualidad, género y las historias de mujeres concretas situadas en los marcos fluidos e intangibles del capitalismo global, las autoras van a introducir la pregunta por el tipo de identidad racializada y generizada que se produce en el contexto trasnacional y poscolonial. Es decir, frente a la pasividad del pensamiento posmoderno respecto a los relatos hegemónicos de la dominación económica, imperial y estatal, las feministas toman la dirección contraria y se preguntan qué resistencias corporales y subjetivas son posibles frente a la hegemonía heterosexual, blanca y occidental.
Por medio del análisis de los legados coloniales, y recuperando la historicidad del Estado-nación, estas pensadoras van a reintroducir una línea de pensamiento que revela las conexiones profundas entre las configuraciones globales del poder económico, los procesos de recolonización contemporáneos y la política sexual que se produce en este cruce. Entonces, el Estado-nación pasará a constituir uno de los principales nudos a desatar desde estas genealogías feministas, que buscan fracturar el proyecto occidental para construir una democracia feminista que atraviesa y se define en el horizonte descolonial.
A propósito del proyecto de descolonización global, resulta interesante pensar en la traducción y circulación, algo tardías, de los feminismos negros en el mundo hispanohablante, especialmente si se tiene presente que las problematizaciones raciales, de clase y de género son evidentes y palpables en América Latina. En efecto, las propuestas opositivas de los feminismos negros resultan más cercanas y efectivas en estos contextos neocoloniales que los planteamientos del feminismo materialista, socialista o marxista que penetraron en la región por vía de la academia del Cono Sur o de los estudios de género norteamericanos.
Igualmente, en este sentido, la influencia de los feminismos negros en la teoría poscolonial debe ser revisada para restablecer las relaciones embrionarias del actual debate descolonial con su génesis feminista —negra, subalterna o chicana—. Si bien los feminismos negros, asiáticos o fronterizos son reconocidos como parte de la diáspora del pensamiento poscolonial, hoy parece evidente que han sido las feministas negras estadounidenses, las chicanas, las indias y las caribeñas quienes han creado el marco de análisis y generado la batería de conceptos que posibilitaron actualizar una crítica sobre las asimetrías globales en la producción de conocimiento, la colonización estética y de la sensibilidad. Ha sido gracias a la estrategia política de estos feminismos por recuperar las historias locales y las experiencias de vida, como ha sido posible pensar estrategias descolonizadoras. Ellas han avanzado, antes que cualquier filosofía, hacia una epistemología transfronteriza y transmoderna que abre el horizonte decolonial y transformador por el que seguimos trabajando.