NEFANDA
Este texto parte de la intencionalidad de analizar el nombramiento y la categorización de las subjetividades no heterosexuales a la luz de la estrategia discursiva de la «ideología de género» que los sectores de la política conservadora y religiosa han proferido para contraatacar los derechos de las mujeres y las personas LGBTI en Colombia. Para hacerlo, expondré algunos de los trabajos en los que he realizado un análisis de discurso en productos culturales que hablan de género como método para desafiar, criticar o subvertir la heteronorma.
Empezando a desmenuzar lo que sería la «ideología de género» como estrategia discursiva, me parece importante señalar que esta ha sido desarrollada por medio de una táctica desde la cual se nos regula continuamente a las subjetividades no heterosexuales —la dinámica del silencio—, la cual, a través de la no manifestación o el abandono del lenguaje como habla, notifica una regulación sobre el sujeto que busca interpelar, o más precisamente, avergonzar. Un ejemplo de ello es bajar la mirada o evitar palabras para reconocer a la persona no heterosexual. Verbigracia cuando se deslegitima una relación lésbica al nombrar a su pareja como «amiga».
Con la «ideología de género» pasa exactamente lo mismo. Se presenta como un término ambiguo, que no parece decir nada, pero es la expresión políticamente correcta para no decir las maricas, y, así, no exponer la homofobia que conlleva su utilización. Los que la emplean hacen parte del dogmatismo religioso de activistas, políticos, intelectuales y pastores, que aseguran que no están en contra de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, ni se reconocen como homofóbicos, pero que, a su vez, expresan que los estudios de género y feministas son una teoría al servicio de una ideología, pues atentan contra el orden «natural» creado por Dios, poniendo en peligro la familia nuclear, por lo que resulta imposible aceptar el género como una categoría cultural de ordenamiento social (Viveros 2016).
Ante todo, la «ideología de género» es un ataque, que, tal vez, lo único bueno que ha traído es que puso en la esfera pública la discusión sobre qué es el género, un debate que se ha llevado principalmente en los ámbitos académicos. De hecho, cuando empecé a trabajar estos temas, a la hora de socializar mis ideas, me era difícil explicar cómo el género era una construcción cultural. Al menos, ahora que se ha popularizado el tema, la gente sabe que hay diferentes posturas.
Asimismo, dentro de la postura culturalista pude reconocer mi lugar de enunciación como mujer, lesbiana, blanca mestiza, clase media en el contexto colombiano, para así entender cómo estas coordenadas me situaban socialmente en los márgenes culturales. Estas eran las tensiones ideológicas necesarias para darme cuenta de por qué mi identidad siempre había estado en pugna con el deber ser de la feminidad, pues no era yo quien había nacido sin el instinto femenino, sino que ser mujer en un mundo machista, significado desde lo masculino, reduce las posibilidades de lo que puede ser una mujer.
Femme Fatality
¿Qué es una mujer domesticada? Una hembra de la especie. […] Una mujer es una mujer. Solo se convierte en doméstica, esposa, mercancía, conejito de Playboy, prostituta o dictáfono humano en determinadas relaciones. Fuera de esas relaciones no es la ayudante del hombre igual que el oro en sí no es dinero. ¿Cuáles son, entonces, esas relaciones en las que una hembra de la especie se convierte en una mujer oprimida? (Rubin 1986)
Femme Fatality es un video-ensayo en el que analizo la representación de lo femenino en la publicidad y otros productos visuales, que, por medio de su saturación, pretenden develar las ideologías que sostienen culturalmente la feminidad. Mujer = naturaleza = delicada = emocional = femenina = objeto de deseo masculino = heterosexual = maternidad obligatoria = trabajo del hogar no remunerado = mujer abnegada = mujer ≠ hombre. Una secuencia de significados, que, en su contraposición, hablan de todo menos de condiciones biológicas que determinen cuál puede ser el papel de las mujeres en esta cultura. Nada hay en mi cuerpo, por tener vagina, que justifique que mi lugar en este mundo es ser reina del hogar. Por el contrario, hace referencia a unas relaciones de poder naturalizadas a través de la diferenciación sexual de los cuerpos por su biología.
De esta manera, aceptar los presupuestos de la «ideología de género» no solo sería defender la heterosexualidad como orden «natural» de la especie humana, sino que implicaría también aceptar el ordenamiento social por género, que impone una división jerárquica entre hombres y mujeres.
Serguei Ltda.
Mi lugar de enunciación como sujeto mujer está atravesado por el sistema sexo/género/deseo, entendido como el ser asignada mujer a la hora de nacer, la imposición de lo femenino como significante cultural y la inscripción dentro de la heterosexualidad como norma que reproduce este sistema. Reconozco el sistema sexo/género/deseo como «la regulación de género», desde la cual comienzo un proceso reflexivo que se materializará en diferentes momentos de mi trayectoria artística con el objetivo de responder a cuestionamientos personales y políticos que me han motivado a encontrar las estrategias para subvertirlo, excederlo, dinamitarlo y criticarlo. Aunque reconozco que en esta sociedad generizada no hay forma de flanquear sus barreras totalmente, sí es posible plantear algunas microfugas, o insumisiones, que nos posibilitan a nosotrxs, lxs disidentes del género, tener una vida vivible.
Pensando en las formas de resistencia a este sistema clasificatorio le di carácter a mi personaje Serguei Ltda., una figuración producto del bricolaje simbólico que, a través de la saturación del género, desmarca sus límites de identificación. Una mezcla entre lo femenino y lo masculino que excede estas convenciones, exponiendo sus signos de forma crítica y que usa el travestismo no solo para cruzar de un género a otro, sino para resaltar el machismo que ha significado lo femenino. Es una respuesta a esta encrucijada que me agobia al reconocer que como sujeto mujer no tengo una representación en nombre propio y, aún menos, como mujer lesbiana. Por esta razón, el travestismo de Serguei lo construyo tejiendo una masculinidad montada a través de materiales femeninos, como la escarcha, las lentejuelas o las esponjillas doradas para lavar loza. Una parodia que hago de lo masculino para burlar la legitimidad del macho que se erige bajo el presupuesto excluyente de no ser una mujer.
Cuando perfilé el personaje, busqué dónde podía insertarlo, y me concentré en el lenguaje popular, ese voz a voz que me hablaba de las relaciones con género: las canciones, los dichos populares, las revistas para mujeres, etcétera. El primer ejercicio fue diseñar unos calendarios, que puse a rotar, que contenían unas frases que llevaban a la paradoja de la regulación sexo-genérica, como una de Antonio Machado: «Dicen que el hombre no es hombre, mientras no oye su nombre de labios de una mujer». La frase habla de la heteronorma, pero, en contraste con la imagen de Serguei, su significado se trunca. Si mi nombre es pronunciado por una mujer, ¿me convertiría en hombre también? No, pero sus objetivos heterosexualizantes quedarían obsoletos al transferir sus significados al imaginario lésbico. Esto abrió un juego de palabras que, en su tergiversación, crea la posibilidad de un lenguaje invertido hábil, para la (auto)representación de lxs sujetxs sexuales otrxs.
Sin embargo, la posibilidad de pensar otros horizontes posibles en medio de la regulación de género como ordenamiento social, está obnubilada por los debates de la «ideología de género» que quieren devolverle el aura al género, al cercarlo nuevamente en el determinismo biológico, para imponerlo como ley natural o divina, no solo discursivamente, sino por medio de estrategias políticas que atacan las nociones de ciudadanía, en términos de igualdad de derechos, para las mujeres y las personas LGBTI. Esto implica un riesgo que debe ser analizado, para actualizar nuestros activismos y resistencias.
Guía práctica de la homofobia
La estrategia política de la «ideología de género» en Colombia empezó con la polémica que se generó alrededor de las cartillas sobre diversidad sexual y enfoque de género «Ambientes escolares libres de discriminación». El Ministerio de Educación iba a entregarlas a los educadores y directivos de los colegios para realizar una exhaustiva revisión de los manuales de convivencia con el fin de prevenir la discriminación hacia personas LGBTI. La cartilla se elaboró de acuerdo a la Sentencia T478 del 2015
de la Corte Constitucional, que respondía a la tutela interpuesta ante la Secretaria de Educación de Cundinamarca por la madre de Sergio Urrego, el joven que se quitó la vida en agosto del 2014 al no soportar el hostigamiento frente a su orientación sexual ejercido por las directivas y docentes del colegio en el que estudiaba.
El dogmatismo religioso señaló estas cartillas como inmorales. Según sus representantes, estas atacaban los valores de la familia inculcados en casa, para adoctrinar a sus hijos en la «ideología de género». Acto seguido, se denunció la existencia de estas cartillas por medio de las redes sociales, con una campaña tramposa que cambiaba la portada original por un dibujo de dos hombres desnudos en la cama, alertando sobre el supuesto carácter morboso del material que iba a ser repartido en los planteles educativos.
En cuestión de minutos se levantó una gran controversia y se convocó a la «Marcha por la familia» para frenar la iniciativa del Ministerio de Educación. Ángela Hernández, su principal promotora, advertía que este material pedagógico iba a desencadenar «la colonización homosexual en los colegios». Frente al pánico que pueden suscitar estas aseveraciones pendencieras, se logró movilizar el 10 de agosto del 2016 a un número significativo de personas a lo largo del país. El problema es que la convocatoria se enarboló a partir del engaño y la desinformación, pues el dibujo era sacado de la portada de un cómic belga del ilustrador Tom Bouden llamado In Bed with David and Jonathan (2006). Además, las cartillas no serían repartidas a los alumnos como un cambio en la educación sexual para invertir el paradigma heterosexual, sino que serían entregadas a los directivos y docentes para contrarrestar su posible homofobia. Sin embargo, la efectividad del rumor, o el «temor gay», creció como una bola de nieve. Todo esto tuvo que ver también con un prejuicio homofóbico: la antigua Ministra de Educación, Gina Parody, que se define públicamente como lesbiana, fue su chivo expiatorio. Millones de personas gritaron con furia que fuera destituida de su cargo con urgencia, dejando ver, una vez más, la vigencia de aquel prejuicio recurrente que dice que la homosexualidad es contagiosa, y pareciera que la única pulsión vital de una lesbiana fuera convertir al resto.
Cabe decir que esta ha sido una marcha sin precedentes en Colombia. A mí, en lo personal, me dejó perpleja. Es como si, de repente, la homofobia hubiera salido del clóset. Tal vez nunca estuvo allí, pero lo que sorprende es verla como una manifestación masiva que reafirma su condición de población mayoritaria, la heterosexual, que salió a luchar por unos derechos que ni siquiera en este caso han sido vulnerados, porque precisamente ellos son la mayoría.
Frente a la gran desazón que me dejó esta marcha, y luchando con un sentimiento de impotencia, decidí hacer el video Guía práctica de la homofobia, como un análisis de caso, de los discursos que se dinamizaron alrededor de la «Marcha por la familia». Un material audiovisual en el que, a través de la ironía, personificando a Serguei, hago un desglosamiento de ocho puntos que son decisivos en esta movilización para demostrar cómo la lucha en contra de la «ideología de género» es una maniobra que naturaliza la homofobia.
Sin duda alguna, los intereses políticos de las personas que promueven este tipo de manifestaciones no están motivados específicamente por imponer la heterosexualidad como régimen totalitario (y espero que no sea esta una de sus consecuencias), sino que hacen parte de una estrategia más grande, que mediante la articulación con sectores religiosos busca fortalecer al partido político que ha perdido las elecciones de los últimos años y asegurarse, así, un mayor número de votantes de cara a los comicios de 2018. ¿Quién se imaginó que la controversia de aquellas cartillas del Ministerio de Educación movería con audacia la balanza del plebiscito por la paz para que ganara el «NO»? ¿Quién creería que puede ser posible derogar el derecho de adopción para parejas homoparentales si no fuera por la controversial «ideología de género»?
Un panorama desolador, en este incierto periodo de transición del posconflicto, que está removiendo todas las nociones de ciudadanía y democracia para reorganizar la lucha de poderes. Como en una mesa de ajedrez, y desencadenando una partida muy ruin, en su primera jugada nos ha expuesto a las maricas como flanco. Una movida atemorizante que no solo pone en peligro los últimos avances en políticas públicas por la igualdad de derechos, sino que legitima y justifica la furia desatada en las personas que hicieron parte de la «Marcha por la familia».
Referencias
Rubin, Gayle. 1986. «El tráfico de mujeres: notas sobre la “economía política” del sexo», en: Revista Nueva Antropología, noviembre, año/vol. VIII, no 030. México D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México Distrito Federal. 96.
Viveros, Mara. 2016. «Los interrogantes que suscita la construcción de un nuevo enemigo: la “ideología de género”», en: El Espectador, 19 de agosto.