MADRE NATURALEZA
Justicia hasta para los animales
Los animales y las plantas son hermanos nuestros en la comunidad de la existencia.
Los animales son los factores anónimos de nuestro poder y de nuestra riqueza. Brutos laboriosos, víctimas indefensas que nos proporcionan los más variados y selectos medios de vida. El hombre, que avasalla sus fuerzas, que le sustrae sus riquezas y que los mata en forma industrial y los devora racionalmente, debe a las bestias más humanidad que las bestias a él
La vida de la bestia y de la planta se debe considerar no solo como la vida de los medios del hombre, sino también como objeto de sus deberes naturales.
Ellos, los animales, son los dueños de la tierra. Ellos son los primordiales de la vida, y la razón conquistadora, que les usurpa su mundo y su libertad, debe ampararlos contra la ruda ignorancia y los malos instintos, como una soberana solícita, a los neófitos de su intelectual imperio de conciencia. La inteligencia, en su consciente claridad, que es la más alta culminación de la nobleza de la luz, no puede pasar indiferente ante el dolor de la bestia, para la que el sufrimiento ciego a la luz de la razón es como una puñalada en la oscuridad.
Sol y horizontes, 1930
Oración final
Madre Naturaleza, óyeme con la perspicua mudez del sentido óptimo de tu inconsciente sabiduría.
Cuando mi cuerpo vuelva a tu seno de tierra y con los despojos de mi vida nutras los gérmenes de otras existencias, transmíteme a la perfección, no me alejes del bien, no me separes de mi amada: la Belleza.
Guárdame de los vientres que se arrastran: no me hagas culebra. Líbrame de los vuelos execrables: que no me agite en sus alas bestiales el sepulcro estrecho, y que entre tú y mi pecho no haya ni el ataúd.
Símbolos profanos, 1924
La Tierra
Las bellezas naturales son dones egregios, consagrados al entendimiento humano.
Escuela de cultura individual es la contemplación de la belleza, y sobre toda razón de interés deben conservarse esas cátedras del conocimiento de Dios.
Industrias malditas las que exterminan fauna valiosa para dar pábulo al lujo. Instinto criminal el que daña al árbol que embellece o da sombra al camino; el que destruye las plantas ornamentales y mata la avecilla de rico plumaje, porque apagando esas joyas vivas de la existencia, roba placidez y encanto a la vida.
El torrente, el paisaje, el sendero, son cuadros de la naturaleza que pertenecen al amor y al pensamiento y nadie puede destruirlos sin delinquir contra la humanidad.
Las fuentes de viva gracia, en que abrevan la conciencia del sabio y el sentimiento del artista, no pueden estar sujetas a las mezquindades del interés humano. Las bellezas naturales son bienes divinos, y para ellos no puede haber ni subasta ni dueño. Son cosas del cielo y la insolvencia del ganapán no puede alcanzar al que laboró la belleza de los trigales.
Sol y horizontes, 1930
Reproducido de Obras completas, Biblioteca del IV Centenario, Los Amigos del Libro, Cochabamba