INDÍGENAS Y ORALITURA COMO RESISTENCIA ANTE EL OLVIDO
Dichoso el hombre que pule turquesas:
su canto
al hondearlo, hace reverberar
un escudo de plumas de quetzal.
Canción de alabanza de los nahuas de México
La palabra oralitura hace referencia a aquellos saberes que surgen desde el universo de los pueblos originarios a la orilla del fogón, en la tullpa, en el camino, en la montaña, en la chagra, y que van pasando de generación en generación por miles de años. Lo oral es aquello que permite tejer comunidad, aquello que ha corrido de voz en voz y que fluye como río en la lengua, los tejidos, los cantos rituales, los pasos ceremoniales, hasta en la forma de compartir sonrisas, miradas y señales. En lo oral también están los seres de la naturaleza, los animales del bosque, los espíritus de la noche y nuestros muertos que acompañan desde otras dimensiones.
Cada pueblo originario construye y renueva con base en los principios básicos su propia manera de transmitir el conocimiento y el legado a las generaciones siguientes; de ahí que en lo oral esté el secreto de la memoria de los más antiguos abuelos. En lo oral hablan las aves, el viento, el fuego, el río, el cielo, la montaña, pues a través de miles de años de observación, de atenta disposición de los sentidos, se lograron descifrar las señas que anuncian la vida y la muerte, señas que en relación con la madre naturaleza están cargadas de grandes aciertos.
Ahora bien, como estamos en la sociedad «moderna», en donde prima la razón y la ciencia antes que esta realidad de siglos de conocimientos, debo decir de la mejor manera que los conocimientos de nuestros pueblos originarios siempre han advertido sobre los pasos equivocados de la humanidad y el caos hacia donde nos han llevado, por la codicia, la ambición ciega del hombre y, por supuesto, por la mercantilización de la vida.
Por su parte, en los pueblos originarios aún está presente la estigmatización y discriminación; antes se hacían señalamientos de ser «colaboradores de los grupos armados de izquierda o de derecha», y ahora se los señala por seguir en el empeño de defender y recuperar la tierra. Esta situación, en primer lugar,
no ha dejado avanzar, no ha permitido que los saberes y conocimientos transciendan, fortalezcan la cultura local y además sean acogidos en la construcción de nación; en segundo lugar, la guerra que hemos vivido a instaurado el miedo, el terror, la desconfianza, y desde esa situación nuestros pueblos originarios tampoco han tenido tiempo de seguir indagando sobre la memoria de la madre tierra que nos brinda múltiples elementos para aprender a convivir (por ejemplo, poder mejorar la medicina propia, el arte en general). Nos ha tocado dedicar mucho esfuerzo a generar resistencias y menos a crear y recrear nuestro propio mundo, que sería lo ideal para lograr un mejor puente con nuestra misma gente y con la sociedad mayoritaria.
La cultura oral está presente no solo en nuestras culturas aborígenes, sino también en la vida de las culturas campesinas y negras, y yo diría que, dada la condición de desplazamiento masivo que ha vivido Colombia, lo oral está en las grandes y pequeñas urbes, y desde el cuerpo territorial que carga cada individuo. Por esta razón, esto se convierte en un acumulado importante en saberes sobre comidas, tejidos, herbolaria y lenguas que bien podrían aprovecharse en ese puente que dialoga entre lo urbano y lo rural.
Rescatar lo oral es importante toda vez que en muchas enseñanzas de nuestros ancianos siguen presentes los principios de vida milenarios, como son el «Ama Shua, Ama Llulla, Ama Quella», que quieren decir: «no seas ladrón, no seas mentiroso, no seas flojo», principios que hay que retomar si queremos una sociedad digna y responsable con las generaciones venideras. En lo oral están las enseñanzas del buen proceder por donde quiera que se vaya, están las normas y leyes en relación al bienestar de todos en la madre tierra. Así mismo, la palabra y la buena letra permiten recordar lo que es el saber vivir, la tolerancia, el florecimiento de lo diverso, el respeto y el mantenimiento de ciertos saberes que ayudan para hacer la vida mucho más amable en esta tierra.
¿Y cómo distinguir lo oral de la palabra vacía? En lo oral siempre hay un grado de enseñanza que viene desde el pensamiento de los antiguos, desde la experiencia, desde el respeto y unidad con la madre tierra; hay un sentido humanista, una posición menos materialista sobre la vida y un compromiso con la creación de un mundo en donde todos puedan caber. Lo oral también es una actitud frente a la vida, junto al «otro», que es mi propio «yo», y aquel grado de coherencia y conciencia con la madre tierra y la creación de vida digna. Cuando fluye lo oral desde lo mejor de nuestra historia, también hay recreación del canto, de los saberes, de la construcción de sueños colectivos. Además, lo oral, tal como lo concibo, trae por lo general un sentido poético de la vida y no una mirada tan utilitarista o materialista. En las culturas maya, inca, por nombrar dos entre muchas, florecieron los cantos, y hubo tiempo para transmitir los conocimientos, para plasmarlos en piedra, en códices o en nudos, como en los quipus de los incas.
En los pueblos originarios perduran estos saberes, solo que el proceso de colonialismo que siempre acecha no deja distinguir entre lo que es propio de la sabiduría milenaria y lo que es impuesto. En muchas ocasiones se sigue llegando con los nuevos espejos e ilusiones (en esto los negociadores de votos son expertos), y los partidos tradicionales, que por años han utilizado a las comunidades, han sabido servirse de la inocencia y el desconocimiento de nuestra gente.
A nuestros pueblos se les ha arrebatado el derecho a soñar y vivir; las comunidades han sido arrinconadas y llevadas a la supervivencia como si se tratara de cualquier centro urbano. Penetran las religiones a nuestros pueblos indígenas y continúa la disputa por las almas. La presencia de grupos armados ahora actúa en forma selectiva; también entran las modas y el consumismo intenta deslumbrar. Todo esto genera un tipo de confusión que amenaza permanentemente a las comunidades.
Resistencias
Dada la situación de violencias que se sufren en el país y el contexto en el que se desenvuelven nuestras comunidades, el panorama no es alentador para todos, pero sobre todo no lo es para aquellos que se baten como leones difundiendo la palabra antigua, los rituales, la forma de hacer educación para la permanencia cultural, el cultivar la tierra bajo los ciclos de la luna, las ceremonias al sol y a la luna, la defensa y recuperación del territorio. Sin embargo y a pesar de la deslegitimación de la lucha indígena que se ha hecho por los medios masivos de comunicación, a pesar del odio que se adelantado en algunas regiones, especialmente en el Cauca, se avanza y siguen floreciendo los diversos saberes de los pueblos. Quizá las nuevas generaciones podrán retomar la semilla que hoy día se siembra para poder tomar de los pueblos originarios no solo su parte folclórica sino su esencia de conocimientos, su sabiduría en la medicina, en el tratamiento de los alimentos, en la preservación de la vida junto a la madre tierra. Las resistencias que se generan hoy seguirán contando con las raíces, porque ahí están caminando en la palabra desde los abuelos, así mismo desde la invención de lo escrito, desde un buen libro que hoy día se retoma como una valiosa herramienta para ayudar a la memoria. Necesariamente las nuevas generaciones deberán contar con ese puente entre lo oral y lo escrito para seguir construyendo otro tipo de resistencias, y siempre será oportuno tejer puentes con la sociedad nacional para hacer florecer la vida entre todos y todas.
Otro de los aspectos que hay que afrontar tiene que ver con la migración de nuestros jóvenes hacia los centros urbanos, dada la situación de violencias y abandono estatal. Esto preocupa porque en nuestros jóvenes y niños está la sangre para dar continuidad a los conocimientos y lograr permanecer. Si ellos son cooptados por el mundo del capital, estaremos condenados a la extinción. Pero no solo pierden nuestras sociedades indígenas, sino el país, porque los conocimientos, las sabidurías populares son importantes para ayudar a construir nación.
Es verdad que necesitamos recuperar la tierra, la que nos quitaron bajo engaños, pero también necesitamos recuperar el sentido de la palabra, el espíritu de creación, de trasmisión de saberes, la solidaridad, el tejido social y la capacidad de trasformar, ya que no solo se trata de contar la historia sino de recrear y renovar, de buscar siempre romper con lo establecido para poder mantenerse en tiempo y espacio. Y para seguir avanzando solo nos queda un camino: seguir tejiendo puentes comunicativos de respeto entre las sociedades indígenas y la sociedad nacional, como en minga, trabajando todos para todos.
Si seguimos asistiendo a resistencias aisladas, el avance será más lento; debemos articular nuestros sueños y nuestras luchas. La madre tierra es una y por eso debemos combatir la manera como nos han fraccionado para poder dominar más fácilmente. El fraccionamiento que nos han hecho no es solo económico; es cultural, social e ideológico. No sé en qué momento nos quitaron la calma del espíritu que nos posibilitaba compartir con el otro, y nos pusieron a correr para pagar las cuotas por vivir.
De ahí que sea valioso construir puentes de resistencia ocupándose cada cual desde lo que es fuerte para generar vida, desde el círculo familiar hasta llegar al círculo de la sociedad, colocando palabra y acción para transformar y hacer más habitables los espacios en donde vivimos. Es decir, la guerra no ha terminado: ahí donde ha comenzado a sonar la paz se asoma la guerra con otro tipo de escenas y actores.
Se nos vuelve a repetir la historia de los años ochenta; en esa época, a medida que se incrementaba la lucha por la tierra, se incrementaba el odio, la discriminación y la matanza de indígenas por parte de los terratenientes y sus agentes de servicio. Igualmente, se deslegitimaba la lucha indígena por la tierra y, de la misma manera, después de habernos quitado la tierra, se señalaba a los indios con el apelativo «robatierras». Hoy en día la situación es muy similar, específicamente en el Cauca, en donde la lucha por recuperar la tierra para asegurar la permanencia ha sido constante.
En los tiempos actuales la amenaza se traslada a la pretensión de las multinacionales, que quieren apoderarse de los recursos de vida que nos da la madre tierra. Este tipo de empresas se aprovechan de las necesidades de la gente, pero también de los viejos discursos de algunos políticos y expresidentes en Colombia que han dicho que «los indios son el estorbo para el desarrollo». Su forma de entrar a los territorios es intentando fraccionar los procesos organizativos, vendiendo ilusiones y finalmente atemorizando para imponer sus proyectos de minería. Nuestra gente, por experiencia, sabe que este tipo de propuestas de saqueo a la madre tierra solo trae alcoholismo, prostitución y mayor empobrecimiento de la gente.
Nuestros pueblos indígenas han buscado varios tipos de resistencia y uno de ellos es la palabra: hacer caminar la palabra como antiguo, hacer florecer la lengua, los cantos rituales propios y, sobre todo, la oralidad a través de los «mambeos» (masticado) de la buena palabra para seguir fortaleciendo tejido social. En esto la mujer desempeña un papel muy importante: ella sigue siendo la que mejor preserva los conocimientos y saberes, ella es tejido, es parto, es chagra, es luna, alimento y es intuición para ayudar al hombre en las faenas diarias. No quiere decir que el hombre no tenga conocimiento y saberes; no es así, pero la mujer, por ser creadora de vida, es más atenta precisamente a lo que genera vida en el territorio.
La oralitura como puente
La oralitura viene a ser esa otra historia no contada en el país, aquella historia que no está en las enciclopedias, pero que relata los hechos, las luchas, la permanencia de conocimientos, visiones, formas de entender el mundo y la vida. En ese sentido la oralitura es un camino que une lo oral y lo escrito, que permite crear un puente entre la palabra de nuestras sociedades aborígenes y la cultura escrita que bien pueda ser leída por sociedades que no han tenido como tradición lo oral. La oralitura, al hacer ese puente, nos permite conocer que las sociedades ágrafas también tuvieron un tipo de escritura como son los tejidos, los grabados en piedra, el trabajo de la cerámica y la madera y que detrás de esos elementos hay una historia, una manera de entender la vida, el paso por esta tierra y la muerte.
El deber ser de la oralitura será traer las voces de los pueblos, desde sus cosmogonías, desde sus lenguas, para recrearlas y darles un manejo respetuoso y acorde al legado que representan. La oralitura se nutre de mitos, leyendas, consejos, cantos. Y en algunos casos no es solo la trascripción; es también la interpretación y la recreación contemporánea que se hace de los saberes de los pueblos originarios. Así, por ejemplo, hay palabras de nuestras lenguas que siguen haciendo aportes a la sociedad, ahí está la palabra «minga» o «minka», que tiene que ver con el trabajo comunitario de «todos para todos», el hacer algo entre todos para el beneficio del colectivo. Es una palabra y representa un sentido y una manera de actuar que es necesario recuperar desde otras sociedades, porque se ha perdido el sentido colectivo del trabajo, la solidaridad, la ayuda mutua.
Cada lengua contiene enseñanzas para la familia, para el proceder individual y colectivo. Sería muy valioso empezar por incorporar a los programas educativos del país las cátedras sobre formas de vida y visiones de mundo desde la palabra de los pueblos originarios. Esto nos daría herramientas importantes para que nuestros jóvenes y niños puedan mirar la vida y la relación con la tierra con mayor respeto. Lo que les ofrece la sociedad consumista en su afán de vender a costa de los que sea es traumático, ilusionista y caótico porque crea un vacío en el corazón, el engrandecimiento del ego que al final crea soledad. Se vive pero no se sabe para qué se vive; se corre diariamente, pero no se sabe para qué. Nos están envenenando diariamente la comida, el pensamiento. Necesitamos descender a las raíces de nuestros pueblos, a lo que hacían los más viejos en materia de saber vivir con poco, pero vivir, sin tanto desespero por aquello que en últimas no nos hace felices, solo nos crea ilusiones.
Volviendo a la oralitura tenemos como parte fundamental la poesía: ella nos regala un poco de luz para mantener el corazón en calma y nos permite afrontar las penas que nos llegan desde ese mundo caótico en el que estamos sumidos. Nuestros antiguos, desde el mundo quechua tenían varias formas de nombrar la palabra y la acción para resistir y hacer florecer la vida. Algunos le llaman el sumak kawsay, que es el buen vivir, la búsqueda de una vida que responda al sentido de la vida y no al vivir acomodado o sin preocupaciones por generaciones. También hay varias palabras que definen ese sentido de hacer puentes cosmogónicos y humanos, y esa conexión con el mundo justo y equilibrado que deseamos: Una de esas palabras es chaka-runa, y la otra que comparto es munay-ki. Con estas dos palabras puedo hacer todo un tejido oral, pero también un tejido escrito porque son muy grandes en su contenido.
En la palabra chaka-runa, que quiere decir «puente y gente», se define la relación que estamos señalando: ser puente entre la tierra y el cosmos, ser puente entre lo oral y lo escrito, ser puente entre nuestras sociedades con palabra transmitida por generaciones y la sociedad nacional, puente entre nuestras lenguas y el español. Ser chaka es saber ser puente para el runa, humanidad.
En la palabra munay-ki, que quiere decir «amor» en toda la extensión de la palabra a lo humano y a la naturaleza, se nos indica un tipo de conexión que hay que tener en cuenta para entender el amor de una manera universal; amor a lo que se hace por dignificar la vida, amor a la madre tierra, amor a los seres que nos acompañan en la tierra. La palabra está contenida por varios principios que llevan a ser un verdadero estado del munay-ki. De la manera como se procede y de los pasos que se siguen se llega a una conexión verdadera que ayuda a tener equilibrio en la vida. Es decir, no quiere decir que no haya penas, las hay, pero se logran disipar en la medida en que el ser munay-ki nos ayuda a tener valor para siempre propender por construir lo mejor para el otro, para mí, para la humanidad. El munay-ki acerca al humano a la naturaleza, en una relación recíproca de cariño y respeto, en donde se logra ir entendiendo que todos los seres que pueblan la tierra solo son una parte de esa gran semilla, de ese tejido que busca aportar a la consolidación de un mundo más justo, equitativo y equilibrado.
Hay muchos seres chaka-runa en el mundo y hay muchos seres munay-ki, y por ellos el mundo no se torna en una verdadera catástrofe, pero, hablando de oralitura y de palabra para la resistencia y legado contra el olvido, podemos citar a uno por lo menos, a mi hermano el peruano Arguedas, quien supo transmitir a través de sus novelas y su trabajo desde el quechua un sentimiento profundo por la vida del indio. Desde la vivencia hizo el puente con la escritura para hacer entender a la sociedad peruana los sentimientos del indio, su tristeza, sus alegrías, su apego a la tierra y desde esos aportes dar luces para permitir la construcción de un mestizaje con arraigo a los saberes y el pensamiento andino.
Son tres elementos que solo he querido bosquejar, pero que no se agotan porque crecen en la medida en que la humanidad toma conciencia de la memoria de esta tierra que llamamos América, y que desde los pueblos originarios decimos abya yala (tierra en plena madurez). Es una memoria que resurge en la medida en que nos acercamos a las raíces de nuestros pueblos originarios y abandonamos aquel eurocentrismo que no nos ha dejado ver la grandeza de esta tierra de la esperanza, como la llamara el poeta cubano José Martí.
Me resta decir que oralitura, chaka-runa y munay-ki son tres términos que vienen desde las culturas originarias de África y desde la cultura andina, en este caso quechua. Los tres se complementan, porque nos llevan a generar puentes sociales y maneras de entender nuestro papel en esta tierra, para no seguirle haciendo el juego al tipo de vida que busca encasillarnos en la desesperanza y el olvido.