EL FIRMAMENTO AL FONDO DEL RÍO CONTAMINADO
El río de la leche es un tubo umbilical/bejuco de yagé que conecta el pasado y presente, los antepasados y descendientes como un árbol a sus ramas, es el origen del río Negro/el río de leche, sus principales afluentes, sus sub-afluentes, etcétera. Es uno/muchos en diferentes escalas: el antepasado de la humanidad.
Stephen Hugh-Jones
La experiencia más estremecedora de viajar de noche en barco por el río Negro en Brasil, conocido por la gente anaconda 1 como el río de Leche Materna, los mil kilómetros de distancia que hay entre la ciudad de Manaos hasta la población de San Gabriel do Cachoeira, en el nordeste amazónico, es ver reflejada en sus aguas oscuras la Vía Láctea en toda su magnitud y contundencia. Un efecto de río-espejo posible gracias a que en la cuenca amazónica no solo encontramos ríos amarillos y arcillosos que nacen en lo alto de las montañas de los Andes, como el río Putumayo, el Caquetá y el Amazonas, sino ríos de color negro como el río Inírida, el Vaupés (afluente del río Negro), el Apaporis o el Pirá Paraná, que nacen en las entrañas del escudo guyanés, una de las formaciones rocosas más antiguas del planeta, pobres en minerales y ricos en materia orgánica con un pH ácido que le da una tonalidad única, rojiza oscura, a las aguas.
La experiencia de infinitud que la inmensidad de la selva da, cuando se está rodeado de miles de kilómetros de agua, piedras, animales, plantas, cielo y silencio urbano, se amplifica cuando la Vía Láctea activa la mirada hacia la profundidad inconmensurable del universo y revela nuestra minúscula humanidad, enorme vulnerabilidad y desconocimiento de la naturaleza. ¿Es el río un ser consciente? ¿Son los petroglifos en las piedras o raudales lugares donde se resguarda conocimiento? ¿Son las plantas, como la coca o las semillas de yuca, entidades conscientes como aseguran los indígenas?
Según el físico italiano Shantena Sabbadini, nosotros solo somos capaces de reconocer que existe conciencia en aquello que es parecido a nosotros, pero pensar en la posibilidad de la consciencia de un río va mucho más allá de nuestra imaginación y capacidad de comprensión. Cuando el observador mide o registra en datos aquello que sucede en la realidad, el mundo pierde la superposición de «todas sus posibilidades» y se vuelve un mundo reducido a una sola alternativa. En la selva, la realidad no es una sola. Es compleja, superpuesta, diversa e impredecible, y podemos acceder a ella si ampliamos la percepción del mundo que nos rodea y entablamos una relación respetuosa con el conocimiento oratorio ancestral indígena. Los «derechos a lo viviente», si lo leemos a través de Shantena Sabbadini, dependen de nuestra posición experiencial con el entorno. Si permitimos que, lejos de las mediciones y el registro, el margen de libertad y conciencia de los seres vivos nos sorprendan y transformen.
Durante los últimos treinta años, comunidades indígenas como los kogui o los macuna en Colombia, o yanomami en Brasil, han advertido la urgencia de traducir y comunicar su conocimiento milenario con «el mundo de afuera», con los hermanos menores, los no-indígenas, quienes, con su actuar destructor, han traído el desequilibrio con la naturaleza. Pero la alerta es hoy más desesperada si leemos los estudios sobre los niveles de contaminación de mercurio y cianuro causados por la explotación de oro legal o ilegal de los ríos Caquetá, Putumayo y Vaupés en el Amazonas colombiano. Datos de la ONIC (Organización Nacional Indígena de Colombia) informan que actualmente solo el 4,6 % de la población colombiana es indígena y está conformada por 102 pueblos, 54 de los cuales se encuentran ubicados en nuestra Amazonía. De estos, 32 están conformados solo por quinientos habitantes y diez por muchos menos: cincuenta personas cada uno. Los altos niveles de contaminación, producto de la minería legal e ilegal que los seres humanos hoy generan para sostener una economía extractivista y depredadora, son parte fundamental del debilitamiento y exterminio de estas culturas ancestrales. No solo han contaminado el aire, las aguas y así los peces, la comida, sino que los estudios han revelado que el mercurio y el cianuro se transmiten a través de la leche materna a los recién nacidos, dañando su sistema nervioso central.
Extraer el oro hace Xawara. Xawara es una enfermedad, una epidemia. El oro provoca una enfermedad para debilitar a las personas. Por eso el dueño espiritual de esta tierra, Omama, pensó que el oro debía permanecer guardado en el suelo, debajo de esta tierra. Es así como yo y ancianos jefes de la aldea me enseñaron. El oro le gusta mucho al blanco. El blanco recoge mucho oro. Así que nosotros pensamos, hablamos, para que el hombre no agarre más, el oro no es para hacer comida, el oro no es para hacer el bien, el oro causa pelea.
Estas palabras, parte de una entrevista que realicé en agosto de 2014 al líder yanomami, vocero indígena en el estado de Roraima, en la Amazonía brasileña, evidencian la distancia abismal que existe entre su conocimiento de la realidad y la nuestra. Sin duda él sabe más sobre la nuestra que nosotros de la de él. Ellos, los indígenas, llevan siglos haciendo el ejercicio de entender cómo funciona el blanco. Nosotros, en pleno siglo XXI, no hemos hecho aún este ejercicio.
El saber ancestral indígena custodia la relación entre los distintos seres de la naturaleza. Su quehacer está al servicio de un sistema complejo que se rige por rodori, que significa el movimiento de las constelaciones y la influencia que estas tienen sobre el mundo y lo profundo del río; el conocimiento de las manifestaciones de la naturaleza en el calendario anual (el clima, la subienda, el friaje); el canto de las aves; los cultivos; las actividades cotidianas y los rituales. Todo un saber cosmogónico que comprende la consciencia de la Tierra como un ser vivo. Este conocimiento que resguarda la gente anaconda habitante del río Pirá Paraná es un código oratorio primigenio que previene y cura la enfermedad para que exista equilibrio entre el hombre y otros seres de la naturaleza. Un saber reconocido por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de Colombia y la Humanidad, desde el 2011, que hoy se difunde para crear un puente con «el mundo de afuera».
El investigador indígena José Esteban Valencia, gente anaconda de agua, quien hizo parte de la investigación del libro El territorio de los jaguares de Yurupari, escrito por noventa líderes e investigadores indígenas de la Asociación Indígena Acaipi del río Pirá Paraná, tradujo estas palabras de su padre, el curador Ignacio Valencia:
Al territorio no hay que hacerle daño, todos debemos respetarlo y cuidarlo. Las curaciones con coca y tabaco son para darle vida a la tierra y al agua, para limpiar las enfermedades y los males; así lo indican los conocimientos que tenemos. [...] Nosotros sabemos que la planta de coca no es simplemente una planta. Esta planta es la vida de los seres humanos, el aire que respiramos, la alimentación que nosotros tenemos, el alivio que representa; esto para nosotros es muy sagrado.
Para nosotros los blancos, ciegos hasta ahora y reduccionistas de la realidad, una piedra como es el oro no tiene vida, tampoco una planta de coca es un ser, una conciencia. Pero para los indígenas sí. Ellos lo saben y tienen cómo sustentarlo. Aceptar como válido, como ciencia, este conocimiento y respetarlo, es lo menos y lo primero que podemos hacer para detener las atrocidades que hemos cometido con la tierra y con nosotros mismos.
Entender que todos los seres estamos en una correlación de reciprocidad será posible para transformar nuestro accionar en el mundo y generar nuevos mecanismos de supervivencia y cultura.
Referencias
Acaipi. 2017. Hee Yaia Godo Bakari. Ortiz, Nelson y Bárbara Santos (coeds.) Bogotá: Editorial Acaipi & Fundación Gaia Amazonas.
Stephen, Hugh-Jones. 2016. Body-tubes and Synaesthesia. Disponible en: https://www.researchgate.net/profile/Stephen_Hugh-Jones
Sabbadini, Shantena. 2015. «Abstraction and embodiment», en: Holistic Science Journal Vol 2, n.º 4.
Sabbadini, Shantena. 2012. «Laozi and Quantum Physics», en: Holistic Science Journal, Vol. 2, Número 1, septiembre. pp. 6-12.
Crespo, Juan Manuel y David Vila Viñas. 2016. «Saberes y conocimientos ancestrales tradicionales y populares». Quito: Flok Society.
Santos, Bárbara. 2015. «Mothoka». Entrevista realizada al sabedor tradicional Yanomami David Kopenawa Yanomami. Brasil.
Rubiano, Sebastián. 2016. Fundación Trópenbos. «Estrategia para el conocimiento y atención integral de los impactos generados por la minería en el departamento del Amazonas». Grupo Sina del departamento del Amazonas, Fondo de Patrimonio Natural.
___________________________________________________________
1 La gente anaconda son los pueblos hijos de las anacondas ancestrales, hijos de Hee Hido Anaconda Yuruparí, quienes viven en el Vaupés colombiano. Ellos son gente anaconda de agua (macuna), gente anaconda yeba (barasano y -hadera), gente anaconda remedio (eduria) y gente estrella (tatuyo), quienes están organizados legalmente bajo la asociación indígena Acaipi, que conforman capitanes y sabedores, autoridades tradicionales indígenas kubua del río Pirá Paraná.