AMAZONA : LA MATERNIDAD REDEFINIDA
Hay pocas cosas más aterradoras para una mujer que estar embarazada. Saber que se será responsable de la vida de otro ser humano detona un flujo irrefrenable de cuestionamientos, crisis y preguntas. Y en muchísimas ocasiones una necesidad de volcar la mirada al ejemplo más cercano: la propia madre. Así empieza el documental colombiano Amazona: Clare, esperando a su primera hija, Noa, abre su historia narrando cómo su mamá le presentó a Nicolás Van Hemelryck, quien se convertiría en su esposo, camarógrafo y sonidista, y productor de esta película que ella dirige. Y la presencia de la mamá de Clare, Valerie, se prefigura como el fantasma que debe ser exorcizado antes del nacimiento de Noa: «Desde que era una adolescente intento hacer una película sobre mi mamá, pero siempre faltaba algo, lo abandonaba. Siempre les he tenido miedo a los compromisos, pero ahora quiero tener una familia y necesito terminar esta película».
Amazona, documental seleccionado para competir en el prestigioso festival de documentales IDFA en Ámsterdam, y ganador del premio del público en la edición 57 del Festival Internacional de Cine de Cartagena (FICCI), no es solamente la historia de Valerie, una británica con pocas ataduras a la tierra que llegó, Colombia, a vivir en Armero junto con un abogado colombiano, padre de sus dos primeras hijas. Tampoco es solamente la historia de Clare, viajando al corazón del Amazonas para confrontar a su mamá sobre las decisiones que la empujaron a irse sola a la selva, dejándola a ella y a su hermano, Diego, en la ciudad. Tampoco es la trayectoria que culmina en el nacimiento de Noa y en la transformación de Clare de hija a madre. Amazona es un entramado de viajes personales con un cuestionamiento universal en el centro: la dicotomía entre ser mamá y la responsabilidad con los hijos versus la responsabilidad con el propio destino y la libertad individual.
La puntuación de Amazona está marcada por el progreso del embarazo de Clare, pero el ritmo está dado por el inexorable nomadismo de Valerie, quien llega a Armero siendo una señora recién casada, maquillada y con tacones que va al club social y tiene empleada doméstica, pero se regresa a Inglaterra después de divorciarse afirmando a cada paso el júbilo de haber recuperado su libertad y haber dejado todo —incluso a sus dos hijas mayores— atrás. De nuevo en su tierra natal, en una comuna jipi conoce a Jim Weiskopf, su segundo esposo, con quien a la postre regresaría al campo colombiano y tendría dos hijos —Clare y Diego—, una vez más de regreso a Irlanda, y otra vez de vuelta a Colombia antes de separarse de Jim también. El tercer viaje de Valerie, detonado por una tragedia de la que ninguna madre se recupera, consistió en recorrer 1500 kilómetros por el río Putumayo, junto con su novio, Miguel, para llegar al Amazonas, lugar donde finalmente la errante Valerie echa raíces.
Valerie nació en 1937, un momento convulso en la historia Europea y un momento histórico en el que una mujer divorciada era vista como un paria en cualquier sociedad occidental. Su primer divorcio equivale para ella no solamente a conseguir la anhelada libertad, sino también a hacerse dueña de su propio poder y su valentía, una posición que se vislumbraba desde su manifiesta extrañeza sobre el «deber ser» de una supuesta mujer decente en Armero, obedientemente guardada en su casa desde la caída del sol cada día. Pero la posición de Valerie es rápidamente contrapunteada por Clare, quien le pregunta si no cree que se puso por encima de sus hijos. Valerie contesta con absoluta claridad: «Lo más difícil de ser mamá es que uno a veces se sacrifica. Pero hay cosas que no se pueden sacrificar. ¿Para qué le sirve a un hijo una mamá sacrificada?».
Amazona presenta, constantemente, posiciones contrastantes pero nunca se preocupa por solucionar la discrepancia o tomar una posición. Esa mamá que se plantea rotundamente la prioridad de su propia vida sobre la vida de sus hijos es también la mamá que manifiesta que el nacimiento de Clare le devolvió la vida después de una profunda depresión. Diego, el hermano de Clare, tampoco tiene una posición resuelta sobre la independencia de su mamá: resiente su ausencia en igual medida en la que admira su férrea voluntad de forjar su propio camino; manifiesta haber necesitado de la presencia de su mamá, pero describe su infancia como bonita. Diego tiene claro el deber ser de su mamá en la dicotomía entre su búsqueda personal y la responsabilidad que les debe a sus hijos, pero él, al igual que Valerie, no solamente no toma una posición en esa disyuntiva sino que además no le da un juicio de valor a ninguna de las dos posiciones.
Las respuestas que Clare manifiesta buscar al inicio de la película nunca llegan. Valerie no concede jamás haber errado su camino en detrimento de sus hijos —principalmente de Diego, en quien se evidencia el mayor perjuicio a causa del distanciamiento de la mamá—, y además da claras muestras de no entender la búsqueda de la hija. Cuando ella le pregunta por qué cree que está haciendo esa película, «Porque quieres ganar premios», responde la madre, hilarante por lo desacertada, que elude a cada paso asumir algún tipo de responsabilidad por haber dejado a sus hijos en la ciudad y haberse ido a vivir sin ellos al Amazonas. La ambivalencia de Valerie respecto a su responsabilidad como madre se hace cada vez más evidente ante los insistentes cuestionamientos de Clare: «Lo más importante es que los hijos estén felices; no importa qué están haciendo, lo importante es que estén felices. Si están con ella o no están con ella, lo importante es que estén felices». Pero los hijos de Valerie no están felices: el espectador tiene ocasión de vislumbrar el dolor que prevalece en Diego, y, si bien ella manifiesta no entender la causa de su tristeza, el espectador también puede ver en cada interacción entre Clare y Valerie un lazo estrecho y sólido.
El único momento en el que Valerie parece acercarse a un profundo sentimiento maternal es cuando describe la tragedia que la empujó a adentrarse en la selva. Es el duelo lo que la hace emprender una búsqueda individual que la alejó de sus dos hijos menores, y resulta imposible saber si una de las dudas de Clare es por qué ella le dio prioridad a esa pérdida sobre los hijos que todavía tenía a su lado y bajo su responsabilidad.
Pero ese único momento de instinto maternal impoluto queda luego puesto en crisis en la forma como Valerie asume el nacimiento de una camada de gatitos en su casa. Valerie es un personaje altamente volátil, construido a partir de contradicciones y resulta imposible simpatizar con ella o sentir rechazo hacia ella sin matices. Por un lado, su relación con la selva y su antagonismo con las sociedades urbanas contemporáneas son un eco a las fantasías bucólicas del jipismo de mediados del siglo pasado, y por eso están cargadas de una cierta romantización que resulta encantadora. La forma en que toma las riendas de su propia vida sin remilgos ni detenerse a contemplar los apegos que puedan tener otros hacia ella es admirable, pues pone en evidencia el poderío de su espíritu indomable. Pero, por otro lado, resulta casi oprobiosa la absoluta falta de empatía que demuestra ante los cuestionamientos de Clare y las devastadoras consecuencias que surtieron en Diego el hecho de haber tenido que vivir solo, en la ciudad, bajo el cuidado de su hermana pocos años mayor que él.
Si Valerie es el producto de una variedad de feminismo radical, vociferante y revoltoso de los años sesenta, Clare es el resultado de haber sido, en cierta medida, el daño colateral de las decisiones de su madre —muchas veces calificadas como egoístas a lo largo de la película—, pero también de un feminismo contemporáneo que está lejos de la satanización de la maternidad al mismo tiempo que empodera a la mujer a nivel creativo e intelectual. Este feminismo es la reconciliación de dos posiciones antes totalmente antagónicas: las mujeres tenían la posibilidad de ser madres y estar muy presentes en el proceso de crianza de sus hijos, o podían perseguir una independencia económica y un crecimiento intelectual, pero lograr ambas cosas al tiempo ha sido —posiblemente no ha dejado de serlo aún en 2017— una quimera.
Clare es quien dirige el documental, pero además es su protagonista y su narradora. Su contundente presencia es palpable detrás de las cámaras al tiempo que su voz llena el espacio de esa jungla a la que va a buscar en los resquicios de su relación con Valerie. Esa es la Clare dueña de las riendas, no solamente de su destino de hija de la nómada Valerie, sino además de su proceso creativo e intelectual. Una vez nació Noa y se terminó la producción de la película es Clare, turnándose con Nicolás a Noa envuelta en un foulard , viajando a festivales y asistiendo a reuniones para promover el resultado de esa confrontación con el pasado de su mamá. Esa es la Clare que asume una maternidad no solamente en unos términos discordantes con el instinto maternal de Valerie, sino además en términos de absoluta igualdad con Nicolás.
Ese feminismo de Clare presume una igualdad en el proceso de crianza al mismo tiempo que presume una igualdad en términos creativos. En ese orden de ideas, Nicolás se convierte en una extraordinaria especie de hombre feminista: en su papel de productor facilita el proceso creativo de Clare, y poco a poco la va poniendo en el centro de la película convirtiéndola en su protagonista, y en su papel de papá comparte el ejercicio de crianza de Noa. La recién nacida es, entonces, el afortunado resultado de la reconciliación de una abuela feminista radical y de una mamá feminista que vivió en carne propia las consecuencias del desprendimiento de la abuela, y esa reconciliación de posiciones es lo que el espectador atestigua a lo largo de la película.
Si bien Amazona narra en detalle los pormenores de los miembros de una familia cuya naturaleza es única en el mundo, y el imán más potente de la película es la particular relación madre-hija que comparten Valerie y Clare, la cinta es potente en su universalidad: Clare no es solamente una hija intentando entender a su mamá y buscando unas disculpas por un abandono que le dejó heridas aún palpables, sino que es una mujer definiendo su propia maternidad inminente, no solamente en términos radicalmente diferentes a los propuestos por su propia mamá. Y esa experiencia de querer ser independiente al mismo tiempo que se acoge al hecho de ser mamá con entrega es un debate que cada mujer soluciona mientras espera la llegada de sus hijos, cada una en sus propios términos.